Trump se aferra a las luces de una economía con muchas sombras

El presidente de EE.UU. ha convertido su gestión económica en el principal argumento para su reelección el próximo mes de noviembre

Donald Trump dándose un baño de masas en un mitin en Colorado REUTERS

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«No tenéis más elección que votarme a mí», dijo hace unos días Donald Trump a la muchedumbre congregada para escucharle en Manchester, la principal ciudad de New Hampshire, el segundo Estado en votar en las primarias para la elección de candidatos de los partidos. «Tanto si me amáis como si me odiáis, me tenéis que votar», insistió. Esa necesidad, había explicado antes, tiene que ver con el propio bolsillo de los votantes, con sus planes de pensiones o sus acciones en Bolsa.

«Yo gané las elecciones y los mercados se dispararon miles de puntos, empezaron a ocurrir cosas», dijo en referencia a su victoria histórica en las presidenciales de 2016. «Si, por alguna razón, yo no hubiera ganado las elecciones, esos mercados se hubieran hundido. Y eso será incluso más válido en 2020», añadió, en referencia a su reelección, que se decidirá el próximo noviembre.

«Es la economía, estúpido»

Trump es un maestro del mensaje sencillo y directo -los detalles y los matices son estorbos para él- y, en este capítulo, es más claro que nunca: «La economía va bien por mi culpa. Sin mí, irá mal». Es decir: «Votadme y vuestros bolsillos lo agradecerán». El mensaje también implica que el multimillonario neoyorquino confía en que el proverbio «It’s the economy, stupid» («Es la economía, estúpido») funcionará en la cita electoral: es decir, que la economía decidirá el voto de muchos estadounidenses.

Más allá de la particular y complaciente visión de Trump sobre el estado de la economía y sobre el impacto de que él esté a los mandos desde la Casa Blanca, es innegable que los números han ido muy bien en su presidencia. En los tres primeros años, el Producto Interior Bruto (PIB) ha cosechado subidas de forma sostenida, el desempleo está en niveles históricamente bajos, la Bolsa ha marcado récords y los salarios han mejorado. Trump ha repetido hasta la saciedad que ha conseguido «la mejor economía de la historia de EE.UU.», y en su reciente discurso sobre el Estado de la Unión -la misma semana en la que el Senado tumbaba su «impeachment» o juicio político- dedicó buena parte del tiempo a regodearse en sus éxitos económicos.

En empleo, uno de los capítulos donde Trump saca más pecho, el dato de paro de cierre de 2019 fue del 3,5%, el mejor de los últimos cincuenta años

Repite las mismas proclamas en cada mitin y protesta ante los medios cada vez que puede porque no alaban sus méritos en economía y prefieren ocuparse de escándalos como las presiones a Ucrania para investigar a un rival político -lo que provocó el «impeachment»- o las sacudidas en su Administración.

Enganchada con Obama

Por eso, Trump enfureció esta semana cuando su antecesor, Barack Obama , colgó un mensaje en Twitter en el que celebraba el aniversario del paquete de estímulos económicos que aprobó para revertir la crisis financiera de 2009. «Hace hoy once años, cerca del punto más bajo de la peor recesión en generaciones, firmé la Ley de Recuperación, que sentó las bases de más de una década de crecimiento económico y la racha más larga de creación de empleo de la historia de EE.UU.», aseguraba Obama. Trump se lo tomó como un insulto personal, ya que se adjudicaba parte del mérito de la marcha actual de la economía. En la visión -de nuevo, de trazo grueso- de Trump, todo iba mal hasta que él llegó. De hecho ha bautizado a su gestión económica como «La Gran Remontada Americana». Pocas horas después, Trump calificó a Obama de «fraude» por «tratar de apuntarse el tanto del ‘‘boom’’ económico » ocurrido bajo su mando y aseguró que su predecesor firmó «la recuperación más débil desde la Gran Depresión», en referencia a la crisis de 1929.

Los números dan la razón a Trump sobre que la economía va generalmente bien, pero también a Obama en que el desempeño bajo el presidente republicano sigue la tendencia de su antecesor. En empleo, por ejemplo, uno de los capítulos donde Trump saca más pecho, el dato de paro de cierre de 2019 fue del 3,5% , el mejor de los últimos cincuenta años (en diciembre de 1969 llegó al 3,5%). El de enero llegó al 3,6%, una décima más, aunque por el aumento de los apuntados en su oficina de parados oficial. Así las cosas, el desempleo para las minorías raciales bate récords históricos: el de la minoría negra bajó al 5,5% y el de la minoría hispana al 3,9% en septiembre del año pasado, los niveles más bajos desde que en la década de 1970 el Departamento de Trabajo empezó a medir esta estadística.

La caída del paro, sin embargo, sigue una tendencia iniciada en 2010, el segundo año de la presidencia de Obama, y que se aceleró en su último mandato. En algunos baremos es superior a la gestión de Trump. Por ejemplo, en los tres primeros años en la Casa Blanca del multimillonario neoyorquino EE.UU. ha añadido una media de 182.000 empleos al mes a la economía, mientras que en los tres últimos años de Obama la media fue de 224.000.

Trump también ha conseguido que el PIB crezca a un ritmo sostenido, pero muy inferior al 4% que prometió en su ascenso al poder. En ninguno de sus tres años en la Casa Blanca ha sobrepasado el 3%; en el último año se quedó en el 2,3%, con un 2,1% para el último trimestre. En este sentido, son números en la línea de la media del 2,2% que ha registrado el PIB estadounidense desde el año 2000.

Los salarios mejoraron más en los tres años anteriores a Trump (32 céntimos por hora de media) que en los tres años de su presidencia (28 céntimos por hora)

Como señalan desde Moody’s , varios factores han contribuido a un menor crecimiento en 2019, «incluido el cierre del Gobierno federal a principios de año, los efectos rezagados del endurecimiento de la política monetaria en 2018, el dólar fuerte, el impulso fiscal menguante de la rebaja de impuestos y el acuerdo presupuestario bipartidista, la incertidumbre de la política comercial y el freno en la demanda externa. De estos factores, la incertidumbre en la política comercial seguirá siendo un lastre para el sentimiento empresarial, la inversión y el crecimiento a lo largo de todo este año».

Asimismo, la Bolsa también sigue la tendencia marcada por Obama, en cuyo segundo mandato el índice de referencia Dow Jones creció un 44%. En lo que va de presidencia de Trump ha subido un 47%.

Los salarios también mejoraron más en los tres años anteriores a Trump (32 céntimos por hora de media) que en los tres años de su presidencia (28 céntimos por hora) , aunque la realidad es que es más fácil que crezcan cuando arrancan desde un punto bajo. Los salarios, sin embargo, han crecido en la presidencia de Trump para el sector de población sin estudios universitarios, lo que le podría beneficiar en las urnas.

La comparación con Obama no debería ser negativa para el actual presidente, que ha mantenido la expansión económica iniciada por su antecesor. Los problemas para Trump están en otros capítulos. Por ejemplo, con las consecuencias de su reforma fiscal, con amplias ventajas para empresas, aprobada a finales de 2017 y que supondría un espaldarazo a la economía del país. Su aprobación y entrada en vigor supuso una inyección inicial de inversión empresarial, pero su efecto fue mucho menor del esperado. «Dimos a las compañías una gran rebaja fiscal, cuyo efecto después se lo llevó los aranceles» , aseguró a «Politico» Gary Cohn, que fue el principal asesor económico de Trump en sus primeros años en la Casa Blanca.

Pero no solo fue la guerra comercial con China y otros socios: también ocurrió porque, en lugar de reinvertir en más actividad, las empresas dedicaron buena parte del dinero ahorrado a recompra de acciones -en 2018 se batió el récord con 800.000 millones de dólares-. Otra consecuencia negativa es que la reforma fiscal contribuyó a la expansión del déficit federal, que este año se espera que llegue al billón de dólares. «Se requerirían acciones políticas para aumentar los ingresos del Gobierno y reformar el gasto en derechos sociales para estabilizar la tendencia de la deuda del Gobierno federal a largo plazo», aseguran los analistas de Moody’s . Sin embargo, ese movimiento «parece políticamente muy difícil en el corto plazo debido a los desacuerdos del bipartidismo en muchas políticas y la falta general de consenso sobre la necesidad de consolidación fiscal. Es improbable que cualquier acción significativa avance hasta al menos después de las próximas elecciones presidenciales en noviembre de 2020», concluyen.

Percepción positiva

En cualquier caso, la interpretación de los logros económicos de Trump puede diferir en función del intérprete. Pero, en lo que tiene que ver con su reelección, lo que importa es la sensación de los votantes. Y ahí el presidente tiene buenas noticias. Según un estudio publicado por Gallup este mes, el 61% de los estadounidenses asegura que su situación económica es mejor que hace tres años, el número más alto para un presidente de EE.UU. en las últimas tres décadas. Por ejemplo, con Barack Obama en 2012 el 45% dijo que había mejorado (aunque se midió justo después de la crisis económica). También la mayoría de los estadounidenses (62%) considera que Trump es, al menos en parte, responsable de su mejora económica.

La comparación con Obama no debería ser negativa para el actual presidente, que ha mantenido la expansión económica iniciada por su antecesor

Las malas noticias para el presidente son que la reelección se decidirá en un puñado de estados clave donde las cosas no marchan tan bien. Muchos son del llamado «Rust Bel» o «cinturón del óxido» , las zonas industriales deterioradas por la globalización y a las que Trump prometió recuperar su brillo pasado. El sector manufacturero, de hecho, entró en recesión el año pasado y acabó con una caída del 1,3%. En Pensilvania se han cerrado plantas industriales y ha crecido el paro, que llegó al 4,3% en noviembre. En Michigan el desempleo también supera la media nacional, con un 4%, al igual que en Ohio, con un 4,2%.

Si la situación no se recupera en esos estados, Trump sufrirá en las urnas. Otros aspectos podrían afectar a la economía de aquí a final del año: la llegada de una temida recesión, de la que EE.UU. parece escapar, al igual que el resto del mundo (el escenario actual es de desaceleración a nivel global); el efecto de la pandemia del coronavirus, que tiene en vilo a todo el globo; o la resolución de las negociaciones comerciales con China y otros países. Ahora eso son solo incertidumbres y mucho podría cambiar de aquí a noviembre en una presidencia volcánica como la de Trump. De momento, la economía está de su lado.

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