La bola de cristal de Sánchez y una España a su imagen
El presidente quiere un país con muchas subvenciones y muchos impuestos, en el que se nos marque lo que comemos y hasta en qué medio de transporte viajamos. Esa es su España, no la mía
Este Gobierno no deja de sorprendernos. El jueves el presidente sacó su bola de cristal y nos contó cómo será España en 2050, o más bien cómo le gustaría que fuera. Sánchez dibujó un país a su imagen y semejanza, con muchos impuestos, muchas subvenciones, y mucho control sobre los ciudadanos. Quiere marcarnos lo que comemos y hasta en qué medio de transporte viajamos. Más o menos lo de ahora pero amplificado. Quiere que haya una renta climática para las clases bajas y una «herencia pública» para que los jóvenes se compren una vivienda o monten un negocio. Y para poder pagarlo en un país con una deuda que supera el 120% del PIB solo se le ocurre una fórmula, freírnos a impuestos.
Con la economía española viviendo un momento crítico, con miles de trabajadores todavía en ERTE, con cientos de empresas teniendo graves dificultades para abrir sus puertas, la parafernalia que montó el presidente del Gobierno para hablar de sus planes a treinta años resultó un tanto obscena. No me parece mal que los gobernantes vayan más allá de medidas puramente cortoplacistas, y que piensen en los que vienen detrás a la hora de aplicar sus políticas. No me parece mal, de hecho, creo que es necesario, que lo que se hace se enmarque en un plan a medio y largo plazo, pero lo que vimos el jueves más parece una huida hacia adelante para no coger el toro del presente por los cuernos y crear un espejismo futuro. Entre otras cosas porque para diseñar un plan a treinta años necesitas el consenso de los principales partidos políticos, de los agentes sociales, y de la sociedad civil, y este plan se lo ha comido y se lo ha bebido el señor presidente consigo mismo de modo que, mucho me temo, futuro va a tener poco.
mucho me temo también que la herencia que le vamos a dejar a nuestros hijos y a nuestros nietos va a ser de miles de euros, pero en deuda. Y sinceramente, ni siquiera me parece una buena idea esa herencia de la que habla Sánchez. Lo que hay que dar a los jóvenes es oportunidades. Deberíamos darles una buena educación y una buena formación para que puedan enfrentarse al mundo laboral. Y deberíamos crear un mercado de trabajo en el que los jóvenes no sean siempre los paganos de las crisis. Y deberíamos permitirles obtener unos sueldos dignos para que con su trabajo y su esfuerzo puedan comprarse una casa y construir una familia. Y lo que hay que hacer es quitar trabas e impuestos para que puedan crear un negocio. Hay que darles, señor Sánchez, la caña para que puedan pescar, que el pez ya lo conseguirán ellos si luchan y se esfuerzan por lograr sus objetivos.
Tampoco entiendo por qué le tienes que decir a los ciudadanos en qué medio de transporte tienen que viajar. ¿Quién le dice al señor presidente que de aquí a treinta años no se ha descubierto algún tipo de combustible que contamine menos? Y otro tanto ocurre con la carne. ¿Por qué vamos a dejar de comer carne? ¿No estamos hablando de la necesidad de tomar medidas para aydar a la España vaciada? Pues les recuerdo que las vacas, los cerdos, los pollos... se crían en los pueblos. ¿No sería mejor apostar por la conversión del estiércol en energía y dejar que cada cuál decida qué come?
Por tanto, sí, cualquiera de nosotros podríamos sacar la bola de cristal y dibujar la España de 2050. A mí me gustaría que mis hijos y mis nietos pudieran disfrutar de un país más sostenible, en el que se premiara el esfuerzo y se dieran oportunidades a los que estudian, trabajan y se esfuerzan; en el que se pagaran impuestos justos y razonables y no hubiera fraude fiscal; en el que se ayudara a los que lo necesitan dándoles la oportunidad de ganarse la vida; en el que en política estuvieran los mejores sirviendo al pueblo y no a sus intereses. Creo que esta España que veo en mi bola de cristal nada tiene que ver con la España subvencionada con la que sueña Sánchez.
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