Treinta años del «Black Monday», ¿es posible tropezar en la misma piedra?
Un insperado seísmo arrasó Wall Street el 19 de octubre de 1929, poniendo fin a una larga era alcista como la actual
Y los cimientos del templo financiero temblaron bajo un inesperada sacudida. Parecía otro día más en la oficina, pero el 19 de octubre de 1987 acabaría pasando a la historia como una de las jornadas más oscuras y angustiosas de Wall Street. Entre el 14 y el 16 de octubre, el Dow Jones ya había cedido más de un 10% y sembrado la inquietud entre los analistas, pero nada hacía presagiar un pánico histórico: en una sola jornada el selectivo perdía un 22,6%, caída solo superada por el 24,4% que registró tras su reapertura cuatro meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial. Más de 600 millones de acciones se vendieron en unas horas, y las pérdidas superaron los 500.000 millones. Con el tiempo, se ha intentado buscar su génesis y explicar sus causas en muy distintos factores, pero el «Black Monday» fue un golpe seco e inesperado, porque ningún indicio hacía presagiar un naufragio de tal magnitud, el punto y final a un periodo alcista de cinco años, un lustro de abundancia y excesos retratados por Oliver Stone en la película «Wall Street» (estrenada en EE.UU. en diciembre de ese año) y resumidos en la celebérrima máxima del «tiburón» Gordon Gekko: «La codicia, a falta de una palabra mejor, es buena; es necesaria y funciona». Hasta que deja de hacerlo.
Como explica Javier Amo, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB, no existió una razón definitiva para explicar el desplome, pero sí «se dio una conjunción de factores, ninguno de ellos determinantes per se, pero que cuando se concatenaron trajeron el pánico súbito». Por un lado, «una hipotética subida de intereses en el Tesoro americano, que estando alrededor del 8% era lo suficientemente relevante como para que hiciera a muchos moverse a la rentabilidad del bono desde el riesgo de las acciones. Un segundo factor fue el geopolítico, en relación con la confrontación con Irán, que hacía prever un final armado con un calado que nadie sabía calcular en ese momento, porque de nuevo golpearía al centro de la producción petrolífera», explica.
Esos factores pudieron encender la mecha, pero la dinamita para desatar el caos se encontraba en la tecnología. «Los primeros intentos del algoritmic trading no estaban lo suficientemente evolucionados, de modo que interpretaron las noticias en la misma dirección y provocó un efecto dominó que acabó por destrozar el tablero», asegura Amo. «Cuando se produce un estallido así, a veces lo provoca una pequeña chispa. En este caso, se juntó una recogida de beneficios que tuvieron muchos inversores con la oleada de ventas cruzadas que colapsó completamente los aparatos electrócnicos que había en aquel momento», explica Rodrigo García, analista de XTB.
«Fue una reducción de la liquidez tras un periodo de fuerte revalorización de los mercados»
El gestor Fidentiis cita otra explicación alternativa: «la falta de esterilización del dólar supuso una ampliación de los diferenciales de los tipos de interés como consecuencia de la acumulación indeseada de reservas en dólares en los principales bancos centrales. Ello provocó que el ajuste de tipos que no se hizo en EE. UU. se produjo de forma involuntaria en los diferenciales de tipos de interés con el resto de países. El colapso de los bonos japoneses en septiembre de 1987 empujó las valoraciones entre activos a extremos insostenibles preparando el terreno para fuerte corrección de las Bolsas en octubre».
Explicadas las causas del pasado, la duda es si el actual contexto dibuja algún parecido con el escenario de hace tres décadas. Es decir, si una gran corrección es posible en un mercado de valores que vuelve a disfrutar de un periodo prolongado de crecimiento (nueve años con tedencia alcista en el caso del S&P, con un crecimiento de más del 250%). «La gran diferencia es que entonces la política monetaria era “normal” y ahora es “anormal” en el sentido de que los bancos centrales siguen inyectando unos 150.000 millones de dólares al mes en los mercados, lo que supone un efecto balsámico», defiende el socio de Arcano Ignacio de la Torre.
Javier Amo ve una «comparativa más que notable con respecto a la dos situaciones». La tensión geoestratégica se centra ahora en el problema de Corea del Norte, «que podría provocar un gran cataclismo». Amo también cita un contexto en el que «las máquinas prácticamente han sustituido a las personas en las salas de trading», aunque cree que «el nivel de sofisticación es lo suficientemente alto como para pensar que una coincidencia/alineación de las mismas características sea difícil, pero tampoco la podemos descartar por completo». La subida de tipos de la FED también marca una analogía con el pasado, aunque Amo señala una notable diferencia: en 1987 «los tipos estaban en torno al 8% y por tanto eran atractivos para mover fondos a la renta fija, pero en el entorno actual, en el que andan cercanos al cero, cuesta creer que una subida pueda hacer atractivo el cambio de acciones a bonos».
«Claramente hay una burbuja notable en los bonos, donde no existe un mercado propiamente dicho»
Después del «doping»
Javier Amo reconoce que es difícil encontrar respuestas a cómo reaccionarán las Bolsas cuando se retire «el "doping" a los mercados». «Opino que claramente hay una burbuja notable en los bonos, donde no existe un mercado propiamente dicho, dado que en el “buy side” (operativas de compra) siempre están los bancos centrales, y en estas circunstancias la burbuja solo puede aumentar». En todo caso, matiza que la subida constante en los mercados bursátiles tiene muchas razones, «como la falta de atractivo de la renta fija (que no va a cambiar), los excesos de liquidez (que tampoco) y los programas de recompras de acciones que muchas compañías han propugnado en los últimos años». El profesor de IEB incide en que es más fácil que estalle una burbuja de bonos que la bursátil, «pero tampoco descartaría la segunda si la subida de tipos fuera lo suficientemente relevante como para subvertir el orden actual».
«No hay burbuja de bonos sin burbuja bursátil. Si sube el bono baja la tasa de descuento de los flujos, y por lo tanto sube la Bolsa. La correlacion es muy alta. Si se pinchan los bonos, se pincharán las acciones», defiende De la Torre. Y Rodrigo García cree el hecho de que la incipiente retirada de estímulos de la FED no haya tenido efectos en un mercado alcista demuestra que no hay rastro de burbujas. Pero 30 años después del punto al final a toda una era, es inevitable que a veces la inquietud cotice al alza.