BCE, el terror del ahorro
«La soledad del banco central a la hora de actuar ha llevado a maximizar la intensidad del estímulo monetario»

Draghi va a pasar a la historia por su actuación decisiva para salvar el euro y evitar una catástrofe en países como España . Pero, a punto de acabar su mandato, es evidente que no ha logrado restaurar unos niveles de crecimiento e inflación ... que permitan abandonar la heterodoxia monetaria ni normalizar la remuneración del ahorro y el coste de capital. De hecho, los mercados descuentan tipos negativos durante unos cuantos años más.
En esta falta de éxito, aparte de factores de fondo (envejecimiento de la población, baja productividad, etc.) ha influido que el BCE ha estado siempre muy solo, sin que los Estados hayan colaborado apenas aplicando las reformas estructurales necesarias. Tampoco la Eurozona ha completado la unión bancaria ni la de mercados de capitales ni hay un presupuesto comunitario anticíclico potente para actuar. Draghi pide ahora que los países que lo puedan hacer apliquen políticas fiscales expansivas para ayudar al BCE. E incluso se habla de no computar la inversión pública como déficit, para favorecerla. Desde luego Europa necesita invertir, por ejemplo, en tecnología, digitalización o medio ambiente. Aunque debería evitar que esa excepción sirviera para «colar» gasto corriente como si fuera inversión.
La soledad del BCE a la hora de actuar, mientras el crecimiento y la inflación son escasos y los mercados demandan mayor laxitud, ha llevado a maximizar la intensidad del estímulo monetario. Lo que tendría sentido como herramienta de emergencia, pero no lo tiene como política estable durante un período prolongado. Por lo que las criticas arrecian, incluso dentro del propio comité ejecutivo del BCE, donde, esta misma semana, hemos asistido a la dimisión de una «halcón» alemana. Ya se acusa abiertamente al BCE de expropiar a los ahorradores, sobre todo en los países nórdicos (los que más ahorran), situación que se extiende también a muchos españoles. Porque, su efecto objetivo es que se estaría trasladando renta desde, por ejemplo, depositantes, fondos de pensiones, seguros de vida, accionistas bancarios, etc... a los Estados y a las empresas/familias endeudados. Cada vez más economistas, ante la ineficacia marginal y crecientes efectos secundarios negativos de la política aplicada, rechazan su continuidad para evitar que nos acabe ocurriendo como en Japón. Algunos, incluso, piden que se empiecen a subir ya los tipos de interés y que el dinero cueste algo, con el fin de evitar burbujas, limitar el derroche en los Estados y acabar con la asignación incorrecta de capital. Aunque resulta obvio que, con una clara desaceleración y la inflación lejos del objetivo, lo de subir los tipos no pasa de constituir una «boutade».
Al otro lado del Atlántico, los ahorradores no han sufrido tanto. La Fed tuvo más éxito que Draghi y nunca llegó a poner los tipos en negativo. Incluso los pudo subir moderadamente, lo que sin duda evitó mayores distorsiones. Pero con Trump han topado. Con un personaje exclusivamente pendiente de mejorar sus posibilidades de reelección. Que, para favorecer su «chance» de cara a la campaña que tendrá lugar en 2020, busca que los tipos de interés bajen a cero o incluso sean negativos. Por ello, en su ignorancia, tiene envidia del BCE y ataca la independencia de su banco central (la Fed), donde algunos se resisten a bailarle el agua , por lo que les dirige tuits que empezaron en la crítica moderada y ya van por el insulto directo.
Así que la labor de los banqueros centrales no parece nada sencilla en los tiempos que corren. Viven entre el Escila de los gobernantes, que dan la espalda a la política económica necesaria o les intentan condicionar, y el Caribdis de la situación económica y los mercados, que les demandan crecientes actuaciones de carácter acomodaticio. Y ellos, para cumplir con su mandato, aumentan la dosis de algo que está funcionando ya de manera ineficiente. Enfrente tienen a los ahorradores , que sufren hasta ahora calladamente. Sobre todo, los más conservadores, los que querrían poder obtener un interés, aunque fuera pequeño, sin tener que exponerse para colocar el dinero. Pero aversión al riesgo y rentabilidad nunca han resultado términos más contrapuestos que con esta política monetaria que nos circunda.
Carmelo Tajadura es economista
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