La tecnología escarba una solución para el estrés hídrico

La innovación fluye entre empresas y centros de innovación para explotar de forma cada vez más sostenible el tesoro que esconden los acuíferos subterráneos

El agua subterránea proviene de la lluvia y el deshielo. Un parte se queda en el acuífero y otra sale a ríos, fuentes... IGME

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Bajo nuestros pies, tenemos un tesoro invisible de incalculable valor: las aguas subterráneas que corren por los acuíferos. Provienen del agua de lluvia y del deshielo que se filtra en formaciones geológicas permeables. Pueden quedar almacenadas en esos acuíferos o salir de nuevo a través de manantiales, fuentes, pozos, ríos e incluso al mar. Más del 90% de la geografía española guarda tan preciado recurso. Contamos con unas 700 masas de agua en el subsuelo. Y en un país como el nuestro, con periodos de sequía cada vez más frecuentes y prolongados (a pesar de las lluvias de las últimas semanas los embalses se encuentran al 46,8 % de su capacidad. Eso sí, unos más y otros mucho menos), con regiones en estrés hídrico y con los efectos del cambio climático que ya sufrimos y los que están por venir, las aguas subterráneas son un recurso estratégico, como advierten diferentes grupos de investigadores y científicos. Son ya muchos los que reclaman mayor inversión en investigación y desarrollo para gestionar de forma sostenible este inestimable bien.

Y parece que el Ministerio de Transición Ecológica ya da los primeros pasos. Trabaja en un Plan de Acción de Aguas Subterráneas con medidas para mejorar su gestión aumentando las redes de control, para protegerlas frente a la contaminación y para vigilar más sus usos. Incluso se plantea reducir las extracciones y restringir el uso en aquellos acuíferos críticos.

España cuenta con más de 700 masas de agua en el subsuelo

Hay más agua subterránea de la que pueden almacenar nuestros embalses al máximo de su capacidad. «Se estima que el volumen de reservas de aguas subterráneas está entre 100.000 y 400.000 hectómetros cúbicos», afirma Juan José Durán Valsero, investigador científico del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC). Es decir, entre el doble y siete veces más de lo que pueden llegar a albergar nuestros pantanos. Claro que eso no significa que toda esa cantidad de agua se pueda utilizar. «De forma puntual, en algunos acuíferos y durante periodos largos de sequía, se puede extraer agua de las reservas, pero luego hay que reponerla en los ciclos húmedos», explica el investigador. Sin esas reservas el impacto ambiental resultaría desastroso. Ayudan a mantener el caudal de los ríos, son decisivas para ecosistemas como los deltas, las zonas costeras y los humedales. Nutren a espacios único como Doñana o la Albufera de Valencia.

Lo que se utiliza

No obstante, a nuestros acuíferos llegan entre 20.000 y 30.000 hectómetros cúbicos de agua que se renueva cada año. «De ellos, utilizamos entre 6.500 y 7.000», indica Durán Valsero. Aunque pueda parecerlo, no hay superávit. No se puede aprovechar más. «No todo ese agua que se renueva está disponible para el consumo humano», cuenta el investigador. Porque el resto, entre los 7.000 que empleamos hasta los 30.000 hectómetros cúbicos que llegan, «juega un papel fundamental en el ciclo hidrológico, para llenar los embalses y los ríos en verano, para alimentar fuentes, manantiales...», dice Valsero.

Utilizamos entre 6.500 y 7.000 hectómetros cúbicos de agua subterránea

Las aguas subterráneas por tanto son vitales para el medio ambiente. Y también para nuestra economía. «Son generadores de actividad económica y desarrollo social», reza en un reciente manifiesto firmado por diez asociaciones científicas de hidrogeólogos. Abastecen muchos pequeños y medianos municipios (al 35% de la población española). Cuando lo necesitan, a ellas echan mano también grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Y alimentan las necesidades de explotaciones agrícolas y ganaderas, y también de industrias.

Estas aguas presentan un gran ventaja: su proximidad. «Es difícil que un núcleo urbano pequeño o mediano no tenga cerca una masa de agua para el abastecimiento. Hay poblaciones donde es complicado llevar aguas superficiales. También alimentan explotaciones ganaderas y agrícolas. Un tercio de la superficie de regadío utiliza aguas subterráneas. No necesitan grandes infraestructuras, ni conducciones y realizar un sondeo no es costoso. Son un recurso estratégico fundamental», considera Juan Antonio López, presidente del Club del Agua Subterránea. «Son rentables», asegura Valsero: «El millón de hectáreas que se riega con agua subterránea son las más productivas que tenemos».

Por todos esos motivos, la preservación de los acuíferos resulta vital para el país. Pero «el 35% de las masas de agua están en riesgo», señala Valsero. O tienen mala calidad por la contaminación de los nitratos de fertilizantes, usados para mejorar los cultivos, o por la sanilización del mar (aquellos que están en litorales). O están sobreexplotados. Esto quiere decir, según Valsero, que «el nivel de explotación se acerca al límite de las aguas renovables que entran cada año. Entonces, si viene una época de crisis, se tirará de las reservas», apunta el científico. «En ciertos acuíferos se ha extraído más agua de lo que se debería. Además, durante una época, con una legislación menos restrictiva, se han hecho muchos pozos y sondeos de forma no controlada», asevera Juan Antonio López. Mermando aún más algunas de las masas de agua que están bajo el subsuelo.

El 35% de la población consume agua subterránea

De ahí que una buena gobernanza y una gestión eficiente de los acuíferos resulte primordial. Ya hay experiencias y ensayos en nuestro país tanto para controlar su explotación como su contaminación. Son proyectos con innovadoras tecnologías, de colaboración público-privada, en los que participan empresas de gestión de agua, universidades, centros tecnológicos... Se trata de «proyectos de demostración para transmitir cómo habría que hacerlo y aprender de las dificultades que surjan», comenta Jesús Carrera, profesor investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios de Agua (IDAEA-CSIC).

Una de las estrategias es recargar artificialmente los acuíferos con agua excedentaria (de intensas lluvias, por ejemplo) o regenerada de las depuradora. «Sacar agua de un acuífero es una tecnología conocida, establecida y barata. Pero no es tan fácil recargarlo y mantener el acuífero operativo año tras año», indica Jesús Carrera.

Para recargar una masa de agua subterránea de forma artificial, «se trata al acuífero como un depósito más de agua. Cuando esta sobre o haya agua disponible, se inyecta en el acuífero para extraerla más adelante en momentos de necesidad», explica Enrique Gutiérrez, gerente de Cetaqua Andalucía, el centro tecnológico del agua. Desde hace una década esta práctica se lleva a cabo en los acuíferos de la Costa del Sol para aliviar la demanda turística del verano. «Cuando los arroyos costeros llevan mucha agua, en primavera, se aprovecha para meterla en los acuíferos», apunta Gutiérrez.

Imagen del proyecto LIFEMatrix en Marbella CETAQUA

También para salvar el estrés hídrico que soporta Marbella en verano, Cetaqua trabaja en un proyecto europeo pionero (LIFE Matrix) junto a la empresa Acosol. El objetivo es inyectar cada año 50.000 m3 de agua regenerada (a la que se somete a un tratamiento adicional) de la depuradora Arroyo de La Víbora en un acuífero. «Es el 15% del agua que pasa cada año por el acuífero. Si demostramos la viabilidad del proyecto, lo interesante es que las depuradoras de la Costa del Sol tienen la capacidad de producir agua regenerada que equivale a la mitad del tamaño del embalse que se usa para beber en esta zona», dice Gutiérrez.

Barrera protectoras

El agua regenerada también se introduce en acuíferos para que actúen como barrera contra la intrusión de la sal del mar. «Así sube el nivel del agua del acuífero, y ya no entra el agua de mar», explica Carrera. En este sentido, uno de los proyectos más destacables lo ha acometido la empresa Agbar, estableciendo una línea de pozos que inyectan agua regenerada en los acuíferos del delta del río Llobregat, una de las fuentes más importantes para abastecer el área metropolitana de Barcelona.

El proyecto europeo LIFE Nirvana en Murcia es pionero en buscar una solución innovadora para reducir los nitratos del agua subterránea del acuífero de Zarandona. En este caso Cetaqua trabaja con la empresa Aquatec (del grupo Agbar). «Esta tecnología consiste en inyectar nanopartículas de hierro que tienen la capacidad de potenciar la transformación del nitrato en nitrógeno gas (no tóxico), así como de convertir los pesticidas en compuestos más biodegradables», explica Guillermo Pascual, director de Operaciones y Transformación Digital de Agbar. Para una gestión más avanzada de los recursos hídricos, esta empresa, a través de su filial en Andalucía (Hidralia), también colabora con algunos ayuntamientos de Almería en el proyecto Gotham. «El objetivo —cuenta Pascual— es predecir, mediante herramientas digitales basadas en inteligencia artificial, la disponibilidad y la demanda de agua» en la zona.

Toda una corriente de innovación que fluye para recoger y conservar este importante tesoro hídrico.

Buscar agua como si fuera petróleo

La empresa Técnicas Geofísicas utiliza avanzados equipos tecnológicos para buscar aguas subterráneas

Tomografía eléctrica en 3D, campos electromagnéticos, resonancia magnética nuclear, ondas sísmicas... Todas estas avanzadas tecnologías de minería, y más, utiliza la empresa Técnicas Geofísicas (buscaraguasubterranea.com) para localizar agua en el subsuelo en cualquier punto de España. Ayuntamientos, agricultores, ganaderos, industrias... figuran entre sus clientes. «También propietarios de chalets que quieren poner un huerto o una piscina y urbanizaciones para regar jardines», cuenta Pedro Carrascosa, socio fundador de esta empresa. «Encontramos agua de la misma forma que se localiza petróleo. No detectamos el agua, sino la formación que la puede alberga», añade. 

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