La silenciosa amenaza medioambiental de las fugas de metano ruso

Los satélites delatan las emisiones fugitivas de las envejecidas instalaciones gasísticas de Rusia, el mayor emisor de combustibles fósiles del mundo

Imagen del gasoducto ‘Power Of Siberia’, situado en las afueras de Svobodni

CHARO BARROSO

Las concentraciones de gases de efecto invernadero -dióxido de carbono y metano- siguen incrementándose en la atmósfera. Así lo señala el informe sobre el Estado del Clima Europeo, presentado este viernes por el Servicio de Cambio Climático de Copernicus, que llama la atención sobre el hecho de que haya aumentado especialmente la concentración de metano. «Los datos satelitales muestran que las concentraciones de CO2 se han incrementado en alrededor de 2,3 partes por millón (ppm) y en 16,5 partes por mil millones (ppb) las de CH4», señalan.

Las miles de imágenes producidas cada día por el Sentinel-5P -el satélite de observación de la Tierra del proyecto Copernicus de la Agencia Espacial Europea-, que orbita el planeta catorce veces al día en busca de metano y otros gases, confirman la importancia que tienen los ultraemisores de metano vinculados a las actividades de petróleo y gas.

«Los satélites desempeñan un papel cada vez más importante en la vigilancia de los principales gases de efecto invernadero, el metano y el CO2. Contamos con satélites como Envistat (ESA), Gosat (JAXA), OCO-2 (NASA) y Metop (Eumesatsat)», explica Vincent-Henri Peuch, director del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS) y director adjunto del departamento de Copernicus del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio.

Puntualiza que «para el metano, especialmente, Copernicus Sentinel-5P ha demostrado su gran valor proporcionando una cobertura diaria (en ausencia de nubes) con una resolución espacial de 5km x 5km. Todos estos satélites miden las concentraciones de los gases integradas verticalmente pero, mediante modelos numéricos, es posible utilizar esta información para estimar los flujos superficiales, es decir, la suma neta de fuentes y sumideros (como la fotosíntesis de la vegetación para el CO2). Copernicus ofrece hoy en día una serie de productos de información operativa sobre las concentraciones y los flujos de superficie, que se basan en observaciones por satélite o in situ».

Emisiones fugitivas

Uno de esos puntos críticos visibles desde el espacio es la vasta red de gasoductos de Rusia. El pasado año se detectó una ultraemisión en el gasoducto subterráneo de Gazprom, que atraviesa el antiguo estado ruso de Tataristán. Una tubería defectuosa liberó a la atmósfera más de 1.800 toneladas métricas de metano, el mismo impacto que 40.000 vehículos de combustión circulando durante un año.

Los satélites revelan que el número de columnas de metano emitidas por la envejecida infraestructura de gas rusa llegó a aumentar en un 40% en 2020. «Llevamos observando y publicando sobre ello desde hace años. Nuestras mediciones atmosféricas señalan a Rusia como el país con más emisiones de combustibles fósiles del mundo, y la mayor parte de ellas provienen de emisiones fugitivas», explica el científico Pep Canadell desde la australiana ciudad de Canberra, donde dirige el Global Carbon Project, consorcio científico mundial que estudia el ciclo de carbono y su impacto en el cambio climático.

Obsoleto y sin revisión

«Hemos sabido siempre que el sistema de instalaciones ruso es muy viejo y no se revisa. No invierten en mejorarlo porque consideran que tienen reservas tan grandes de gas y tan barato que no les preocupa que una buena parte de él -entre un 5 y un 10%- se les escape, aunque esto suponga un problema ambiental desde hace muchas décadas», señala Canadell, quien puntualiza que esto se viene constatando no solo desde los satélites de Copernicus sino desde otros privados que «han confirmado la gran cantidad de emisiones fugitivas que se producen desde la extracción hasta el transporte».

La necesidad de reducir este tipo de focos es fundamental en un contexto de lucha contra el cambio climático, ya que este gas es responsable del 25% del calentamiento global. Por ello, durante la pasada Cumbre del Clima en Glasgow más de cien países se comprometieron a reducir un 30% sus emisiones de metano para 2030. Un pacto que no refrendaron Rusia, India y China, tres de los más grandes emisores junto a Estados Unidos, que sí lideró la alianza. «Hay que dejar muy claro que Rusia no participa de estos compromisos. A pesar de los datos que aportan con la intención de parecer que actúan, lo cierto es que no hay ninguna política ambiental que indique que el gobierno tiene interés para reducir las emisiones», explica este experto.

Opacidad de datos

Además, constata la falta de transparencia en los datos que se aportan. «Hemos estudiado los reportes rusos de emisiones a lo largo de muchos años, y es interesante comprobar las variaciones de emisiones. Por ejemplo, hay datos de aumentos significativos en un mismo año y, después, reportes de cantidades muy por debajo de las que han reconocido con anterioridad. No se sabe exactamente lo que pasa, podemos pensar que es intencionado o bien que como no les preocupa la reducción de emisiones no invierten en un sistema sólido con grupos de expertos que realicen un trabajo serio y continuado», puntualiza Canadell.

Pero este experto llama la atención sobre el hecho de que entre un 10 y un 15% de las emisiones de metano son fugas accidentales. «Hay conexiones antiguas, oxidadas... cambiarlas es sencillo, solo hay que invertir en mantenimiento. Antes el gas metano valía menos que ahora y se dejaba escapar sin problema, pero ahora estas fugas suponen pérdidas económicas, un dinero que se puede seguir invirtiendo en reparaciones, mejoras y actualizaciones».

Sobre esto último incide Marina Gros, responsable de campaña de Gas de Ecologistas en Acción: «Es un despropósito que no se aproveche al máximo. Los satélites reportan las fugas más grandes, pero existen otras muchas más pequeñas que no constan. Y como no hay datos, no se tiene en cuenta la pérdida económica que esto supone. A nivel global, cada año se pierden 260 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de gas. El gas ruso que importamos supone unos 155 bcm. La hoja de ruta que plantea sustituirlo para 2027 habla de disminuir en dos tercios, es decir, unos 50 bcn. Pero esa fecha se podría adelantar en dos años porque ya hay estudios que avalan que sería posible si la UE eleva la ambición del paquete Fit for 55, acelera la instalación de renovables, apuesta por la eficiencia energética y la electrificación. Y si se invierte en la gestión de las fugas de los gasoductos del norte de África, en los que se pierden 23bcn, se obtendría prácticamente la mitad de lo que la UE pretende importar de Rusia», deja claro Gros.

Tecnología y fugas

Para reducir las emisiones de metano, se ha puesto en marcha un proyecto en el que participan 14 operadores de infraestructuras gasistas y asociaciones europeas. Liderado por el European Gas Research Group (GERG) y coordinado por Enagás, impulsa el uso de nuevas tecnologías. «La cuantificación de las emisiones de metano se ha llevado a cabo tradicionalmente con el enfoque “bottom-up” en base a mediciones de puntos individuales, cálculos de ingeniería, simulaciones y factores de emisión. Se requiere que las compañías incorporen el enfoque “top-down” a su reporte de emisiones; este nuevo enfoque proporciona información sobre las emisiones totales en una instalación o en una región. Las tecnologías top-down están normalmente instaladas en drones, helicópteros, avionetas, camiones, satélites, e incluso en plataformas fijas para la monitorización de emisiones en continuo», explican desde Enagás.

La primera fase del proyecto GERG tuvo lugar en octubre de 2021 en una instalación gasista en España y consistió en probar 12 tecnologías (9 top-down y 3 bottom-up) con emisiones de metano controladas. La siguiente llevará a cabo mediciones de metano con estas tecnologías en paralelo en instalaciones en operación. Desde Enagás explican que «la mayoría de las tecnologías top-down necesitan modelos complejos para cuantificar las emisiones a partir de sus mediciones, y actualmente están en fase de desarrollo para realizar esta cuantificación de forma precisa, por ello la necesidad y urgencia de este proyecto de innovación».

Esta nueva capacidad de proporcionar detección de metano en tiempo real puede cambiar la dirección de la política climática en todo el mundo. Sin embargo, ni Rusia ni China tienen visos de seguirla por mucho satélite que se les ponga encima.

Reducir el calentamiento

El metano es el segundo gas de efecto invernadero con mayor presencia en la atmósfera y tiene un potencial de calentamiento muy superior al CO2: más de 80 veces en un horizonte de 20 años. «La gran ventaja es que su permanencia en la atmósfera es más corta, unos 10 o 12 años, de modo que si se redujeran sus emisiones se notarían efectos en la temperatura del planeta de manera más rápida y podríamos comprobarlo antes. Eso sí, sin olvidarnos del CO2, que es el gran problema», explica David Yañez, investigador de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC), centro que ha participado en el desarrollo del primer aditivo mundial para reducir el metano en rumiantes. No hay que olvidar que la ganadería es responsable de casi un tercio de las emisiones de metano, principalmente por los rumiantes que lo expulsan a través de eruptos y la respiración.

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