Riesgo climático, finanzas sostenibles y oportunismo
«Creo que deberían ser los gobiernos los que afrontasen el desafío principal a través de la regulación y la política fiscal, mientras el BCE se centra en sus competencias»
Se acaba de celebrar la Cumbre del Clima, que ha enfatizado la importancia de este asunto para empresas y organismos públicos. No me cabe duda de la necesidad de actuar y movilizar recursos financieros con carácter inmediato. Pero creo que hay cierta confusión en algunas propuestas en relación con la política monetaria y el sector bancario, así como oportunismo en los anuncios de algunas empresas energéticas .
Lagarde ha incorporado la sostenibilidad y el cambio climático a la agenda del BCE , al igual que otros bancos centrales. Es un acierto porque se trata de un peligro potencialmente sistémico que implica cambios económicos estructurales y riesgos financieros y macroeconómicos que no se consideraban excesivamente hasta ahora, quizás por plantearse en un largo horizonte. Y está claro que, a la hora de diseñar la política monetaria, deben tenerse en cuenta todos esos efectos sobre el crecimiento a largo plazo y sobre la estabilidad financiera. Pero una cosa es esa y otra diferente poner la ejecución de la política monetaria al servicio de la lucha contra el cambio climático. Exagerando, solo nos faltaba otro «whatever it takes» («haré todo lo necesario») como el de Draghi pero ahora «climático». No me parecería justificada ni una eventual QE verde ni tampoco interferir en los mercados (aunque sea cierto que el cambio climático es un fallo de mercado). En cualquier caso, creo que deberían ser los gobiernos los que afrontasen el desafío principal a través de la regulación y la política fiscal , mientras el BCE se centra en sus competencias, que también incluyen la supervisión bancaria, lo que nos lleva al siguiente punto.
Porque este asunto afecta de lleno a las entidades financieras. La mayor frecuencia de los desastres naturales aumenta el riesgo bancario, sector que presenta en su activo muchos riesgos susceptibles de ser seriamente afectados por el cambio climático (el 25% de los créditos a empresas en España según BdE). Además, las entidades financieras tienen que contribuir a la financiación de los proyectos necesarios para mitigar los efectos del cambio climático . Aunque es necesaria una taxonomía adecuada –todavía no disponible– para evitar que se califique como sostenible o verde cualquier cosa. Así que la regulación y la supervisión de las entidades financieras se van a ver, sin duda, afectadas. Pero me parece poco afortunado que se hable de cuotas de crédito (algún país las ha puesto) para sectores prioritarios «verdes» (que suena a los antiguos coeficientes de inversión, que nunca creí que volveríamos a imitar). O que el BCE estudie reducir la exigencia de capital a los bancos que financien productos sostenibles (hasta un 25% menos). Porque aquella debiera guardar relación sólo con el grado de riesgo de la exposición, no con su carácter más o menos verde. Y es que no me parece apropiado que ser políticamente correcto sirva para cumplir las ratios. En todo caso, exíjase más capital a los activos «marrones» si su riesgo es más elevado.
Mencionaba también al principio las actuaciones oportunistas. Viene esto a cuento, sobre todo, del anuncio de Repsol sobre un ajuste en resultados, de casi 5.000 millones netos (bastante más antes de impuestos), precisamente el día que empezaba la Cumbre del Clima (antes lo hicieron otras empresas como Naturgy o Endesa). Es, sin duda, un saneamiento absolutamente necesario por la pérdida de valor de algunos activos «marrones». Pero me llama la atención la forma en que se ha presentado (y parece que, casi, convencido al mercado, vista la evolución de la cotización). Porque nos lo han «vendido» como algo positivo y una adaptación a la economía verde. Y se intenta tranquilizar a los accionistas diciendo que sólo es un ajuste contable que no influye en la caja (disculpa poco válida que suelen emplear algunas empresas al contabilizar fuertes pérdidas). Cuando, en realidad, lo que probablemente ponen de manifiesto esos cargos es un desenfoque en la estrategia previa, que obliga ahora a actuar a contracorriente . Como contraste, otras empresas energéticas estuvieron mucho más clarividentes apostando por lo verde hace años y una española es líder mundial en energías renovables…
Carmelo Tajadura es economista