El resbalón de Uber impulsa la duda sobre si es oro todo lo que reluce en la economía digital
Los expertos no ven riesgo de burbuja, pero sí de inestabilidad, en la proliferación de firmas con más expectivas que resultados
La compañía que marcó un antes y un después en el mundo de la movilidad derrapó con estrépito en el comienzo de su viaje por el parqué bursátil. El estreno de Uber en Wall Street , uno de los más esperados de los últimos años, se produjo el viernes 10 en un contexto casi intransitable, marcado por el recrudecimiento de la guerra comercial y con los nervios de vuelta a los mercados tras un comienzo del año inopinadamente plácido. Tras fijar sus acciones en 45 dólares, en el suelo de la horquilla que manejaba, la firma echaba a rodar con una valoración inicial de 82.400 millones de dólares, lejos de los 100.000 a los que aspiraba. Aún así, es el advenimiento bursátil más importante desde el de Alibaba en 2014. Nada más sonar la campana, las acciones comenzaron a desplomarse, y acabaron perdiendo un 7,56% al final de la jornada. La caída se intensificó hasta cerca del 20% en el segundo día, aunque los títulos repuntaron, y los mercados respiraron, tras la prórroga de Trump en los aranceles a los coches europeos. El viernes se movían en el entorno de los 43 dólares.
El accidentado y volátil arranque bursátil de Uber estuvo sin duda marcado por un contexto difícil, pero también ha vuelto a desatar las dudas sobre un modelo de negocio que ha abierto nuevos caminos, pero no ha sabido encontrar el que lleva a la rentabilidad: a pesar de su desenfrenada expansión, no conoce los beneficios al cierre de un ejercicio completo. Sus pérdidas operativas alcanzaron los 3.000 millones de dólares en 2018, a los que hay que sumar otros 1.000 millones en el primer trimestre del año. Desde su creación hace una década los números rojos acumulados se acercan a los 8.000 millones de dólares.
Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de Funcas, cree que se ha producido «una mezcla de ambas cosas. La planificación de la salida al mercado nunca es sencilla. No es algo que se programe en horas sino que requiere mucha planificación y no siempre puede acertarse con el momento. El caso de Uber además es el de una plataforma considerada un ‘‘unicornio’ ’ pero con restricciones. Lo bueno es que se caracteriza por ser una de las plataformas que se adelantó en servicios de transporte colaborativos. Lo malo es que su modelo es, hasta cierto punto, bastante imitable y eso es algo que se nota en el mercado y en la proliferación de competidores en este segmento».
Las acciones de la compañía de movilidad, en sus dos primeras sesiones de cotización en Wall Street, llegaron a acumular una caída del 20%
Y es que hay «unicornios» ( negocios de base digital de rápido crecimiento) que finalmente no acaban resultando tan fantásticos como parecía. «El problema es que todo lo que surge alrededor de la digitalización no es necesariamente original e inimitable. La caída en las perspectivas de algunas empresas industriales, los bajos tipos de interés y la escasez de oportunidades de rentabilidad han contribuido también a exagerar las expectativas respecto a los resultados de algunos de estos unicornios. Algunos pierden fuelle antes de haber despegado. Otros son adquiridos por parte de los grandes jugadores, las «Big Tech». Otros se estrellan con restricciones regulatorias que no permiten alternativas colaborativas/digitales o les ponen muchas trabas», explica Carbó.
Alvaro Bañón Irujo, profesor Asociado de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra y socio de Haltia Capital EAFI, coincide en que más allá de los elemento exógenos, los dos grandes problemas que atacan al modelo de Uber son «la incertidumbre regulatoria, que afecta a la base de su negocio, y también los problemas laborales con sus conductores, que se están poniendo muy serios. Toda esa incertidumbre penaliza, aunque es verdad que las acciones en este tipo de empresas se caracterizan por su volatilidad, porque en realidad lo que estás comprando son expectativas, no resultados». Muchas expectativas... a veces infladas. Como recuerda Carlos de la Vega Tremps, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB, «las dudas sobre el papel de los bancos colocadores y la agresividad con la que fijan los precios de las OPV es otro asunto de debate estos días. Como ejemplo, el año pasado algunos de estos bancos tasaban el valor en Bolsa de Uber en el entorno de los 120.000 millones de dólares. Un año más tarde el precio de colocación ha sido de 75.000 millones y ha pasado por niveles cercanos a los 60.000 millones».
Lejos de la burbuja
En todo caso, los expertos no creen que se puedan establecer demasiados paralelismos entre la situación actual y el desplome de las puntocom en los años noventa. «No creo que estemos en un problema de burbuja como ese, pero sí ante una sobrevaloración. De hecho, ya se observa alguna corrección en los últimos dos años, aunque, en general, la prolongación de la subida bursátil tiene un componente de sobreprecio que tendrá que corregirse en mayor medida a medio plazo», sentencia Carbó.
Sin embargo, las convulsiones puntuales no son descartables. «Cada vez estamos viendo más salidas a Bolsa de compañías de este tipo, y su peso en los índices es cada vez mayor, por lo que un “shock” en este segmento del mercado está claro que podría arrastrar a otros sectores de la economía y a un mal comportamiento en general de las Bolsas. Aun así, muchas de ellas cumplirán las expectativas y seguirán apareciendo nuevas ideas que sean capaces de generar beneficios en el futuro», afirma Carlos de la Vega.
82.400 son los millones de dólares que sumó la valoración bursátil, lejos de los 100.000 a los que aspiraba
«Aquí lo importante es que el inversor sepa dónde entra: en compañías que aún no ganan dinero, pero que podrían hacerlo. Facebook también tuvo una salida a Bolsa muy tormentosa y luego el inversor que aguantó ganó mucho dinero. Pero la apuesta por Uber debe ser para un tipo de inversor muy determinado, que acepte que estas empresas no son "utilities" con ingresos recurrentes. A mí este tipo de compañías me dan mucho respeto, porque no soy capaz de proyectar sus flujos de caja libre, porque ahora no los tienen, no parten de una base sólida», asegura Álvaro Bañón.
Solo los más fuertes sobrevivirán, y lo harán pese a que la presión fiscal y regulatoria complicará el camino incluso a los más consolidados. «Puede que afecte a las perspectivas de crecimiento pero su modelo de negocio es demasiado fuerte como para caer por una corrección regulatoria o fiscal que es, en todo caso, necesaria y lógica. El poder y la escalabilidad de estas compañías no tiene precedentes históricos», concluye Carbó. Será el tiempo el que dictamine si Uber es uno de estos «unicornios» campeones o un caballo percherón que corría demasiado.
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