«Hay que reforzar la competencia cada día, ya que no es un estado de la naturaleza»
Michele Boldrin, profesor de la Universidad de Washington y expresidente de Fedea, cree que «tener reguladores independientes es fundamental para los países, y los americanos se han dado cuenta ahora con Trump»
Boldrin es un férreo defensor de la libre competencia y de los reguladores independientes, sobre todo en Europa, donde cree que hacen mucha falta. Este economista italiano es experto en el análisis de los monopolios y ha trabajado en varios países, entre ellos España.
—Hace unas semanas la Comisión Europea multó a Google con 2.420 millones de euros por abuso de posición dominante. Este es solo un ejemplo de la lucha que se lleva a cabo contra los monopolios. ¿Le parecen acertadas este tipo de decisiones?
—Es una prueba de que Europa sirve y de que los reguladores nacionales son demasiado pequeños y capturables, el término técnico de que no siempre son imparciales. Google llegó como un factor innovador y se ha mantenido porque tiene un producto mejor que los de la competencia, pero ahora está en situación de monopolio, al igual que Facebook y hace más tiempo, Microsoft. Hay que acabar con todos los monopolios. La competencia hay que reforzarla cada día, no es un estado de la naturaleza. En EE.UU. con la desrregulación en el sector aéreo, que es donde empezó en los años 70, fue estupendo porque empezaron a crearse compañías aéreas por todas partes, lo que ha pasado muchos años después aquí en Europa, y el resultado ha sido muy bueno, ya que hay muchas compañías compitiendo entre sí. En EE.UU se ha producido el ciclo completo, porque después de la competencia de los años 80 y 90 se produjo una agregación natural de las aerolíneas y el resultado ha sido desastroso, ya que las tres grandes aerolíneas (Delta, American y United) están controlando el 80% del mercado.
«Los bancos tienen una relación privilegiada con el poder político de intercambio clarísimo»
—¿Por qué esa involución?
—Porque la naturaleza de las industrias es así. La tendencia de comerse a alguien que es más pequeño porque yo así me hago el doble de fuerte es completamente real. Si se permiten las compras entre empresas de manera continua el resultado es este. En el caso de las aerolíneas norteamericanas jugaron un papel clave los sindicatos de pilotos, que generaban a las aerolíneas costes internos muy altos que podían reducir mediante fusiones. Y como no se ha puesto freno al proceso de concentración de aerolíneas, hoy en día en EE.UU. es muy caro volar. Haría falta un regulador que rompiera el mercado, como pasó hace años con el monopolio de AT&T, que se rompió y empezó la competencia, proceso en el que ha habido también una involución, y ahora la telefonía es el doble de cara en Estados Unidos que en Europa. El factor tecnológico también favorece los monopolios, porque reduce los costes de hacer ciertos servicios. Al mismo tiempo la tecnología nueva tiende a ser más eficiente cuanto mayor es la empresa.
—¿Entonces usted defiende darle más poder a los reguladores?
—Para hacer eso primero tiene que haber una voluntad política de entender que fomentando la competencia se producen ganancias a largo plazo e ir equilibrando. Los americanos, por ejemplo, se acaban de dar cuenta ahora de la importancia de los reguladores independientes, como es el FBI, que está parando los pies a Trump.
—Sin embargo hay quienes apuestan por fusiones, en la banca por ejemplo.
—Se están cometiendo graves errores. Favorecer la consolidación bancaria dentro de un solo país es un gran error. Mi impresión es que si el BCE hubiera podido decidir, el Popular habría acabado en manos de un banco francés, los bancos del Veneto se los hubiera comprado una entidad española y el Banco Espiritu Santo un alemán, por ejemplo. Hay una presión política fuerte para mantener los mercados bancarios nacionales, y no solo afecta a España. La razón es que los bancos tienen una relación privilegiada con el poder político de intercambio clarísimo. En Italia está pasando también con el rescate de las Venetto, cuyo pasivo está yendo al Estado.
—¿Qué papel juega el comercio internacional?
—Es paradójico porque tradicionalmente los gobernantes no lo querían, porque tenían que defender las empresas nacionales pero, con el paso de los años, se descubrió que beneficiaba a todo el mundo. Las empresas y los trabajadores ineficientes pierden y son sustituidos. A los taxistas les molesta Uber porque hacen el trabajo de ellos de manera más eficiente, y eso les fuerza a ser eficientes a ellos también.
—Pero los taxistan dicen que no pueden ser eficientes porque una licencia de taxi les cuenta 100.000 euros.
—Los 100.000 euros son la medida de la ineficiencia. En este caso es la connivencia entre el poder político y las asociaciones de taxistas, porque si el primero hubiera sido eficiente nunca habría autorizado esa barrera de entrada.
—¿En qué sectores ve más riesgos de monopolio?
—En todos, es una tendencia natural, pero sobre todo en la banca, donde está menos justificado casi que en cualquier otro. No es verdad que el megabanco es más eficiente que uno mediano. Muchos economistas creen que el «too big to fail» (demasiado grande para caer) es un error porque hay algunos grandes que son ineficientes. La clave es evitar que los bancos se hagan demasiado grandes.
—Pero el BCE apoya que los bancos ganen tamaño..
—Se ha dado cuenta que la resolución de las crisis bancarias en muchos países venía solamente por la agregación y la consolidación. El error del BCE es no haber insistido más con los poderes políticos nacionales para conseguir que la consolidación sea paneuropea y no nacional.