Atando cabos

Propósitos de año nuevo

En la zona Euro, el margen de actuación de la política suplementaria, la monetaria, está prácticamente agotado

Alfonso García Yubero

Los inicios de año suelen venir acompañados de la elaboración de listas de nuevos propósitos que, transcurridas unas semanas, terminan cayendo en saco roto. A buen seguro, si pudiéramos acceder a las de los responsables de la política económica en la mayor parte de los países del planeta durante estos primeros compases de 2020, los planes de estímulo fiscal encabezarían esas listas.

Acotando la cuestión a la zona Euro, la necesidad de que ese propósito se convierta en hábito va más allá del mero reforzamiento de la posición cíclica de la economía de la región en un momento en el que el margen de actuación de la política suplementaria, la monetaria, está prácticamente agotado . Es una cuestión tan estructural como acuciante: cortar la hemorragia en los niveles de crecimiento potencial. De manera simplificada, el crecimiento potencial de una economía es la tasa hasta la que la misma podría crecer en el caso de que no dejara recurso disponible alguno sin utilizar. ¿De qué variables depende el crecimiento potencial? Básicamente de tres: población, stock de capital y productividad.

Empezando por la primera, la dinámica vegetativa viene siendo muy adversa en los últimos años e iría a peor en el futuro. La población mundial ha pasado de expandirse a tasas anuales del 2% hasta el año 1990, para desacelerarse con posterioridad hasta ritmos del 1,25% a día de hoy –fruto de la caída de la tasa de natalidad tanto en las economías OCDE como en las emergentes– y podría hacerlo hasta el 0,75% en 2040, de acuerdo a las previsiones de la ONU. En paralelo, el repunte de la longevidad ha derivado en pirámides poblacionales cada vez más abultadas en los estratos de edad superior. Una de las consecuencias principales es el progresivo deterioro de la ratio trabajador por persona de la tercera edad.

Respecto a la segunda variable, el desempeño de la inversión , tanto pública como privada, ha sido más que decepcionante en la última década, en gran medida consecuencia del legado de endeudamiento que dejó la crisis financiera. Comparativamente con el lustro 2003-07, cuando la contribución promedio anual de la inversión al PIB mundial fue de 1,65 puntos porcentuales, en el lustro 2012-16 se limitó a 0,60 pp.

Por último, el crecimiento de la productividad se halla en fase de estancamiento en la práctica totalidad de economías. Mejoras más lentas en clave de eficiencia terminan resultando en un deterioro de los estándares de vida y en unas finanzas públicas menos sólidas. Y es que, a medio plazo, el crecimiento de la productividad es el principal catalizador de prosperidad . ¿Qué factores explican la desaceleración, ya desde antes del inicio de la última crisis, en el ritmo de avance de la productividad? En primer lugar, el déficit de inversión empresarial en nuevos equipos e ideas. En segundo término, el sector servicios –con peso creciente en la economía mundial– tiene más límites en la generación de ganancias de productividad que el manufacturero y, por último, que las grandes revoluciones tecnológicas ya habrían tenido lugar.

El deterioro de las variables enumeradas es especialmente acusado en la zona Euro , lo que supone una amenaza muy seria para su crecimiento potencial en las próximas décadas. Sus dirigentes no pueden desaprovechar, repitiendo la decepción de la Cumbre Europea de junio de 2018, una utilización inteligente y más generosa de la herramienta fiscal. Argumentos no les faltan en lo relativo a las tres variables explicativas del crecimiento potencial: una gestión preventiva del factor dependencia, la modernización de infraestructuras, o la aceleración de la transición digital y energética, entre los más importantes. Y herramientas tampoco: por ejemplo, el Banco Europeo de Inversiones, con la máxima calidad crediticia, puede emitir deuda a largo plazo a tipos prácticamente nulos y su impacto en materia de actividad (vía multiplicadores –elasticidad del PIB respecto al gasto público– y efectos indirectos), de hacerse de forma coordinada en la región, sería el mayor del mundo por economías, tras EE.UU. Renunciar a ello es quedar a merced de ulteriores planes de choque diseñados con mayor improvisación y, probablemente, con resultados menos eficientes. Como la persona que empieza apuntándose al gimnasio a comienzos de año, lo deja al mes, y vuelve cuando el colesterol ya se ha disparado.

Alfonso García Yubero es director de Estrategia Santander Private Banking

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