Salvador Sostres

Otra alternativa ilusionante

Que Mario Conde pudiera llegar a establecerse como esperanza de la nueva derecha dice poco de sus apologetas, pero todavía menos de los que les creyeron

Salvador Sostres

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Mario Conde fue en su día otra alternativa ilusionante que nos vendieron al aburrimiento desgastado del PP. Siempre de vez en cuando alguien olvida que la política no es el patio del recreo y cometemos el peligroso error de esperar que nuestros líderes nos entretengan, o nos diviertan, e incluso que nos seduzcan, como si se tratara de casarnos con ellos y no de elegir al más capaz de realizar bien su tarea.

Es así como empiezan el relativismo y las repúblicas bananeras: cuando nos tomamos la política como si fuera un espacio para relación social, cuando esperamos enamorarnos de nuestros representantes en lugar de exigirles que sean buenos gobernantes.

La derecha, por conservadora, por prudente y por segura, tiene la obligación de resultar previsible y aburrida. Es exactamente lo que esperamos de ella. Los inventos divertidos, los inventos seductores, los que vienen a regenerarnos -and you know- a darnos lecciones sobre todo lo que hemos hecho mal antes de ellos, tendrían por defecto que ponernos en alerta y que hacernos sospechar la estafa.

Que Mario Conde pudiera llegar a establecerse como esperanza de la nueva derecha dice poco de sus apologetas, pero todavía menos de los que les creyeron.

Lo mismo que dice poco del equilibrio emocional de Albert Rivera que haya necesitado hacerse un implante de pelo; pero todavía es peor la gente que confía en presumidos para resolver los problemas de un país serio.

Cada promesa de diversión en la derecha ha acabado en fraude político o económico: o abrazada al PSOE, o abrazada al delito, que no es lo mismo pero es igual.

Un Estado no sólo es aburrido sino que tiene que serlo. Lo mismo que el orden, que el buen funcionamiento del tráfico diario, que las medidas precisas y mesuradas para favorecer el crecimiento económico -que casi siempre significa no perjudicarlo-, y esa protección discreta pero constante que necesita la libertad para no retroceder y asegurar los perímetros de nuestro mundo civilizado.

La derecha no tiene que ser ilusionante. Es tu vida la que tiene que ser ilusionante, y tu esposa, y tus restaurantes. Para ilusionarnos, y para divertirnos, tenemod conversaciones con los amigos, Disney, la Champions, y esos viajes fabulosos que con dos whiskies tanto nos gusta planear, aunque la derecha sabemos que moverse es una ordinariez y casi siempre nos acabamos quedando en casa.

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