Los portugueses claman al cielo por los 21.000 millones que les ha costado rescatar a su banca

Un informe del Tribunal de Cuentas revela que evitar el hundimiento de la banca en el país vecino ha costado 21.000 millones en doce años

los portugueses claman al cielo al ser conscientes de una gestión tan reiteradamente desastrosa ante la inacción del primer ministro ABC

Francisco Chacón

El coste de evitar el hundimiento de la banca se ha convertido en demasiado caro para los portugueses, que ven impotentes cómo se han empleado ya 21.000 millones de euros de las arcas públicas a lo largo de los últimos 12 años, de acuerdo con un informe del Tribunal de Cuentas. Cierto que no se ha vuelto a producir ningún colapso desde la bancarrota del Espírito Santo en 2014, pero también es verdad que el saneamiento y la reestructuración siguen siendo palabras utópicas , una quimera cada vez más imposible que el Gobierno socialista se ha visto incapaz de lograr.

Nada extraño, por tanto, que la primera entidad al otro lado de la frontera sea Banco Santander, que ha sabido aprovechar la falta de solvencia propia del sector lusitano. Basta el ejemplo del periodo anual completo de 2019, cuando se requirieron 1.224 millones de euros para paliar las pérdidas de Novo Banco (heredero del Espírito Santo tras destaparse la fallida gestión de Ricardo Salgado, hoy acusado de 65 delitos) y aún más, hasta 1.327, en el caso del Banco Portugués de Negocios (BPN).

Ahora que sale a la luz semejante carrusel de cifras, con la pandemia del coronavirus como una espada de Damocles sobre el único país de la Unión Europea sin tren de alta velocidad, los portugueses claman al cielo al ser conscientes de una gestión tan reiteradamente desastrosa ante la inacción del primer ministro , Antonio Costa.

Paulo de Morais, doctor en Gestión por la Global University de Oporto y experto en corrupción financiera, define toda esta debacle que se esconde debajo del mal llamado e inexistente «milagro portugués»: «Es un absoluto desastre, primero porque hay casi un 20% de ciudadanos en situación de pobreza extrema e incluso ellos pagan impuestos para subsidiar un sistema bancario dominado, durante décadas, por gestores corruptos e incompetentes. Por otro lado, los apoyos a la banca fueron para resolver los desajustes y el deterioro, en la mayoría de los casos por préstamos que las entidades concedieron en régimen de favores y corrupción. Los favorecidos fueron algunos de los grandes grupos económicos y empresarios del régimen, que vieron sus deudas perdonadas por la banca. Estos perjuicios los han pagado todos los contribuyentes».

Mal generalizado

El profesor de la Universidad Portucalense explica a ABC que el problema era «generalizado» y que arrancó antes de la quiebra del Espírito Santo: «Muchos bancos concedieron préstamos sin las garantías adecuadas, como sucedió con el BPN, nacionalizado en 2008 con un coste superior a los 7.000 millones de euros para el erario público. La firma acabó siendo vendida a la angolana Isabel dos Santos a precio de saldo y todavía en los Presupuestos del Estado han de reservarse partidas económicas para pagar este negocio. Por ejemplo, en 2021 harán falta 50 millones de euros , y eso que habrán transcurrido 12 años de su intervención pública».

Más esclarecedoras palabras a este diario de este experto: «También Caixa Geral de Depósitos se benefició de un aumento de capital de 5.000 millones de euros en 2017 para solucionar sus desajustes, esencialmente inmobiliarios. Y lo mismo aconteció con Banif, intervenido y más tarde vendido a precio irrisorio al Santander».

Así las cosas, resulta toda una sorpresa que se haya extendido la expresión «milagro portugués» para describir la realidad económico-social del país vecino en los últimos años. «Cuando Portugal entró en la Unión Europea, prometieron a los ciudadanos que el país iba a dejar de ser uno de los más pobres de la Unión Europea. Al principio, era una Europa de 12 miembros y estábamos a la cola. Hoy somos 27 y continuamos a la cola, muy lejos del grupo de cabeza».

A juicio de Paulo de Morais, «los portugueses son rehenes de un sistema de tipo feudal en el que las políticas económicas nacionales son definidas por defensores de intereses extranjeros».

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