María Jesús Pérez - CON PERMISO
Telefónica, cirugía mayor o solo retoque cosmético
La decisión de Álvarez-Pallete de coger el toro por los cuernos en el próximo consejo de administración en Barcelona es valiente, desoyendo a las voces supuestamente amigas, «hombres de paz», que le repiten que todo va bien, mientras le recomiendan no hacer nada
Máxima expectación en torno al próximo consejo de administración mensual de Telefónica. Una reunión inusual, por su duración -dos días, los próximos 26 y 27 de noviembre-, y por su ubicación, fuera de Madrid, en Universitas, el centro tecnológico de la operadora española en Barcelona. Aunque cierto es que cumpliendo a rajatabla con las reglas del buen hacer corporativo de la compañía, ya que existe el compromiso de reunir una vez al año a todo el equipo directivo fuera de la sede en la capital.
Con esta reunión, el presidente de la multinacional española, José María Álvarez-Pallete, pretende dar un paso al frente. Las cuentas no van mal, pero urge tener claro ese devenir futuro, que ya es inmediato. Además, pretende enviar un mensaje claro y de tranquilidad al mercado con el que alejar el fantasma que rodea al valor de la acción, por debajo de lo adecuado ya más de la cuenta. Pallete desembarcó en la operadora con la acción ligeramente por encima de los 9 euros y desde hace casi año y medio se ha estancado en el entorno de los siete. Incluso en verano llegó a tocar su mínimo, 5,99 euros. ¡Menudo susto para algunos!
Porque los inversores institucionales entienden que lo adecuado sería cotizar, como mínimo, a once euros por título. Es también una de las obsesiones, entre comillas, del máximo ejecutivo de la operadora, aunque cierto es que los números aún le acompañan: ingresos recurrentes en crecimiento trimestre tras trimestre y la deuda, a la baja. Pero se antoja muy complicado seguir gestionando y dirigiendo una supercompañía con una acción en niveles en los que peligra el reparto de dividendo. En la actualidad, la operadora adolece de un núcleo duro que aporte estabilidad. De momento, cuenta con el respaldo de BBVA, con el 6,9% del capital; Blackrock, con el 5,2%; y Caixabank, con el 5%.
Precisamente por esta razón es clave encontrar un compañero de viaje que comparta un nuevo foco estratégico para determinar qué negocios son esenciales y poder plantear potenciales desinversiones en Telefónica. Una búsqueda entre fondos pacifistas, del estilo del americano KKR que, además de dar estabilidad al capital, aleje a otros menos recomendables, y que ya acechan, como Elliott Management, uno de los fondos activistas más fervientes de Wall Street, metido ya de lleno en las tripas de la teleco norteamericana AT&T.
Por eso Pallete, en esta misión, sabe que no está solo. Y echando un vistazo a lo que ocurre en el sector sabe que no puede centrarse en el síntoma (la situación de la acción), sino en la enfermedad (el negocio). El resto de las telecos -en todo el mundo, no en clave europea-, vive igual tesitura. Están en un sinvivir con el «qué quiero ser de mayor». Adolecen de modelo de negocio futuro y están obligadas a decidirse ya. Si no, serán los inversores los que decidan por ellas. Y precedentes, haberlos haylos.
¡Que le pregunten si no a AT&T! Elliott, tras su desembarco cual elefante en una cacharrería en la operadora, no ha hecho más que exigir cambios. Pidió dejar de hacer uso del capital de la compañía para materializar compras. Pidió mantener un dividendo creciente que aumentase en torno al 2% cada año; y pidió reforzar los pagos de deuda, al mismo tiempo que propuso la recompra de acciones propias de manera recurrente. E incluso fue más allá. El último punto de lo que Elliott denominó como «el Plan», se centró en cambios en el liderazgo pidiendo además presencia de independientes para fortalecer el consejo.
Experiencia que está replicando desde hace ya más de un año en otra de las grandes europeas, en Telecom Italia, por cuya estrategia mantiene desde esos inicios una dura pugna con el principal accionista Vivendi (que controla el 23,94%), si bien ahora viven cierta «pax» social dentro del consejo. Y es que la «beligerancia» de Elliott (que cuenta con un 9,55% del capital), provocó la salida del CEO del grupo, Amos Genish -de la cuerda del grupo francés-, y el nombramiento de Luigi Gubitosi en noviembre de 2018. En cualquier caso, y a pesar de que han nombrado a finales de octubre un presidente por unanimidad -Salvatore Rossi, en sustitución del hombre elegido por Elliot, Fulvio Conti, quien dimitió el pasado 26 de septiembre- la tensión es latente y nadie desde luego se atreve a descartar más cambios inminentes.
Antecedentes suficientes tiene pues, y por ello Pallete debe ponerse manos a la obra en el próximo consejo en la Ciudad Condal. AT&T desde luego no es el espejo en el que mirarse, por lo que se reafirma en su futurible objetivo: «Telefónica tiene que ser un supermercado de servicios audiovisuales». Un concepto que está por redefinir e implementar.
Rodeado de sus directivos tendrá que acabar con la política de anuncios (despidos, desinversiones, cambios en el consejo...) y pasar a la política de acción. Quizás sea el momento de montar un nuevo equipo operativo y ejecutivo que gestione la nueva Telefónica. En el que parece ganar enteros una ejecutiva de su total confianza, la CEO de Telefónica España, María Jesús Almazor; mientras, otros intentan poner el foco en la renovación del consejo, en 2020, un asunto que aún no es relevante, aunque sí lo ha sido la reciente renovación de Javier de Paz como consejero.
Pallete está en condiciones de pedir a sus directivos más participación y compromiso, y remar en la misma dirección, no solo decidir en qué negocio centrarse (sobre todo, qué televisión hacer), sino también si hacer autocartera al estilo de Criteria con Caixa, por ejemplo, o no. Será entonces cuando veamos en Telefónica una cirugía en condiciones o un mero retoque cosmético. En todo caso, la decisión de Álvarez-Pallete de coger el toro por los cuernos es valiente, desoyendo a las no pocas voces supuestamente amigas, «hombres de paz», que le repiten que todo va bien, mientras le recomiendan no hacer nada nunca, quizás pensando más en que no les salpique la necesidad de cambiar cosas que en el bien mayor de ayudar a la compañía.
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