CON PERMISO
Sánchez, que no son molinos, que son los gigantes de Bruselas
Una semana -una más- repleta de beneficiosas palabras envueltas en mensajes directos que no tienen a bien ser escuchados
Decía Miguel de Cervantes por boca de su ingenioso hidalgo Don Quijote que de gente bien nacida es agradecer los beneficios que recibe. Oídos sordos de muchos en este santo país en el que no abunda eso de aceptar sin más lo ofrecido. ¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Y... en esas estamos. En una semana -una más- repleta de beneficiosas palabras envueltas en mensajes directos que no tienen a bien ser escuchados. Palabras dirigidas con discreción pero con toda intención. Ya sin disimulo. Porque el tiempo, más que apremia, se nos acaba. Y si los políticos en España, a ser posible aquellos que hoy ostentan el poder de gestionarla, leyeran más alla de entre líneas y las recibieran sin recelo seguro que nos iría mucho mejor al resto. Porque quienes las pronuncian saben de lo que hablan, sus paseos por Europa se dan. Solo trasladan lo que ven y oyen pero ya no quieren callar. Como las del gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, que estos días ha insistido una vez más en la necesidad de implementar de manera urgente una agenda «ambiciosa» de reformas estructurales para aumentar el crecimiento potencial de la economía, «que ya era reducido antes de esta crisis»; en mantener las medidas de apoyo y ampliarlas «si fuera necesario, dado el nivel de incertidumbre que tenemos»; en diseñar desde este momento un programa de consolidación fiscal «para dar certezas a los agentes económicos sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas»; y, con especial urgencia y dedicación, en «hacer buen uso de los fondos europeos de recuperación». A buen entendedor...
Pero... el presidente Sánchez no quiere escuchar. No se da por enterado. No le viene bien. Tiene a su izquierda un socio ávido de poder y sin escrúpulos, sin visión económica ninguna, solo interesada, pero al que en Europa ya le han tomado la matrícula. Amenaza con su retirada, sí, pero no del Gobierno, sino de la de los apoyos al Padre todopoderoso, quien fía la recuperación de España a unos fondos que no llegarán si no convencemos a nuestros frugales vecinos de que haremos todo lo que se nos recomiende y se nos traslade a través de voces autorizadas.
Voces, por cierto, ya cansadas de hacer lo indecible para, en persona, mantener viva la confianza de Europa, pero que se ven obligadas después a lanzar mensajes optimistas, pseudo manipulados con cifras disidentes a la gran mayoría por aquel que no quiere oír. La voz de una vicepresidenta que no por estar más cerca de los pasillos europeos convence sin más. Porque detrás está quién está. ¡Lo mismo piensa que mejor le iría si volviese de dónde nunca se debió de ir! Aunque tampoco haría mal, por lo mejor que nos iría a los demás, en hacer pandilla con un independiente y prudente gobernador y con aquel que todo lo ve y oye desde su silla de segundo de a bordo del BCE, que también estos días ha lanzado su aviso a navegantes: «los países que se comportan mejor en la pandemia tienen instituciones mejores y una gobernanza de calidad, con políticas económicas predicibles», ¿lo pilla presidente?
Después de meses de parálisis o de actividad reducida, muchas empresas están al borde de la quiebra pese a ser viables. Los sectores de la hostelería, de la restauración, del transporte, de las actividades culturales, etc, y de otros servicios que se basan en el contacto humano son los más afectados. Y al paso que vamos, con visos de nuevos y más estrictos confinamientos, no solo quebrarán las que son tradicionalmente el motor de este país -pymes y autónomos-, también las más grandes, las que contratan por cientos y exportan para revertir ganancias. Entre bambalinas europeas, la idea de que Bruselas podría obligar a las grandes compañías sistémicas a llevar el dividendo a fortalecer balance mientras dure la pandemia como se ha hecho con los bancos.
«Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?». Todo lo contrario. Mejor ser todo oídos. Todos. Y buen cuidado deberían tener Sanchez y Cía de no seguir al pie de la letra las imágenes de D. Quijote, no sea que cuando recobren el juicio sea ya demasiado tarde.
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