¡Es la reconstrucción, amigos!

El fondo de ayuda europea es el maná que esperaba el Gobierno para soltarse el pelo y crear su nueva grey empresarial. Hay codazos, digitales, para ocupar sillón. Aplaudir es el nuevo talento. El «aplausómetro», ya, como unidad de medida para pillar butaca

María Jesús Pérez

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Los fondos que España recibirá de Europa vendrán con condiciones. Unas muy similares a las que comporta un rescate, y de eso algo sabemos ya. ¡Que se lo pregunten a Mariano Rajoy y a los suyos! Y eso que solo fue un rescate-banca, no a la economía entera como hoy. Por eso no se entiende el paseíllo triunfal del pasado martes que le hicieron por su «éxito» todos los ministros palmeros al paso de su timonel. Valiente incongruencia. Un dinero que nos prestarán –que no «regalarán»– que, a pesar de toda la propaganda que suscitó el mismo día del acuerdo de los líderes europeos, va en contra de las pretensiones del tándem Sánchez-Iglesias . Por eso mismo, quizás, es un buen acuerdo para Europa y para España .

El caso es que bajo ese gran titular de 140.000 millones de euros –entre subvenciones y préstamos–, hay enormes peligros. Y el principal es el manejo de los tiempos. Con su lenguaje marketiniano y pegajoso este Gobierno quiere hacernos creer que esa pasta viene de golpe y aquí se reparte alegremente. Y, créanme, nada más lejos de la realidad. No es así. Vendrá por fases. Miga a miga y según cumplimientos. Y, además, como pronto a partir de 2021, que en el mientras tanto nuestros socios europeos tienen que dar el «sí» a los planes de reformas e inversiones que presenten los países rescatados, que además deben cumplir las recomendaciones económicas anuales de la Comisión Europea , y vayan destinados a reforzar el potencial de crecimiento, la creación de empleo o favorezcan la transición ecológica y digital.

Complicado pues para un Ejecutivo que hasta ayer mismo como quien dice planeaba un carrusel mayor de gasto social a pesar de todos los pesares y que, sin embargo, ahora no puede ignorar que lo fundamental del acuerdo es que enfrente tendrán el ojo censor de los socios frugales, con el freno de mano echado, el de emergencia le llaman, para que todos los planes tengan que ser aprobados por mayoría cualificada en el Consejo Europeo (al menos quince Estados miembros que representen el 65% de toda la población de la UE ).

Tras conocer el costosísimo acuerdo europeo –por las hipotecas futuras que nos dejará y por la dificultad en lograr el pseudoconsenso–, los empresarios españoles lo recibieron con satisfacción pero... con reservas. Saben que no todos van a poder saborear las mieles de las ayudas. Se marcarán unas reglas claras y el Ejecutivo estará detrás de ellas, un dinero aportado que no se inyectará en industrias que ya no tienen sentido, ¿para quién? El «quid» de la cuestión. Debe hacerse un uso prudente del dinero y de los préstamos, porque no son ni mucho menos un cheque en blanco, pero también hay que ser conscientes de las limitaciones impuestas. Mucho se habla del futuro ecológico-digital de las elegidas.

Eso quiere decir que solo tienen ventana de oportunidad las empresas que estén en la «pole position» de los tres primeros años. Y ahí es donde el Gobierno va a aprovechar para fraguar su nuevo tejido empresarial amigo. Para el resto, palabrería y expectativas a cinco años, cuando pymes, autónomos y empresas estén secas por inanición –no en vano reclaman ya, como agua de mayo, su trozo de pastel–. ¡Ay! porque ya algún doctor sentado en sillón presidencial tiene un plan para forjar ese nuevo mapa empresarial con la excusa de Bruselas .

Y es que para salir bien, todo debe estar en su momento. El Gobierno necesitaba el fondo de ayuda europeo y lo necesitaba anunciar ahora, para marcharse de vacaciones y dejar enfilados los presupuestos generales , con el PP contra la espada de Ciudadanos y la pared de Vox . El problema es que ahora hay colas para participar de la lluvia de millones que la mano derecha «aún» del presi , Iván Redondo , ha vendido como otra de sus campañas de marketing viral. Y lo que no saben los empresarios, autónomos y demás mendicantes es que esos dineros ya tienen padre. Detrás del plan de reconstrucción hay un auténtico diseño de ingeniería corporativa, para crear la nueva red empresarial clientelar del PSOE y Podemos .

Nada importa que las aerolíneas estén a punto del colapso –que se lo digan a IAG y sus ampliaciones de capital–; tanto da que las compañías de automoción no arranquen o que a la Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) no les llegue la camisa al cuello. El plan de ayudas es el argumento para ganar ascendiente que buscaba el Gobierno , la llave maestra para abrir la cerradura blindada de una clase empresarial que sonríe a Sánchez , coquetea con Iglesias y restriega el codo con Casado . Juegan a todo y eso no gusta en Moncloa , donde tienen una generación de cachorros esperando la luz verde para tomar posiciones y sillones al grito de «es la reconstrucción, amigos».

Y a quien se niegue sólo hay que dejarle macerar en el galimatías de papeleo para recibir las ayudas, porque basta con fijar el lapso a cinco años, como prevé la letra pequeña traída de Bruselas , para ablandar cualquier resistencia y que la empresa termine cayendo sola en la cesta del Ejecutivo como fruta madura.

Hay lista de espera de cachorros empresariales para coger butaca en el reparto de prebendas monclovitas. Vienen de todas partes: Galicia , Cataluña , Andalucía ... al grito de «¿qué hay de lo mío?». Auténticos codazos, digitales, claro está, por pillar una plaza en la guardia de corps empresarial del socialcomunismo.

Hay que retorcer la historia y pensar como a uno le conviene, porque para la «quinta de los palmeros» lo importante es qué puede hacer el país por ti. Nunca al revés. ¡Ah! por cierto, en Moncloa se ha instalado un aplausómetro para determinar la valía de los candidatos. Ahí lo dejo.

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