María Jesús Pérez - Con permiso

De Pablo Isla, Antonio Garamendi y la «CEC-OE»

La ocasión la pintaban calva, y el patrón de patrones decidió echarse al monte y decirle al Gobierno lo que hay que hacer. Al más puro estilo del extinto Consejo para la Competitividad, pero liderado desde Arteixo. Y es que como enemigo, cualquiera vale

El presidente de CEOE, Antonio Garamendi, y el de Inditex, Pablo Isla, en la clausura de la cumbre empresarial de la patronal, bajo el sugerente cartel con unas piernas en primer plano que la define POOL

María Jesús Pérez

Unas piernas en primer plano han sido el sugerente cartel para presentar la mega Cumbre Empresarial que durante dos semanas –sí, ¡dos semanas!– ha montado la CEOE para recopilar las grandes ideas y medidas necesarias que ayuden a los que deben gestionar y liderar un futuro que parece inalcanzable teniendo en cuenta cómo tenemos el presente. La pandemia ha dejado la economía del país como un cromo y no parece que lo que está sobre la mesa vaya precisamente en la dirección adecuada. Al menos, no para el motor de la actividad económica del país, las empresas y los autónomos, que, viendo que lo de lanzar mensajes a través de las páginas del medio de comunicación bajo el cielo protector del Grupo Santander –domingo sí, domingo también–, no da los frutos esperados, ha decidido hacer la guerra por su cuenta. Con las compañías más grandes de este país y con las más pequeñas. Y nada mejor que bajo el lema «Empresas liderando el futuro» , arropado con la imagen de ese anuncio «con piernas» para trasladar la idea de «pies, para qué os quiero» y la metáfora de un país a la carrera y sin cabeza.

Y es que a falta de una verdadera oposición política ni civil, el patrón de patrones, Antonio Garamendi, debió de pensar que ésta era la suya y que la ocasión la pintaban calva para echarse al monte y decirle al Gobierno lo que hay que hacer. Bueno, mejor que se lo dijera otro por lo que pudiera pasar, recuperando el espíritu del dichoso y extinto –en principio, porque oficialmente echó el cierre en enero de 2017– Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC). Y así, en menos de lo que canta un gallo, lo que va de la CEC a la CEOE –apenas una letra y toda una forma de entender el funcionamiento de la democracia parlamentaria–, un pelotón de empresarios –pocos han faltado, por no decir ninguno– se plantó delante de las cámaras a enviarle a Pedro Sánchez y Cía un recetario por fascículos sobre la Reconstrucción de España. O un manual de la Reconstrucción para torpes.

Olvidaron, tal vez, que Sánchez no está para gobiernos que no pasen por él, ni para más consejos que no sean los suyos y los de un Iván Redondo a quien le han prendido las faldas de la mesa camilla entre el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco de España, la propia vicepresidenta Nadia Calviño –¡ay como se convierta en presidenta del Eurogrupo!, se acabarán, digo yo, muchas tonterías de muchos, con perdón, tontos–, y la CEOE... aunque visto lo visto lo mismo mejor decir... y Pablo Isla. No en vano, por ¿sorpresa?, fue el abanderado de la cumbre trasponer el punto y final a ocho intensas jornadas de ponencias con una exposición de conclusiones. También arropadas por su Majestad, el Rey Felipe VI , más comprometido que nunca con la causa, defendiendo como pocos el «diálogo social» y el apoyo a la «iniciativa privada» como dos elementos clave para impulsar la recuperación de la economía española y la «necesaria modernización de nuestro tejido productivo». Claves a partir de ya.

Pero,... me explico. Porque Redondo ya estaba con la mosca detrás de la oreja, avisado del rebrote de una CEC de terciopelo, nada rudo y a las bravas como la de años atrás, cuando estaba liderada por el expresidente de Telefónica al frente, César Alierta, y con el presidente entonces de La Caixa –hoy de su Fundación–, Isidro Fainé, por colleras y a golpe de sms. Pero lo que no se podía imaginar la mano derecha del «Presi» era que el tiro le iba a salir por Arteixo, por el único sitio que tenía atado y bien atado sabedor de que el fundador de Inditex, Amancio Ortega , no está para ruidos. Que bastante tiene ya con haber sufrido las primeras pérdidas en la historia de la textil por la pandemia y con tener que apechugar con el cierre de más de un millar de tiendas, ¡trescientas en España! Y es que no se pueden confundir fortuna y fama: la primera sirve para vivir; la segunda, para después.

Y luego está lo del gobernador del Banco de España, Pablo Hernandez de Cos y su sorprendente aviso y petición de que se suba el IVA, que es mentarle a la madre a la coalición con Pablo Iglesias; y el FMI y su capitalismo inconsciente situando a España y a su Gobierno como los más lerdos de la clase.

Caso aparte el de Nadia Calviño, como adelantaba antes «hipotética y futura» responsable del Eurogrupo pese a quien pese, y a quien en La Moncloa cada vez ven más como un Caballo de Troya con pedigrí europeísta, un peligro con patas para los planes de mutualizar la deuda del rescate europeo y poder entonar el «aquí no ha pasado nada» y «salimos más fuertes, más altos, más guapos y más rubios». Quizás por eso lo de las piernas en el cartel de la «CEC-OE». Y es que como enemigo cualquiera vale, pero nunca como amigo.

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