OPINIÓN
El BCE, a por los dividendos y los jarrones chinos de la banca
Lagarde sigue de cerca el impacto del Covid y quiere que los beneficios vayan a fortalecer balances durante todo 2021 para agilizar la renovación del panorama bancario
EL Banco Central Europeo (BCE) ha aprendido que no se deben negar de golpe las cosas, pues sabe mejor una decepción a sorbos. El banco de bancos sabe que siempre es preferible que queden algunos restos de esperanza para que templen lo amargo de la negativa. Y en esas se encuentra con el espinoso asunto de los dividendos en la zona euro. Una decisión que no sentó, digamos, muy allá en las propias huestes financieras. En ninguna. Ni en casa, ni fuera. De fondo, hay más de lo que se cuenta a viva voz. Se quejaban los ejecutivos bancarios de que es una decisión que, tomada para el conjunto del sector, les estigmatiza como industria y no discrimina entre los mejores y los peores. Apuntaban entonces, una vez recibida la «recomendación», que esa especie de estigmatización no es buena para, por ejemplo, atraer nuevos accionistas.
Pero la decisión estaba tomada. Así se lo comunicó el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), dependiente del BCE, presidido por Andrea Enria, a finales de marzo, casi recién confinados como quien dice, pero tan tímidamente que tuvo que lanzar por dos veces el recado, porque el primero no fue lo suficientemente contundente como para sonar a «de obligado cumplimiento» a pesar de ser «recomendación». La idea inicial era cristalina: todas las facilidades que se pusieron a disposición de los bancos eran –son– para financiar la economía real, no para premiar a los accionistas o directivos. Ni se pagan dividendos ni se recompran acciones. Hasta, al menos octubre, se decidió.
Y es que el regulador bancario tiene claro que todas las facilidades para los bancos lanzadas por los estados tienen que servir para que las entidades presten más dinero a las empresas, autónomos y familias que sufren el impacto del Covid-19. Por ello, quiere que todo el colchón adicional que generen las entidades y el que tuvieran de antemano sea para financiar la economía y, ojo, para reforzar sus reservas, no para remunerar al accionista o a sus directivos.
El lío estaba servido. Porque si bien primero se dijo que no sería recomendable que los bancos repartiesen beneficios hasta otoño, unas semanas después el mensaje era que se prohibía tajantemente alegando que urgía fortalecer los balances. Vamos que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid... y así matan dos pájaros de un tiro. Enria llegó a asegurar que incluso se tomarían medidas legales contra aquellos bancos que no anularan el reparto a sus accionistas.
De momento, tal y como anunció el líder del MUS ante el Parlamento Europeo, las entidades de la UE han suspendido el pago de 27.000 millones de euros en dividendos. Y tan solo los bancos españoles cancelaron más de 4.700 millones a distribuir entre sus socios. No precisamente «pecata minuta». Banco Santander, Unicaja y Liberbank se apresuraron a anular al completo el reparto previsto para este año a cargo de los beneficios de 2019. Caixabank lo recortó a la mitad. Bankia decidió cancelar el dividendo extraordinario de 2.500 millones que tenía previsto pagar este año, pero mantuvo el ordinario ya que el banco celebró la junta antes de la «recomendación» del BCE, igual que BBVA, Sabadell y Bankinter. Mensaje pues recibido y asumido.
Pero, como apuntaba, hay más de fondo. El «road show» informativo del segundo de a bordo de la jefa del BCE, Christine Lagarde –el exministro de Economía español, Luis de Guindos– lo ha transmitido de forma cristalina una y otra vez, para disipar dudas entre los reacios. A saber: la banca europea tiene hoy más capital y es mucho más resistente de lo que era hace diez años, sí, y por tanto está mucho mejor posicionada para hacer frente a la crisis, pero su principal problema es la baja rentabilidad. Esta ya era baja antes de la crisis, y ahora se ha reducido aún más, lo que se ha reflejado en las valoraciones en Bolsa de los bancos. En estos momentos los bancos cotizan con descuentos sobre su valor en libros de media del 70%, en algunos casos incluso más, del 80 y 90%. La crisis lógicamente pondrá más presión sobre la rentabilidad y, por lo tanto, lo que era necesario antes de su estallido va a ser más necesario ahora. Eso incluye la necesidad de reducir el ratio de costes/ingresos o... poner en marcha procesos de consolidación o de reestructuración. Hete aquí la cuestión de fondo, la madeja se va desenredando...
Luego la medida tenía ya toda la pinta de que se extendería hasta final de año. Y... tal cual. El organismo «recomendaba» a principios de junio a las autoridades de cada país que instasen a las entidades financieras bajo su supervisión a que se abstengan de repartir dividendos y de llevar a cabo recompras de acciones propias «al menos hasta el 1 de enero de 2021», lo que supone extender al menos en tres meses la moratoria en vigor. La nueva orden del organismo trunca ya las intenciones de distintas entidades españolas (Santander o Unicaja), que habían anunciado que revisarían en octubre (una vez acabada la, en principio, provisional restricción del BCE) la decisión de anular la retribución a los accionistas.
Pues... aviso a navegantes porque la gran jefa, según ha podido saber ABC, ya les ha comunicado extraoficialmente que incluso se alargará más. Todo 2021, al menos. La polémica está de nuevo servida. Aunque lo cierto es que en Fráncfort no quieren ni oír hablar de distribución de dividendos en el sector, y va para largo, y así lo recogen sus escenarios actualizados a medida que comprueban que cada mañana el Covid-19 sigue ahí, entulleciendo la respiración de la cuenta de resultados. Pero, claro, el «sí»y el «no» son fáciles de pronunciar y exigen pensar mucho.
Y en nuestro país, aunque se han ido haciendo los deberes, tal y como obligaba la condición de recibir ayudas al sector en la anterior crisis, estos aún, piensan en Europa, no se han acabado. Conoce el BCE que los bancos españoles quieren romper cadenas, pues del dividendo cuelgan infinidad de cosas y no todas precisamente en favor de accionistas ni clientes. Pues, bajo las falsas del pago adelantado –piensan aún– se camuflan no pocas prebendas y se sostienen demasiadas inercias de funcionamiento. Una cacharrería de viejos usos, fundaciones y obras sociales, con el elefante del supervisor europeo por medio.
Lagarde quiere que de una vez por todas nuestros bancos y cajas, que aún quedan de tapadillo, dejen de pensar a la antigua y traten de gustar a la moderna. Quiere que se dejen de dividendos a corto plazo y que se centren en abordar los problemas de costes y el exceso de capacidad que dificultan una rentabilidad con la que cree no se va a ninguna parte en el vertiginoso mundo posCovid. La consolidación nacional entre bancos pequeños y medianos, y transfronteriza entre los de mayor tamaño, es el mantra de la nueva normalidad, el objetivo que desde Europa se han fijado para escribir las normas de un horizonte bancario donde España no pasa inadvertida.
Las fuentes europeas son directas, y los bancos españoles saben lo que se les «recomienda»: «sin dividendos se fortalecen balances, se mejora rentabilidad, se hacen más atractivos y se fomenta la consolidación. Que se dejen de rodeos sobre la digitalización y se centren en la consolidación», me dicen, porque «los recortes de salario de las cúpulas son cortinas de humo». Solo así, consideran, se pondrán los cimientos de una nueva generación de banqueros, adaptada a lo actual, que termine con ese vaso que algunos muy poderosos ven ya medio vacío y que por resquebrajado nunca se acaba de romper. Y su duración molesta. Y mucho. Como jarrones chinos.
Hay una frase atribuida a un expresidente de Gobierno socialista –de los de verdad, no de cartón piedra como el que nos ha tocado en gracia hoy–, Felipe González, que, aunque alude a la utilidad de los presidentes de gobierno, también suele musitarse con una calculada ambigüedad en determinadas circunstancias y momentos. «Somos –cuentan que dijo– como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños: no se retiran del mobiliario, porque se supone que son valiosos, pero están todo el rato estorbando...». Añado: solo esperan a que pase alguien y con un ligero roce termine de estrellarlos contra el suelo.