ANÁLISIS

El Rey Don Juan Carlos visto por un empresario español

«De una forma constante, a base de simpatía, de señorío, de dignidad y de habilidad, lo que Don Juan Carlos ha conseguido fuera de España para nuestras empresas es incalculable»

Don Juan Carlos, el pasado verano en Aranjuez (Madrid EFE

POR SANTIAGO GIL DE BIEDMA

Nací en 1936, así que he vivido la posguerra, el franquismo, la Transición y el reinado de Don Juan Carlos . Desde 1958 hasta hoy he trabajado y trabajo en el mundo empresarial español, así que puedo decir que conozco de primera mano cómo ha evolucionado la vida económica de España y cómo ha cambiado para infinitamente mejor. Pues bien, en esa positiva transformación de la economía y de la sociedad españolas el papel de Don Juan Carlos ha sido trascendental e insustituible.

Basta pensar únicamente en la decisiva influencia que su destacada personalidad ha tenido a la hora de proyectar la imagen de España y de las empresas españolas en el extranjero. Cualquiera de los ejecutivos españoles que, como yo, hemos trabajado fuera de España antes y después de su llegada al trono podemos atestiguarlo. ¡Qué diferencia la manera de mirarnos y de tratarnos antes y después! De una forma constante, a base de simpatía, de señorío, de dignidad y de habilidad, lo que Don Juan Carlos ha conseguido fuera de España para nuestras empresas es incalculable. Y hay que saber que esos logros suyos se han traducido después en miles de puestos de trabajo y de bienestar para los españoles.

La acción exterior de Don Juan Carlos quizás no haya sido suficientemente conocida y apreciada en España, por eso se da la paradoja de que, cuando estás en el extranjero, llegan a sorprenderte el cariño y la admiración con que hablan de él personas de todas las clases y condiciones. Algo que contrasta con la indiferencia o la inquina que le dedican algunos españoles desinformados o directamente sectarios.

Además, me ha correspondido el honor y la suerte de haber tenido algún trato personal con él desde sus primeros años en España, cuando vino a educarse y a conocer a fondo nuestra Patria. En ese trato siempre he comprobado, además de su enorme atractivo y simpatía -como les pasa a cuantos le han tratado-, dos cosas: un conocimiento profundo y serio de todos los asuntos que han ocupado las conversaciones que hemos compartido, y un incondicional amor a España y a todo lo español. No tengo la menor duda de que toda su vida está marcada por ese amor a España y por esa constante voluntad de ayudar a que los españoles seamos cada vez más libres y más prósperos.

Puedo imaginar el desgarro y la tristeza que le ha tenido que provocar la decisión de abandonar provisionalmente España, aunque, como muchísimos españoles, mantengo la esperanza de que sea una situación transitoria y que pronto vuelva a nuestra Patria.

Cuando veo que los que encabezan este repugnante linchamiento contra su persona son políticos comunistas , que nunca han creado un puesto de trabajo, y separatistas, que no esconden sus propósitos de romper nuestra Nación, aún se me agiganta más la figura de Don Juan Carlos, y me rechina la actitud del presidente Sánchez, que es capaz de compartir su sillón en el consejo de ministros con todos estos que, detrás de los ataques a Don Juan Carlos, no esconden su propósito de acabar con el régimen que los españoles nos dimos mayoritariamente con la Constitución de 1978. Cuando, entonces sí, los políticos de todos los partidos -incluido el comunista de Carrillo y los nacionalistas y, por supuesto, el socialista- tuvieron la grandeza y el patriotismo de, pilotados por el Rey, aparcar sus intereses partidarios para buscar el bien de todos los españoles.

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