José Ramón Iturriaga - El quinto en discordia

¿Nada será como antes?

A medida que se vayan reabriendo los países iremos comprobando cómo se retoman, o no mucho, las rutinas anteriores

José Ramón Iturriaga

En el bien entendido de que todo cambia, pues, lógicamente, nada será como antes. Sin embargo, eso no quiere decir que lo sufrido en el último año vaya a transformar radicalmente los hábitos de la sociedad y que no se vaya a volver a los usos y costumbres anteriores.

Como en crisis pasadas, son muchos los que tiran por elevación y hacen planteamientos maximalistas que suponen una ruptura radical con el pasado. Y si la historia nos enseña algo es que sí, las cosas cambian pero ni de forma tan rápida ni tan radical como puede dar a entender lo vivido estos últimos meses. Quizás el mejor ejemplo ya no tan reciente sea lo sucedido tras el atentado de las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001. Entonces, como ahora, fueron muchos los que anticiparon un cambio en la forma de relacionarse que con el tiempo se probó equivocado. Y aunque, por ejemplo, el viajar en avión se convirtió en algo mucho más incómodo, los viajes en avión han crecido exponencialmente desde entonces.

A medida que se vayan reabriendo los países iremos comprobando cómo se retoman, o no mucho, las rutinas anteriores y cuánto de lo que se está anticipando ahora extrapolando unas circunstancias absolutamente extraordinarias queda en aguas de borrajas. Seguro que hay determinadas tendencias que venían de antes que se han acelerado en los últimos meses que ya no retornan al punto de partida porque lo vivido últimamente las ha acelerado. Ahora, pensar que como rezaba la canción el vídeo vaya a matar a la estrella de la radio puede ser fruto de un calentón de lo que nos ha tocado vivir los últimos meses.

En 2021 tendremos tiempo de analizar qué pasa con el teletrabajo, las compras por internet, los viajes de trabajo, las plataformas digitales y tantas otras cosas que han sido las protagonistas de muchos de los augurios últimamente. El mundo está en transformación permanente. No se trata de que nos tachen de negacionistas. Y hay industrias que emergen, otras que desaparecen y muchas que se van adaptando al devenir de los tiempos. Sin embargo, no menospreciemos lo que pueda pasar cuando nos dejen volver a nuestra vida rutinaria. A muchos nos gustaba y vamos a retomar nuestras costumbres con muchas ganas.

El papel de la UE

Si hubiera que quedarse con algo del año que acabamos de dejar atrás -y siempre con la salvaguarda de que en esta página el análisis económico prima sobre cualquier otro aspecto-, probablemente habría que señalar la respuesta de la Unión Europea a la crisis económica. No es que en otras zonas geográficas no haya habido respuestas parecidas o en algunos casos mejores, ni que los responsables de política monetaria no hayan estado a la altura de las circunstancias, todo lo contrario. El hecho de tener tan reciente la última crisis probablemente es una de las principales razones que está detrás de la pronta y efectiva respuesta de las distintas instituciones.

Ahora, quien ha sido capaz de sacudirse la (mala) fama de ir a remolque de los acontecimientos como en la gran crisis financiera ha sido Bruselas. En esta pronta respuesta ha influido seguro el hecho de que no haya culpables detrás de lo que ha pasado en el último año. Sin embargo, y bajo el liderazgo de Alemania, se ha ido mucho más allá de lo que hubiera sido razonable pensar hace unos meses. La respuesta ha sido mucho más ambiciosa no solo por los montantes de los programas aprobados sino por lo que suponen desde la óptica del proyecto de construcción europeo. La mutualización efectiva de la deuda europea sobre la que se construye el fondo de reconstrucción europeo es un paso de gigante en la unificación de la política fiscal. Angela Merkel ha sido la gran muñidora de este trascendental acuerdo y merece todo el reconocimiento. Ha sido capaz de cambiar el paso no solo a los países mal llamados «frugales», sino a su opinión pública y anteponer el interés general a planteamientos mucho más cortos de miras que hasta ahora se habían impuesto.

Europa no ha desaprovechado esta vez la crisis. Las reformas acometidas no tienen marcha atrás y son la piedra de toque sobre la que construir la política fiscal común que era el gran problema que adolecía el proyecto europeo. Todos debemos estar a la altura de la circunstancias, y unos más que otros. Los que más nos vamos a beneficiar no deberíamos dar argumentos a los que hasta ahora no han querido avanzar por este camino con planteamientos ambiguos o directamente enfrentados a las recomendaciones europeas. Ahí es donde probablemente resida el mayor riesgo. El oportunismo político mal entendido en su versión cuasipopulista es el mayor obstáculo para continuar avanzando por el camino que ha empezado a desbrozar la señora Merkel y que sin duda ha sido el mayor logro económico de 2020. No le hagamos el juego a los negacionistas del proyecto europeo.

Deuda pública

El envés de las políticas fiscales expansivas de los últimos años y, en concreto, de la extraordinaria respuesta que se ha dado en 2020 desde prácticamente todos los estados es el notable incremento de la deuda pública. Una nueva crisis de las finanzas públicas es uno de los escenarios con el que más de uno nos viene amenazando machaconamente en los últimos tiempos. «Alemania nos va a dejar caer» es el mantra con el que algunos augures amenazan y hay quien se lo compra ya sea o bien por aquello de la superioridad moral de los pesimistas o porque en algunos casos les conviene confundir deseos con realidad. Y es que nos empeñamos en comparar esta crisis con la anterior y no tiene nada que ver. Los bancos centrales han cambiado el tranco y saben que el camino no pasa por mayor ortodoxia económica sino por todo lo contrario. Y que mirando para delante, el mejor camino para dejar atrás los altos niveles de deuda pública pasan por deflactarla. Algo de inflación que se traduzca en tipos reales negativos, además de incentivar el crecimiento provocará que se reduzca el peso relativo de la deuda con respecto al PIB.

Y es eso lo que, por cierto, está poniendo en precio el mercado cuando España se financia en las mejores condiciones que se ha financiado nunca cobrando -sí, sí, cobrando, no pagando- por emitir deuda a prácticamente todos los plazos. Y no tiene pinta de que eso vaya a cambiar. El Banco Central Europeo -donde Alemania ejerce notable influencia pero no solo- lo tiene claro. Van a seguir interviniendo el mercado de deuda pública y fijando los tipos de interés a los que emiten todos los países de la Eurozona el tiempo que haga falta. Y por el momento tienen claro que no es cosa de unos pocos meses.

Evidentemente si uno se empeña puede romper la baraja. Ahora, no parece razonable que ningún gobierno de la zona euro vaya a poner pie en pared -y menos ninguno de los receptores netos de las transferencias del fondo de rescate europeo- por muy tentador que les pueda parecer desde el punto de vista político. Todos hemos aprendido de los Tsipras o Salvinis de la vida y lo poco saludable que resulta también desde el punto de vista electoral el jarabe de palo que receta Bruselas a los que sacan los pies del tiesto.

Desde el punto de vista político, que este ciclo económico sea completamente distinto al anterior tiene consecuencias. Nada parece indicar que el gobierno actual, por muy mal que creamos que lo pueda estar haciendo, se vaya a enfrentar a un momento catártico como el que tuvo Zapatero en el año 2010 cuando en Bruselas le torcieron el brazo.

Así las cosas, construir una estrategia política esperando que las cosas se tuerzan demuestra una mezcla de desconocimiento y bisoñez. El tiempo dirá.

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