Lagarde cambia el paso

Las palabras de la presidenta del BCE han llegado cuando el resto de bancos centrales de los países desarrollados hacía tiempo que habían cambiado el tono

Christine Lagarde, presidenta del BCE Reuters
José Ramón Iturriaga

José Ramón Iturriaga

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Toca hablar otra vez de los tipos de interés. La actualidad manda. Y lo que vimos la semana pasada en los bonos europeos es una de esas cosas que se ven pocas veces en la vida. Es algo que en términos estadísticos se califica como un evento ‘seis sigma’, lo que traducido viene a decir que es poco probable que lo volvamos a ver nunca -aunque importa recordar que en los últimos año han sucedido muchas cosas que están en las colas de una distribución normal, convirtiendo lo improbable en algo casi habitual-.

Quizás lo primero que sorprende es la sorpresa en sí misma. Las palabras de la presidenta del BCE han llegado cuando el resto de bancos centrales de los países desarrollados hacía tiempo que habían cambiado el tono. Además, las lecturas de inflación han sido las que han sido últimamente. Y aunque es verdad que hasta hace poco la francesa había mantenido un discurso inequívoco en lo que a los tipos se refiere, la posibilidad de que en cualquier momento cambiara el paso estaba ahí. En cierta medida también tienen que aprovechar el momento para salir del rincón en el que ellos mismos se han metido por las circunstancias absolutamente excepcionales que les ha tocado gestionar. Y no hay que olvidar que en un sistema fiduciario como el actual, un banco central no puede nunca empeñar su principal activo, que es su credibilidad. Lo que dices y cuando lo dices es muchas veces más importante incluso que lo que haces.

Lo segundo, y más allá de la reacción de los mercados, que lógicamente se suelen pasar de frenada ante circunstancias inesperadas, es analizar las consecuencias que una eventual subida de tipos antes de lo que se esperaba va a suponer en la economía. Los titulares sobre la prima de riesgo han vuelto. Y lo que probablemente hay que hacer es coger un poco de distancia y entender que el cambio de política monetaria no supone un endurecimiento sustancial de las condiciones de financiación. Hay que recordar que el punto de partida es extremo. Y por mucho que suban algo los tipos en los próximos meses no va a ser tanto como para revertir esta situación. A lo anterior hay que sumar el hecho de que a medida que avance el año en Europa los precios se irán relajando por lo que la presión por ese lado disminuirá.

Así las cosas, no hay razones para pensar que los bancos centrales no vayan a ser capaces de mantener el ‘ten con ten’ de algo más de inflación con crecimientos razonables y condiciones financieras tanto para el sector privado como público a niveles históricamente atractivas.

La banca gana

El comportamiento de la banca en Bolsa en las últimas semanas está sorprendiendo. Y no es para menos porque llevaban unos años en los que han sido sin duda la piñata del mercado. Cualquier razón era buena para ponerles de vuelta y media.

Y de un día para otro el viento ha cambiado. En cierta medida se ha alineado todo no solo para el arranque del año que han tenido sino para que lo sigan haciendo bien una temporada. Por un lado, los resultados empresariales están sorprendiendo positivamente en todas sus líneas. Ingresos, costes y mora están evolucionando mejor de los esperado. La mejor evolución de las comisiones por el lado de los ingresos, pero no solo. También lo que ingresan en su negocio puramente bancario también da señales de que está levantando cabeza. Y la mayor sorpresa quizá esté siendo la evolución de la morosidad. Ni está ni, por lo que se está viendo con la evolución de los préstamos ICO que ya han vencido las moratorias, se la espera. No hay precedentes de que una crisis de esta magnitud se haya resuelto con el sistema financiero dejándose tan pocos pelos en la gatera. Además, hay que recordar que la banca estos últimos años se ha visto obligada a provisionar de acuerdo a los modelos del supervisor, por lo que entra en el nuevo ciclo sobreprovisionada. Y por el lado de los costes, quizá lo más notable es lo que se está empezando a intuir que va a ocurrir, sobre todo en las entidades recientemente fusionadas.

Por otra parte, el apalancamiento de la banca a la normalización de los tipos de interés es notable. Tanto por el lado del activo como por el del pasivo, el hecho de que la curva se normalice es música para sus oídos. Sin hacer nada, la mejora en márgenes es notable, y además cierta pendiente en la curva les permite gestionar el balance de forma mucho más sencilla -si no se les ha olvidado después de tantos años con una curva como la que hemos tenido-. La subida del euríbor les entra en vena y eso todavía no se ha visto en los resultados que ya se estaban recuperando.

A lo anterior hay que sumar el hecho de que la banca europea, a pesar de que desde los mínimos ha recuperado, sigue cotizando a múltiplos históricamente bajos. Sin ir más lejos cotizan prácticamente a la mitad que la banca minorista americana. Y no, los bancos americanos no son ni más eficientes, ni están mejor gestionados que los europeos. Básicamente allí llevan con tipos de interés algo por encima de los nuestros -y, más importante, a los que probablemente tiendan los europeos en los próximos meses- los últimos años.

Por lo tanto se cumplen todos los requisitos para que el sector bancario europeo no solo lo haya, por fin, hecho bien sino para que lo siga haciendo. Al hecho de que las cuentas de resultados de la banca son muy agradecidas cuando el viento sopla de cola se le suma también que nadie los tiene en cartera. Lo veremos.

No saben lo que les pasa

La semana pasada se celebró el seminario anual que celebra el Santander sobre compañías españolas. En dos días pasan por ahí y se reúnen con inversores las principales compañías cotizadas españolas. Aunque fue virtual y desde luego que no es lo mismo, dónde va a parar, este encuentro es un momento magnífico para tomar el pulso de la realidad económica española a través de los ojos de sus principales empresarios.

El tono en general fue muy positivo. Y por lo que supone para una economía como la española me detengo en las conclusiones que se desprenden de las presentaciones de las compañías inmobiliarias. Digo que lo que supone para la economía española porque es sabido que los ciclos van -o por lo menos en los últimos cuarenta años han ido siempre- de la mano de la evolución del ladrillo . Nos gustaría ser la California de Europa, es nuestra eterna aspiración, pero de momento somos la Florida -lo que bien visto y, sobre todo teniendo en cuenta las dinámicas del ciclo que acaba de comenzar en la economía europea, tampoco está tan mal-.

Los principales responsables de estas compañías coincidieron en que las cosas van entre bien o muy bien. Quizá los más optimistas dentro de un sector tan heterogéneo como el inmobiliario fueron las promotoras residenciales. Ni en sus mejores sueños aspiraban a vender al ritmo que lo están haciendo hace solo unos meses. Las compañías cotizadas son ya una realidad y van a velocidad de crucero. Los incrementos de costes derivados del incremento de precios de las materias primas -estabilizándose- y mano de obra -más preocupante- los están siendo capaces de repercutir en los precios, por lo que los márgenes no se están para nada resintiendo. La demanda sigue estando muy soportada y no hay razones para pensar que esto vaya a cambiar a corto/medio plazo. Y la oferta no es suficiente para cubrirla. Además, este nuevo ciclo se caracteriza por mejores prácticas de los principales actores -promotores y bancos-.

En el caso de las socimis , lo peor está sin duda por detrás. Las dudas que la pandemia arrojó sobre la sostenibilidad de sus modelos de negocio son agua pasada. Las ocupaciones y precios tanto en oficinas como centros se recuperan, y en algunos casos ya están por encima de los niveles prepandemia.

Lo que no saben explicar o mejor dicho no terminan de entender los responsables de estas compañías es la razón por la que están fuera del radar del inversor. Como en el caso de los bancos, el favor del mercado acabará llegando. Tiempo al tiempo.

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