OPINIÓN

José Ángel Sánchez Asiaín (1929-2016)

El presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Juan Velarde Fuertes, recuerda el legado del banquero tras su muerte

El ex presidente de BBV, José Ángel Sánchez Asiaín IGNACIO GIL

JUAN VELARDE FUERTES

En este momento la vida económica y cultural española es radicalmente diferente de la que existía hace medio siglo . Eso se debe a algunas personas que actuaron en el campo intelectual —por supuesto de manera importante en el de la ciencia económica— y en el de la actividad empresarial. En ambos lugares José Ángel Sánchez Asiaín ha tenido un papel destacadísimo. Desde el punto de vista científico se licenció en Ciencias Económicas por la Universidad Comercial de Deusto y a renglón seguido por la Universidad de Madrid donde alcanzó el Doctorado en 1958. De la escuela de Enrique Fuentes Quintana pasó a ejercer docencia como Catedrático de Hacienda Pública y Derecho y, simultáneamente, pasó a ser director del servicio de estudios del Banco de Bilbao. Allí inmediatamente efectúo una investigación que ha resultado esencial para la orientación de la política económica española: la distribución de la renta nacional por provincias, a partir de un preludio de Juan Plaza Prieto. Esta labor investigadora va a culminar en un trabajo que tuvo consecuencias de política económica verdaderamente extraordinarias. En el año de 1986 fue elegido Académico numerario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y tomó posesión con un discurso titulado «Reflexiones sobre la banca. Los nuevos espacios del negocio bancario» . ¿Qué significaba esta aportación? Pues nada menos que el análisis de la realidad crediticia privada española que había generado una serie de crisis importantes y de qué manera, ante la evolución de la economía mundial y de la nacional era necesario que ésta se transformase . No se entiende la base fundamental que ha creado hasta ahora nuestra actual banca privada si prescindimos de los avisos que, desde ese trabajo, efectúo Sánchez Asiaín.

Pero además también su experiencia sirvió para mejorar otra organización bancaria: la de la Santa Sede . Y no sólo ahí dejó esa impronta. Tengamos en cuenta que era muy buen economista y nunca se me olvidará un viaje que hicimos con él Olegario González de Cardedal y yo a Bilbao, al terminar la sesión de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, para cenar con un profesor italiano muy vinculado con la Santa Sede y escuchar de él, en combinación con Sánchez Asiaín, mensajes científicos de economía que al cabo de no mucho tiempo, explican la alteración de la doctrina social de la Iglesia en la Encíclica «Centesimus Annus» de San Juan Pablo II .

Pero además Sánchez Asiaín actúo directamente en la reorganización del sistema bancario español. Sin sus decisiones no se explica, por ejemplo, la existencia hoy del BBVA, donde se encuentran desde dos grandes bancos vascos a toda una serie de instituciones crediticias que venían del sector público . Y al mismo tiempo no dejó de aportar novedades. Basta mencionar la serie de treinta y una intervenciones en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas tan importantes como por ejemplo «La situación actual del problema tecnológico en España», que en el año 2001 se encuentra ligada a la participación de Sánchez Asiaín nada menos que a la creación, junto con el Rey Juan Carlos, de COTEC, una institución que tiene un papel fundamental para que España sea un país competitivo .

Todo ello no le hizo descuidar un protagonismo grande en la investigación histórica —ahí queda para siempre su aportación sobre la economía de nuestra Guerra Civil — que le lleva a la Real Academia de la Historia, y simultáneamente el apoyo a multitud de realidades intelectuales culminadas en su presidencia del Patronato del Museo del Prado entre 1990 y 1993.

Estuvo siempre abierto a cualquier cosa de interés intelectual. También a lo que ocurría en el mundo internacional. Fue extraordinaria su intervención académica alrededor de la aparición tras la Perestroika de un sistema bancario en Rusia.

Mucho tiene que agradecer España a un talante que tenía como lema el «unir sus fuerzas al gran empeño de hacer nuevo el viejo y perenne saber acerca de la vida digna», que él buscó para los españoles.

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