La libertad de imprenta es para el que tiene una
Elon Musk atrae simpatías porque Twitter funciona de modo lamentable
La frase figuraba enmarcada tras la mesa de despacho de un editor al que conocí hace muchos años: «La libertad de imprenta es para el que tiene una». Era una advertencia para que los periodistas no perdiéramos de vista que (1) administramos una parte del derecho de otros a recibir e intercambiar información y (2) que el medio no suele ser nuestro. La tecnología ha causado tal multiplicación de soportes y ha fragmentado tanto las audiencias que ya ni se discute sobre la propiedad de los medios. La autogestionada sociedad de redactores de ‘Le Monde’ suena hoy tan lejana como su copia, ‘Liberación’, el proyecto de diario sin empresa que existió en España entre octubre de 1984 y marzo de 1985, y que ni siquiera cuenta con una entrada digna en la Wikipedia.
No sabemos en qué terminará la peripecia de Elon Musk y Twitter, pero es evidente que el hombre más rico del planeta tiene claro que es importante ser dueño de una ‘imprenta’. De hecho, la razón que cita para intentar comprar la red social es la necesidad de garantizar su independencia como ágora digital.
La incompetencia de Twitter a la hora de gestionar los debates ha hecho que muchas personas simpaticen con la apuesta de Musk. La red social no sólo suspendió y después cerró la cuenta del presidente de EE.UU., Donald Trump, sin dar explicaciones plausibles, sino que ha generado una serie de algoritmos para suspender o cerrar automáticamente las cuentas de miles de usuarios. He sufrido en carne propia sus reglas, que tienen dos aspectos impresentables: se aceptan denuncias anónimas o que suplantan identidades y no existe un mecanismo real de apelación. Lo primero permite denuncias banales e irresponsables. Al parecer, el algoritmo reacciona más favorablemente ante la denuncia cuando ésta procede de un seguidor del denunciado (eso impulsa las suplantaciones). En cuanto al procedimiento de apelación, Twitter le ofrece al afectado que recupere su cuenta de inmediato si procede a borrar el tuit y la libera de haber cometido un error o de haber realizado imputaciones calumniosas. La mayoría de los usuarios aceptamos pasar por estas horcas caudinas a cambio de recuperar nuestra cuenta de inmediato, aunque el tuit publicado sea canónico. Así, Twitter se asegura de que siempre tiene la razón.
La red social se vanaglorió en febrero de haber limitado la propaganda rusa. Pero la semana pasada su hipocresía alcanzó cotas insuperables. Resulta que cuentas españolas que han confrontado con propagandistas de Putin, empezaron a recibir denuncias anónimas y fueron suspendidos o perdieron sus cuentas. Ocurrió con el bloguero de ABC Javier Santamarta del Pozo (@javiSantamarta) y con la abogada y colaboradora de Cope y ‘The Objective’, Guadalupe Sánchez (@proserpinasb).
La compra de Twitter amenaza con ser un sofiscado caso de guerra capitalista al que el fondo de comercio (los periodistas y usuarios) asistimos atónitos y en primera fila. jmuller@abc.es
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