¿Qué fue del escándalo de Cambridge Analytica?
Cuatro años después de que se revelara que accedió a millones de datos de Facebook para perfilar votantes para Trump, no hay forma de saber si tuvo más éxito que la propaganda habitual. La tesis del control del ciudadano quedó en mera profanación de datos
Han pasado más de cuatro años desde que en marzo de 2018 estalló el escándalo de la empresa Cambridge Analytica (CA), la cual supuestamente habría logrado cambiar el comportamiento de los votantes para lograr que Donald Trump resultara elegido presidente. Es tiempo más que suficiente como para que se acumularan estudios que aclararan las interrogantes pendientes. ¿Hubo una manipulación real del electorado o sólo fue una campaña de autopromoción de CA? Y si fue real, ¿en qué medida tuvo éxito? ¿Qué lecciones se sacaron?
La respuesta es decepcionante: no hay muchos estudios. De hecho, no hay ninguno que confirme si CA cambió las cosas entre los votantes más allá de lo que podría haber hecho cualquier agencia de propaganda convencional. Casi desde el primer momento los académicos descartaron la posibilidad de comprobar el grado de éxito de CA porque la empresa se negó a publicar sus bases de datos. En septiembre de 2020 hubo una luz de esperanza: Channel 4 del Reino Unido dijo tener en su poder la base de datos que supuestamente empleó CA en la campaña de Trump. Sin embargo, no hay constancia de que la cadena de TV compartiera la información con investigadores independientes como se esperaba tras publicar la exclusiva.
Básicamente, el mundo académico se dividió entre los que creían que, tras acceder a los datos de millones de usuarios de Facebook, CA adquirió una capacidad casi infalible para saber cómo somos y qué nos motiva, y los que se mostraron escépticos al respecto. Curiosamente, los primeros, que mostraron una gran preocupación por la posible influencia en los votantes, no hicieron grandes esfuerzos por rebatir los argumentos de los segundos. Por lo visto, la coyuntura política, marcada por el fenómeno Trump, era el combustible fundamental de ese súbito interés en la manipulación colectiva.
Labraron un mito para justificar que se eligiera una alternativa que les parecía aberrante
La mayoría de los estudios que existen sobre el caso inicialmente procedían de expertos en ciencias de la computación y de periodistas que ponían el acento en la vulneración de la intimidad de los usuarios de Facebook y en la manipulación del proceso democrático. Es el caso de los trabajos de Ken Ward y Hal Berghel publicados en 2018. Pero estos estudios dieron paso a investigadores que se mostraron más escépticos, al tiempo que surgía evidencia que ponía en cuestión las intenciones de los protagonistas de la historia.
Uno de los primeros análisis que se apuntaron al escepticismo fue ‘¿Hackear a la ciudadanía?’ del antropólogo Roberto J. Gonzalez, de la Universidad estatal de San José. En él cuestionaba que el manejo de Big Data tuviera un papel decisivo en la elección de Trump. A González se unieron autores como Chris Kavanagh, de Oxford y que publicó un artículo con el expresivo título de ‘¿Por qué (casi) todo lo que se ha informado acerca de la controversia sobre el hackeo de Cambridge Analytica y Facebook está equivocado?’. Pero quizá el trabajo más acabado fue el libro ‘Dominados por los números’ de David Sumpter, donde descartaba la posibilidad de que CA hubiese implementado con éxito la psicografía (perfiles de personalidad a partir los datos de usuarios en línea) en la campaña de Trump. Este último punto ya había sido corroborado por el jefe de producto de CA, Matt Oczkowski, en un panel de Google tras la elección de 2016: «No quiero romper sus corazones, pero no hicimos psicografías en la campaña de Trump». Estas palabras aparecen citadas en un largo artículo del ‘The New York Times’ sobre CA publicado en marzo de 2017, un año antes de que estallara el escándalo. En él, Alexander Nix, jefe ejecutivo de CA, se jactaba sobre cómo habían perfilado votantes para la elección de Trump: «Cocinamos una tarta con diez ingredientes. Las psicografías fueron uno de ellos. Es difícil aislar exactamente cuál fue el impacto de cada uno de ellos».
La capacidad de influencia de CA fue contestada por distintos expertos. El politólogo Eitan Hersh dijo que sus afirmaciones sobre la predicción de los rasgos de personalidad eran «básicamente imposibles... se puede hacer mejor adivinando al azar». Es cierto que, en ese momento, no se sabía que la empresa había accedido a los datos de Facebook como se conoció en marzo de 2018.
Uno de los trabajos más recientes es ‘¿Pudo CA proporcionar la victoria presidencial de Donald Trump en 2016?’ del académico y activista Vito Laterza , de la Universidad de Agder en Noruega, publicado en 2021. Es un análisis antropológico y tiene el inconveniente de que se basa en dos libros publicados por denunciantes del caso en octubre de 2019: ‘Mindf*ck’ de Christopher Wylie y ‘Targeted’ de Brittany Kaiser. Wylie, de hecho, es el protagonista del escándalo ya que fue él quien reveló que CA había tomado datos de Facebook que descuidadamente quedaron a su alcance.
Al final, el escándalo ha quedado en un caso de negligencia por parte de Facebook a la hora de custodiar los datos de sus usuarios, pero durante meses, decenas de expertos crearon la impresión de que CA tenía la capacidad de leer nuestras mentes y cambiar nuestro comportamiento. Labraron así un mito sobre el control mental de las personas, que buscaba eximir las responsabilidades individuales en una especie de enajenación colectiva, pero, sobre todo, justificar que éstas eligieran una alternativa (Trump) que les parecía aberrante.
El 23 de mayo, el fiscal del Distrito de Columbia presentó una demanda contra Marc Zuckerberg, fundador y dueño de Meta (antes Facebook) que lo responsabiliza personalmente por el fallo de seguridad que permitió a Cambridge Analytica recopilar información valiosa con fines políticos de 87 millones de usuarios. Es la segunda ocasión en que el fiscal de Columbia actúa contra Zuckerberg. La primera investigación lo obligó a cerrar varias aplicaciones.
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