Japón, a la vanguardia de las incógnitas que atenazan a Occidente

Ni las multimillonarias inyecciones de dinero público ni los intereses negativos reactivan la economía nipona, que lleva dos décadas estancada

ZEROPHOTO
Pablo M. Díez

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Aunque Japón es un país oriental, se halla a la vanguardia de las sociedades occidentales más avanzadas. Tanto en su progreso, ya que sigue siendo la tercera potencia económica del mundo, como en sus problemas. A pesar de su evidente prosperidad y alto nivel de vida, el archipiélago nipón lleva sin levantar cabeza dos décadas, desde que en los años 90 estalló la burbuja inmobiliaria y luego se desatara la crisis financiera que sacudió a toda Asia.

La locomotora japonesa, que había crecido a un ritmo del 10% en los años 60, del 5% en los 70 y del 4% en los 80, se ralentizaba hasta acabar con el modelo de «empleos para toda la vida» que garantizaban sus grandes corporaciones. En un mundo cada vez más globalizado, las grandes marcas niponas, como Sony, Toyota, Mitsubishi, Nissan, Honda o Canon, han perdido competitividad frente a sus duros rivales asiáticos, sobre todo surcoreanos y chinos.

Como consecuencia de este cambio, han caído los salarios de los trabajadores y, por extensión, su capacidad adquisitiva, lo que ha redundado en un frenazo al consumo que ha acabado provocando el curioso fenómeno de la deflación. En lugar de subir, los precios bajan. Esto, que podría parecer algo bueno para los consumidores, resulta letal para las empresas, que ven reducidos sus ingresos y tienen que despedir a sus trabajadores. En el círculo de la economía capitalista, los nuevos parados tampoco pueden consumir al haber perdido sus salarios y, por lo tanto, contribuyen a agravar aún más la deflación.

Por desgracia para Japón, sus males no son solo económicos, sino también sociales. Con un 26% de su población por encima de los 65 años, que llegará al 40% en 2050, a este envejecimiento se une una seria crisis demográfica que le hace perder habitantes por la caída de la natalidad y la escasa llegada de inmigrantes.

Según los cálculos del Gobierno, la población nipona habrá descendido de los 127 millones de habitantes actuales a los 90 millones previstos para 2055. Hasta 2030, la fuerza laboral decrecerá en once millones de trabajadores y se situará en 55,84 millones de personas. Ahora hay 3,3 trabajadores por cada jubilado, pero a mediados de este siglo la proporción será de 1,3 a 1, lo que amenaza la viabilidad del sistema de pensiones.

«Abenomics»

Con la promesa de impulsar la economía, golpeada además por el tsunami de 2011 que provocó el accidente nuclear de Fukushima y el cierre del resto de plantas atómicas, Shinzo Abe resultó elegido primer ministro en 2012 y, dos años más tarde, volvió a ganar unas elecciones anticipadas que había convocado consciente de que no tenía rival. Las medidas de su programa, popularmente conocidas como «Abenomics», incluían multimillonarias inyecciones de dinero público para incentivar la economía y el consumo, pero no han logrado los resultados previstos.

En enero se instauró los tipos de interés negativos para penalizar los depósitos bancarios ylograr ahorros que se movieran en el mercado

Este año, el Producto Interior Bruto (PIB) de Japón no crecerá más de un pírrico 0,5% y, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), se reducirá al 0,3% en 2017. Todo ello a pesar de las multimillonarias inyecciones de dinero público y de haber instaurado en enero los tipos de interés negativos para penalizar los depósitos bancarios y lograr que los ahorros se movieran en el mercado y por último en la economía real.

Con estas medidas, el Ejecutivo nipón quería dinamizar la economía y revertir la actual deflación en una inflación del 2%, pero el gobernador del Banco de Japón, Harukiro Kuroda, reconocía esta misma semana su fracaso en este sentido. «No hemos podido conseguirlo en el plazo de dos años que nos habíamos marcado», admitió Kuroda tras una conferencia en la Universidad de Keio, donde defendió los intereses negativos e insistió en su objetivo inflacionario, pero «de forma más lenta y flexible».

A pesar de la fe del Gobierno nipón en estas medidas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le recordaba la necesidad de llevar a cabo «reformas estructurales en la economía, entre ellas subir los sueldos hasta un 3%, para conseguir el objetivo de situar la inflación al 2%». Además de pedirle una subida de impuestos, que el Ejecutivo tiene prevista pero ha retrasado para no dañar más al consumo, el Fondo Monetario le insta a «actualizar» su mercado laboral porque, debido al envejecimiento de su población, su economía no crecerá sin savia nueva.

Brexit: más incertidumbre

A todos estos problemas hay que añadir la conmoción internacional causada por el referéndum de permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. El triunfo del denominado «Brexit» y la salida británica de la UE amenazan con provocar unas turbulencias económicas de las que no se librará ningún país. Y menos Japón, que, a pesar de su lejanía, se halla a la vanguardia de los retos que se ciernen sobre Occidente.

La alargada sombra nipona sobre Europa

Con la economía renqueando desde la crisis que estalló en 2008, la situación en Europa y España guarda bastantes similitudes con la que se vive en Japón, que lleva ya dos décadas perdidas. En ambos casos, coinciden sociedades muy prósperas cuyo desarrollo ha tocado techo en un mundo cada vez más globalizado donde ya no resultan competitivas frente a otros países menos avanzados. Además de verse atrapadas por políticas económicas que no acaban de estimular el crecimiento, ni las inyecciones de dinero público en Japón ni la austeridad en Europa, sus respectivas sociedades sufren un severo envejecimiento de la población que pone en peligro las pensiones del futuro, amenazadas además por unos altísimos niveles de endeudamiento que doblan ya el valor de su PIB en el archipiélago nipón.

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