Solvencia no, rentabilidad

Contrariamente a los muchos ejemplos anteriores, aquí no se trata de poner a salvo a una entidad amenazada -ninguna de las dos muestran problemas urgentes de solvencia-, sino de buscar una rentabilidad huida

EP

IGNACIO MARCO-GARDOQUI

El anuncio de la fusión entre Caixabank y Bankia ha tenido una inusual aceptación general. Incluso Iglesias se ha tragado el sapo sin excesivas protestas, a pesar de que supone el cierre de su sueño de edificar a su alrededor una banca pública. Peor aún. Supone avanzar en sentido contrario hacia la privatización de Bankia, al diluir la participación pública en una entidad mayor y con accionistas muy relevantes. Esto demuestra que la decisión tiene sentido, es oportuna y camina en la dirección que el BCE y en especial De Guindos han reclamado con insistencia.

Contrariamente a los muchos ejemplos anteriores, aquí no se trata de poner a salvo a una entidad amenazada -ninguna de las dos muestran problemas urgentes de solvencia-, sino de buscar una rentabilidad huida . La regulación que les asfixia con crecientes requerimientos de capital y la persistencia de unos tipos en niveles ridículos, unidos a la crisis limitan los márgenes hasta límites insoportables. De ahí que la búsqueda de tamaños mayores para lograr costes menores sea la tabla de salvación a la que se aferran las entidades, al menos las europeas. Por eso no es aventurado apostar a que este episodio será solo el primero de una nueva ola de operaciones corporativas , a las que la ausencia de un mercado bancario europeo realmente único, condena a ser solo nacionales.

Faltan muchos «detalles», como la ecuación de canje, los porcentajes definitivos y la siempre delicada delimitación de poderes en la actualidad y los siempre disputados repartos y sustituciones del futuro. Fainé -un gran poder en la trastienda-, no es hombre precisamente sencillo, pero tanto Goirigolzarri como Gortázar son personas sensatas y no les resultará difícil acomodar las obligadas necesidades empresariales con las comprensibles aspiraciones personales.

Aunque se trate de un asunto empresarial resultan imposibles de eludir sus implicaciones políticas. Esto es un nuevo fracaso de aquellos que ven en el final del «procés» el principio del paraíso en la Tierra. Pues no. Este es un paso, y largo, en el avance de esa enfermedad silente que padece la sociedad catalana y la conduce inexorablemente a su pérdida de influencia.

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