Empiezan los líos
«Se debería haber objetivado no por sectores ni regiones, sino por el empleo sostenido y por el empleo futuro comprometido por cada empresa»
Como era de esperar, los primeros pasos dados en la distribución de las ayudas contempladas en el real decreto ley del Gobierno, que suponen nada menos que 11.000 millones de euros, han provocado el consabido alboroto en el Congreso y causado las primeras protestas empresariales. No se preocupe, tranquilidad, habrá más.
La bronca política se hace inaguantable y no nos acostumbramos a ella por más que lo intenten todos los días.
Es terrible ver cómo se despedazan en los escaños mientras el país se desangra en las calles. De momento, las quejas se refieren a los criterios sectoriales utilizados para discriminar a los beneficiarios. Lo cual nos conducirá indefectiblemente a la segunda oleada de protestas que será la regional.
La estructura económica de las distintas comunidades autónomas es muy diferente y, por eso, al discriminar a los sectores incurriremos en una inevitable discriminación por regiones, en función del peso relativo de cada uno de ellos en cada localización geográfica. También era de esperar que se cuantificasen las empresas que quedaban fuera del maná gubernamental.
Serán dos millones, el 53% de las pymes, que tendrán que remar con sus brazos. Una cifra que se eleva al 56% en el caso de Cataluña y al 59% en el de Madrid. Ya tienen aquí otro motivo de agravio.
¿Se podía haber hecho mejor? Creo que sí. En primer lugar, y como sucede con todas las anteriores, estas ayudas no van dirigidas a reforzar y modernizar el tejido productivo, sino a paliar los destrozos ya causados por la crisis.
Como siempre, los efectos por delante de las causas. Al igual que se debería utilizar el criterio de las inversiones traccionadas por cada euro concedido cuando se repartan los dineros europeos, aquí se debería haber objetivado no por sectores ni regiones, sino por el empleo sostenido y por el empleo futuro comprometido por cada empresa.
El problema urgente es sostener el edificio para que no colapse, pero la cuestión importante es construir un edificio sólido que aguante. Es decir, crear empleo y generar riqueza.
Siempre es duro priorizar la esperanza del futuro sobre las angustias del presente, pero si vamos a cargar a las generaciones futuras con una losa de deuda inaguantable, lo menos que podemos hacer es dejarles también una economía moderna y sostenible. O intentarlo al menos.