¿Los autónomos? Lo siento, no queda
En Alemania, en Francia y en Italia los gobiernos respectivos han establecido paquetes de ayuda con dos características comunes: son directas y son cuantiosas. Por el contrario, aquí son modestas y muchas de ellas son indirectas
Los autónomos forman un grupo social insustituible en este país de las graves carencias de empleo. Sin embargo no reciben el cariño público, ni la atención gubernamental que merecen.
Configuran un grupo social muy castigado por el embate de la pandemia. Eso sucede en todos los países, pero los datos comparativos con nuestro entorno son muy esclarecedores y nada satisfactorios. En Alemania, en Francia y en Italia los gobiernos respectivos han establecido paquetes de ayuda con dos características comunes: son directas y son cuantiosas. Por el contrario, aquí son modestas y muchas de ellas son indirectas. No resisten la comparación. Según estimaciones realizadas por ATA, lo que allí alcanza hasta los 74 euros de ayudas por cada 100 de ingresos perdidos, aquí se queda en unos ridículos 14 euros. ¿Es mejor la situación en España? No, ni hablar, en todo caso es peor. Lo que sucede es que la situación de las cuentas públicas es peor.
La demanda de ayudas es infinita y las posibilidades de los Presupuestos son limitadas. Principalmente, por culpa del desprecio oceánico que hemos mantenido por ellas en estos últimos años.
Ni el PSOE, ni siquiera el PP, han tenido el más mínimo respeto por los déficits públicos que han crecido sin control y acumulado deuda hasta alcanzar los insoportables niveles que vemos en la actualidad. Sencillamente, no podemos ayudar a nuestros autónomos porque aquí nadie se ha preocupado de racionalizar el gasto de las administraciones porque ha existido un odio visceral por cualquier tipo de ajuste y una aversión enorme hacia los recortes de cualquier concepto de la actividad pública.
Es decir, porque hemos acumulado un desequilibrio intolerable entre nuestros ingresos públicos –que fijan los estrechos límites de la realidad– y los gastos incurridos, consecuencia de los deseos y de las aspiraciones de una población autocomplaciente, permanentemente insatisfecha y acostumbrada a vivir ajena a lo que supone la responsabilidad individual e impone la capacidad colectiva.
Ahora hay que pagar los gastos sanitarios, subir las pensiones, aumentar los salarios de los empleados públicos, prorrogar los ERTE y desatascar la tesorería de las empresas sin demanda. ¿Los autónomos? Lo siento, no queda.