La gasolina ha subido en Portugal 20 veces más que los salarios en un año
El país vecino se sitúa como el quinto de la UE con el combustible más caro, con 1,60 euros por litro, y esta circunstancia lleva a miles de ciudadanos lusos a cruzar a España por sus precios más bajos
El precio de la gasolina ha subido tanto en Portugal en solo unos meses que el dato resulta demoledor: 20 veces más que los salarios a lo largo del último año. Una circunstancia que desespera a los vecinos ibéricos en plena pandemia, con una crisis económica galopante y unas perspectivas nada alentadoras.
Pero las cifras así lo reflejan, no admiten lugar a dudas. Por un lado, el incremento del combustible ha alcanzado un 24,8%, contando desde mediados de 2020 y valorando hasta ayer lunes 24 de mayo. Por otro, los recortes de sueldos en las empresas se cuentan por una media del 7%, aunque en muchos casos es bastante superior. Para colmo, se trata de compañías que, en ocasiones, aplican la reducción drásticamente, incluso si sus beneficios únicamente se han visto disminuidos, pero no cercenados del todo.
El caso es que el desajuste entre lo que cuesta la gasolina y lo que percibe un trabajador se ha abierto un 30% y coloca a un elevado grupo de familias en una situación muy comprometida.
De esta forma, Portugal se sitúa como el quinto país de la Unión Europea donde más cuesta llenar el depósito , pues ahora han de desembolsarse 1,60 euros por litro. El líder en esta tabla es Holanda con 1,78 euros, es decir, la distancia no es tanta, pero esa brecha sí se amplía a la hora de comparar los índices de los salarios de uno y otro país.
Además, la factura de la gasolina está sobrecargada de impuestos indirectos en tierras lusitanas hasta el punto de que, cuando una persona pone 100 euros de combustible para que carbure el motor de su vehículo, ha de saber que 60 de ellos no corresponden al precio real, sino que cubren las tasas establecidas por el Gobierno socialista.
El resultado es una presión económica que irrita a los ciudadanos portugueses y ya ha desembocado en una consecuencia: miles de personas que viven en las franjas transfronterizas colindantes con España no dudan en cruzar a Huelva, Badajoz, Cáceres, Salamanca, Zamora, Orense o Pontevedra para aprovisionarse del ‘alimento’ energético que necesita su automóvil, en vista de que los precios son más bajos y les merece la pena desplazarse para llenar el depósito.
El coste medio actual en España es de 1,35 euros, lo cual representa unos 25 céntimos menos por litro. Si el usuario en cuestión reside cerca de la zona limítrofe, sale a cuenta.
Esto es exactamente lo que viene sucediendo en los últimos años (excepción hecha de los tres meses en que la frontera estuvo cerrada, claro), que pasan de un lado a otro con la intención de convertirse en protagonistas de una especie de ‘turismo de la gasolina’ que beneficia a los establecimientos más próximos al territorio portugués.
Así se aprecia fácilmente en Ayamonte, donde desembarcan con este propósito moradores de Castro Marim, una preciosa localidad a solo 10 kilómetros de distancia. O en Badajoz, que recibe a decenas de habitantes de Campo Maior o Elvas, únicamente 19 kilómetros más allá.
Y lo mismo acontece de Vilar Formoso a Ciudad Rodrigo, con 31 kilómetros de separación, o de Chaves a Verín (30), por citar determinadas muestras de esta tendencia, que se repite cada día a lo largo de los 1.214 kilómetros de frontera común.
El presidente de la Asociación Empresarial de Portugal, Luis Miguel Ribeiro, lanza una seria advertencia al Ejecutivo liderado por el primer ministro socialista, Antonio Costa: «A corto y medio plazo, estos precios nos van a costar un retroceso en las exportaciones». Y añade: «Las empresas han absorbido el aumento del coste de los transportes, pero no van a poder continuar haciéndolo. Por eso, vamos a ver en breve que se eleva el precio de la gran mayoría de los productos».
Impuestos indirectos
Cuando los portugueses ven en las noticias que el petróleo se desploma en los mercados internacionales debido a distintas circunstancias, comprueban estupefactos que otros países bajan los precios de la gasolina, como es de recibo… y, sin embargo, nada de eso acontece en la patria del fado. ¿Por qué? Precisamente, porque el 60% de lo que pagan obedece a impuestos indirectos, esto es, una cantidad que no está sujeta a ningún tipo de variación porque la fija el Gobierno.
En el peso económico final de la factura, una de las partidas pertenece a los costes asociados a la materia prima : tanto a la extracción como al proceso seguido en las refinerías de petróleo. Esta franja representa el 28%, unos 2,8 euros, pero aumenta hasta los 14 en el caso de que se llene el depósito con 50 euros, tal vez la medición más demandada.
El almacenaje, la distribución y la comercialización se saldan con ocho céntimos por cada 10 euros y con cuatro euros si se sube a esos 50, mientras que el nuevo impuesto sobre los biocombustibles absorbe dos céntimos, traducidos en un euro cuando se incrementa la petición en los términos apuntados.
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