Tribuna

El mejor momento para subir impuestos

El economista y portavoz de la patronal madrileña CEIM Francisco Aranda advierte que «anunciar que se van a subir impuestos es retraer el consumo y la inversión. Es lo mismo que multiplicar el desempleo»

Oficina de la Agencia Tributaria Efe

Francisco Aranda Manzano

El mejor momento para subir impuestos es: nunca. Y, además, no subirlos en momentos de fuerte depresión económica como la actual es de absoluto sentido común. Tras haber padecido un shock de oferta, junto con uno de demanda, sumado ahora a una etapa indeterminada de tiempo con enorme incertidumbre, países como Alemania, Francia o Italia han tomado la decisión de bajar impuestos como medida básica para tratar de animar sus economías y que no se desplome el empleo a niveles insoportables.

Sin embargo, en España parece que el Gobierno baraja incrementar aún más la carga fiscal de empresas y ciudadanos. Sólo el hecho de decirlo genera consecuencias negativas y eso nos preocupa a los empresarios de Madrid. Hace varios meses, el Ejecutivo de Sánchez anunció que iba a adelantarse a toda Europa, siendo el primer país que instauraba la llamada tasa Google o tasa tecnológica. Pues bien, la consecuencia inmediata fue que un centro internacional de operaciones de esta compañía que se iba a instalar en España eligió finalmente Portugal. Los motivos por los que Google optó por Portugal para fijar su segundo mayor centro europeo después de Dublín fue la favorable política fiscal del Gobierno de nuestros vecinos, tanto para empresas como para trabajadores no residentes. Es decir, ellos ganaron recaudación. Sin embargo, la voracidad fiscal de España expulsó una vía de obtención de ingresos públicos de esa empresa, más la de sus trabajadores, más la generación de riqueza indirecta.

Anunciar que se van a subir impuestos es retraer el consumo y la inversión; por lo tanto, es lo mismo que multiplicar el desempleo, porque se frena la actividad económica. Y esto no se basa en ninguna ideología política, sino en los resultados de las experiencias reales que tenemos a nuestro alrededor. Tampoco significa que se esté en contra del estado de bienestar, más bien todo lo contrario. Si se favorece fiscalmente la actividad económica y, por lo tanto, el empleo, se estará generando más recaudación para sostener unos servicios públicos verdaderamente sostenibles y de calidad.

Nuestra economía está muy deteriorada y el mejor ejemplo de ello es la situación del mercado de trabajo. Los datos de esta semana nos han dicho que, a pesar de la vuelta a la actividad, más de cinco millones y medio de personas están en Erte o en el desempleo, y las perspectivas no son muy halagüeñas. Por eso sorprende que, en vez de trabajar en adoptar medidas que mejoren el empleo, el Ministerio de Trabajo se meta ahora a regular el teletrabajo.

A ver, no hace falta hacerlo por un motivo muy simple: ya está regulado. En España está ya recogido en el artículo 13 del Estatuto de los Trabajadores; también tenemos incorporado el Acuerdo Europeo de Teletrabajo a través de un acuerdo nacional de negociación colectiva de 2013; y, además, hace alrededor de un año la Ley de Protección de Datos y Derechos Digitales reguló el derecho a la desconexión digital en el teletrabajo. Ahora lo único que hay que hacer con toda esta materia prima normativa es incorporarla progresivamente a los sectores y empresas a través de la negociación colectiva.

En lo que tendría que fajarse el Ministerio de Trabajo, si quiere pasar a la historia por algo realmente positivo, es en introducir elementos de flexiseguridad en nuestro mercado de trabajo . Esta fórmula es especialmente adecuada en tiempos de crisis, porque preserva los derechos legítimos de protección social que tienen los trabajadores y, al mismo tiempo, garantiza el derecho del empresario a adaptarse a las circunstancias cambiantes y organizar su empresa mejor, no por capricho sino para poder responder a las variaciones en la demanda y mantener viable a la compañía. De nuevo, las experiencias que tenemos alrededor nos vienen demostrando que esta fórmula es la que mejor preserva el empleo.

La crisis sanitaria que hemos padecido ha sido un acelerador hacia la transformación digital y tenemos que darnos prisa en prepararnos para aprovechar las oportunidades que van a surgir. Aún no llegamos ni al 60% de la población trabajadora con competencias digitales básicas, según el DESI (Digital Economy and Society Index). Así va a ser difícil introducir la transformación tecnológica en nuestros procesos productivos.

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