Max Estrella o Jerome Powell
¿Es la Reserva Federal el espejo cóncavo que deforma la realidad económica de EEUU? Si no lo es, al menos lo parece, a tenor de las constantes vitales, aparentemente saludables, que presenta a día de hoy la primera economía del mundo
El callejón del Gato es un pasaje peatonal encajado en el corazón del Madrid antiguo, a pocos pasos de la Puerta del Sol. En esa callejuela, un comerciante instaló a principios del siglo XX dos espejos deformantes como reclamo para atraer clientes. Así los describía Ramón Gómez de la Serna: «Calzados en la pared y del tamaño del transeúnte de estatura regular, [los] dos espejos, uno cóncavo y otro convexo, deformaban en Don Quijote y Sancho a todo el que se miraba en ellos».
¿Es la Reserva Federal el espejo cóncavo que deforma la realidad económica de EEUU? Si no lo es, al menos lo parece, a tenor de las constantes vitales, aparentemente saludables, que presenta a día de hoy la primera economía del mundo. Una economía que tiene una particularidad respecto a buena parte de sus comparables OCDE , y que no es otra que el consumo privado representa alrededor del 70% de su PIB. Por tanto, lo que suceda por este flanco condiciona decisivamente su desempeño en clave de actividad.
¿Han lanzado las familias americanas un SOS a su banco central para que acuda al rescate gastando parte del limitado arsenal de estímulo monetario del que dispone? De acuerdo a diferentes métricas, podría afirmarse que el consumidor se halla en las antípodas de hacerlo.
Como muestra, cuatro botones, aunque podrían ser muchos más: (i) la riqueza neta familiar multiplica por siete veces su renta disponible , lo que supone nuevos máximos históricos, situándose muy por encima de los máximos precedentes a la crisis financiera iniciada en 2008; (ii) los avances en el proceso de reparación de los balances familiares han sido importantes (tres cuartas partes de la deuda contraída entre 2003 y 2007 ya se ha evaporado); (iii) la recuperación sostenida del mercado laboral ha desembocado en una situación de pleno empleo, con una tasa de paro en el 3,7%; y, no menos importante, si no lo es más, (iv) la tasa de ahorro familiar sobre su renta disponible supera el 6%, un colchón se seguridad casi histórico para una economía con una propensión marginal al consumo muy acentuada (ahorro que hay que remunerar vía tipos de interés).
Si por el lado de la actividad, aparentemente, no parece urgente el estímulo de la Fed , ¿lo es por el lado de los precios? Si nos ceñimos a la medida preferida por el banco central estadounidense en esta vertiente -el deflactor subyacente del consumo personal- parece que no, puesto que en tasa trimestral anualizada registra en la actualidad un avance del 2%, alineándose con el propio objetivo de la Fed. Además, sigue habiendo razones para anticipar repuntes en la inflación subyacente en los próximos meses si consideramos el margen todavía holgado que existe de crecimiento de los salarios.
De confirmarse un recorte de tipos de interés el próximo 31 de julio , puede en cierto modo ser el mejor reflejo de lo que es ya desde hace tiempo la nueva función de reacción de la Reserva Federal: la relativa ineficacia de la política monetaria a la hora de afectar a la actividad y la inflación por los canales tradicionales la llevan a centrarse cada vez más en su impacto sobre el mercado financiero (el cliente que acude al reclamo de los espejos deformantes).
Pero la Fed, aunque quiera escudarse en el carácter preventivo de una eventual bajada de tipos como argumento para dotar de apoyo a la continuidad de lo que ya es el ciclo expansivo más largo de la historia de EEUU, no debe olvidar que la realidad es otra. Los ciclos económicos no mueren por edad, pero la longevidad de los mismos sí incrementa las vulnerabilidades. Sí hablamos de excesos –burbujas sistémicas de activos, expansión desordenada del crédito o de los sectores cíclicos, inflación severa-, en la fase actual no se observan señales preocupantes al respecto, pero pueden empezar a aflorar si se vuelve a estimular una economía que aparentemente no lo requiere.
Será el tiempo el que dé o quite la razón a la Fed y a su presidente Powell, a sabiendas de asumir que un nuevo estímulo a corto plazo puede convertirse en un hecho grotesco o desatinado. En otras palabras, un esperpento.
Alfonso García Yubero
Director de Estrategia Santander Private Banking