Esto es lo que aporta un programa de voluntariado para ti y para tu empresa

En las compañías, mejora el clima laboral y la productividad, ya que el empleado se siente más satisfecho

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Informáticos que capacitan a niños en competencias STEM; economistas que orientan a las pymes en recursos financieros; abogados que trabajan con presos en la cárcel; asesores que aconsejan a familias con menos recursos cómo ahorrar y ser más eficientes; empleados de todo tipo que visitan todas las semanas a personas mayores o enfermos de cáncer... Se ha demostrado que hacer voluntariado, ya sea a título personal o dentro del programa de una empresa, tiene réditos increíbles en las compañías y para los empleados es un valor muy apreciado por los departamentos de Recursos Humanos. En las primeras, mejora el clima laboral y, en consecuencia, la productividad, al contar con trabajadores muchos más satisfechos. Para cualquier persona se trata de una herramienta con la que lograr las denominadas competencias «soft skills» o habilidades blandas, cada vez más valoradas por las organizaciones: muchas veces pueden ser la diferencia que incline la balanza a favor de un candidato a la hora de conseguir un puesto de trabajo, para ascender en la carrera profesional o saber gestionar equipos. Y es algo que no se imparte en las aulas de las universidades.

En el nuevo paradigma económico que se gesta, las empresas tienen que poner en valor nuevos compromisos. «Cada vez hay más compañías que no se limitan a generar un producto o un servicio y adquieren una visión más amplia. Se plantean cómo pueden paliar los problemas sociales que existen en su entorno», cuenta Mar Amate, directora de la Plataforma del Voluntariado de España. Es algo que la ciudadanía reclama. «Los empleados piden empresas distintas que se posiciones de cara a la sociedad. Las generaciones de ahora tienen más inquietudes que en el pasado, son generaciones más coherentes y conscientes de que es necesario contribuir para hacer una sociedad mejor», cuenta Ana Sainz, directora general de la Fundación Seres.

Ciempre con una ONG

Eso sería la Responsabilidad Social Corporativa de cualquier corporación, un gran paraguas bajo el que se engloba desde superar el cupo legal de trabajadores con discapacidad en plantilla, o contratar grandes parados mayores de 55 años, a tener un código ético de buen gobierno, aplicar medidas de conciliación, emitir menos emisiones o hacer carreras solidarias. Y dentro de esa RSC estarían los programas de voluntariado, que «se desarrollen a través de entidades de voluntariado», como recoge la Ley del Voluntariado de 2015. Esta norma dice: «No serían actividades de voluntariado las aisladas o esporádicas, periódicas o no, prestadas al margen de entidades de voluntariado».

Por tanto, para implantar un programa de voluntariado en una empresa es imprescindible trabajar de la mano de una ONG. «Ellas conocen el colectivo al que se dirigen», dice Sainé. Y debe ser un compromiso sostenido en el tiempo. «Una carrera solidaria no es un programa de voluntariado. El voluntariado es un trabajo a largo plazo, porque se juega en el terreno de las emociones: acompañar a una persona enferma no es un día a la semana y que luego le acompañe otro compañero a la semana siguiente.En el voluntariado social se trata a personas y lo más valioso es mantener su dignidad, ciudad y afecto», explica Mar Amate. De ahí la necesidad de hacerlo siempre guiadas por las ONG. Y en este sentido Mar se queja de cómo las empresas que llevan a cabo estas acciones miden su réditos: «Si llevamos un libro a una persona y tomamos un café con ella ¿hemos solucionado el problema de su soledad? ¿Si contratamos a un equipo de personas para limpiar la ribera del Manzanares, hemos beneficiado a más de cinco millones de madrileños?», reflexiona.

Por ahora, son las grandes empresas las que más miran hacia estos estas acciones . Un estudio de la Fundación Seres, realizado entre sus 77 socios (grandes compañías como Accenture, CaixaBank, Pascual, Mercadona, Randstad,Iberia, Telefónica...), revelaba que el 85% de ellas afirmaba tener programas de voluntariado activos. Ese informe, referido a 2017, dice que el ratio de personas que participa en ellos era del 8,3% de las plantillas. «Hace cinco años esa cifra era del 3,5%», sostiene Ana Sainz. «El gran reto es que se incorporen a estos programas las pequeñas y medianas empresas, que están más capilarizadas y asentadas en su entorno local y pueden encontrar acciones de voluntariado muy cercanas y contribuir al desarrollo comunitario», explica Mar Amate.

La ley exige que el voluntariado se desarrolle a través de una ONG

Para empezar, lo mejor es dejarse asesorar por una ONG que esté en sintonía con la actividad de la empresa, recomienda Mar Amate, que añade «también hay que pensar qué vamos a hacer y por qué, además de contar con los trabajadores para conocer hasta dónde estarían dispuestos a participar. De llevarlo a cabo, está comprobado que el voluntariado de los empleados «mejora el clima laboral, disminuye la rotación externa, proporciona mayor compromiso con la marca, el trabajador se sentirá más satisfecho y, por tanto, mas productivo. Subirá la satisfacción global», concluye Ana Sainz.

«No hace falta irse a África»

Son el valor del futuro: las «soft skills» o habilidades blandas pueden ser determinantes en muchas situaciones laborales. De hecho, el informe What Workers Want 2019, elaborado por la consultora multinacional de RR.HH. Hays, afirma que 55 % de las empresas le dan más importancia a estas capacidades de sus trabajadores que a las técnicas, que son valoradas solo por el 45 %. «En un mercado laboral que demanda saber adaptarse constantemente, estas competencias transversales son igualmente importantes para enfrentarse a un puesto de trabajo», afirma Pastora Martínez, vicerrectora de Globalización y Cooperación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Y el voluntariado es una gran gran herramienta para adquirirlas. «La persona que se ha enfrentado a realizar una tarea en situaciones de dificultad en un programa de voluntariado desarrolla capacidades de liderazgo, emprendimiento, organización, empatía, pensamiento crítico, planificación, autogestión... Adquiere mayor competencia en la resolución de problemas, porque es más flexible, entusiasta, optimista y sabe adaptarse a diferentes situaciones... Desarrolla habilidades de comunicación personales, para la negociación y el trabajo en equipo», enumera la profesora. Y todas esas dotes no se adquieren y aprenden en la enswñanza tradicional. Patora Martinez insiste: «no hace falta irse a África. A nuestro alrededor hay personas con una situación de vulnerabilidad extrema de las que se puede aprender muchísimo», asegura.

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