España se perpetúa en el furgón de cola del empleo femenino en Europa
Factores culturales, sociales y económicos explican un fenómeno que no se ha corregido con la recuperación
Parece un despropósito que nuestro país, el quinto con mayor PIB de la Unión Europea, tenga a la vez la segunda peor tasa de paro femenina en el selecto club de los 28: un 19% en 2007, casi el doble de la media europea (10,9%), según datos de Eurostat. Por detrás, solo está Grecia con un 26,1% de desempleo entre las mujeres. Por delante, todos los demás. Y muchos son economías que no tienen tanto peso en el Viejo Continente: en Chipre el 11,3% de su población femenina en edad de trabajar no tiene empleo, en Lituania el 6,7%, en Polonia el 4,9%, en Malta el 4,7% y en Hungría el 4,6, como ejemplo. El gran motor, Alemania, cierra el ranking con un 3,3%.
Y si bien es cierto que en lo que llevamos de año el desempleo entre las españolas ha descendido (en 1,46 puntos en el segundo trimestre de 2018), seguimos siendo los segundos europeos con más paro entre las mujeres. Además, tampoco conseguimos reducir la gran brecha que existe con los indicadores del colectivo masculino, a quien la recuperación está favoreciendo más. A la vista está la última Encuesta de Población Activa del INE que sitúa la tasa de paro femenino en el 17,08% frente a un 13,72% de los hombres.
Que en España la bolsa de paro tenga nombre de mujer responde a todo un conjunto de factores económicos, sociológicos y culturales que se han fraguado a lo largo de los años. Claro que cada país tiene sus peculiaridades. Cuenta el investigador de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada) Florentino Felgueroso que «en países como Polonia la agricultura sigue teniendo mucho peso, y es un sector con gran participación de la mujer, como ocurría aquí en los sesenta». Y también existe mucha mano de obra en actividades no cualificadas, que suelen estar ocupadas por ellas.
«Nos falta conciencia para que la mujer pueda compatibilizar, falta involucración y equidad»
España además tiene un gran déficit que siempre ha distinguido nuestra económía: la alta tasa de paro que ha sufrido la población, y en especial la mujer, como indica Almudena Semur, secretaria general del Instituto de Estudios Económicos (IEE). «En nuestro país —dice— la tasa de paro se situó en 17,2% en 2017, frente a el 4,9% en el caso de Polonia o el 4,2% en Hungría».
Falta conciliación
Las españolas arrastran un paro estructural que no ha surgido de la noche a la mañana. Ellas entraron tarde en el mercado laboral. «Empezaron en los años ochenta pero no fue hasta los noventa cuando comenzaron a tener tasas de empleo aceptables», recuerda Jorge Guelbenzu, director general de Infoempleo. A finales de 1995 la tasa de empleo entre las mujeres era de 26,34% (hoy es del 44,19%). La de ellos un 53,26% (en la actualidad un 55,75%).
«La mujer hace 30 años participaba muy joven en el mundo laboral. Muchas estaban trabajando a los 16 años, pero después lo abandonaban». Y es que existe una realidad que pesa como una losa, como coinciden todos los expertos: la conciliación es un lastre para ellas. «La tasa de paro no hace más que reflejar las deficiencias del mercado laboral de nuestro país. A muchas mujeres les resulta muy difícil compaginar la vida laboral y familiar en un mercado de trabajo en el que existe una gran brecha salarial de género y en el que también existen distorsiones en cuanto a puestos de responsabilidad», defiende Almudena Semur.
El 72% de los profesores son mujeres en España. Ellas han copado las áreas de educación, sanidad y servicios sociales
La deficitaria política de conciliación es muy reciente. No ha dado tiempo a que las escasas medidas que existen surtan efecto en las generaciones de mujeres trabajadoras en edad de tener hijos. «Ha sido apenas hace cinco años cuando las empresas realmente y de forma seria se han preocupado por la conciliación. Nos falta conciencia para que la mujer pueda compatibilizar, falta involucración y equidad. La maternidad ha pesado muchísimo a la hora de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y en su desarrollo. Todavía hoy la baja de maternidad y la reducción de jornada son como perder un tiempo precioso para un ascenso y para una carrera profesional», sostiene Guelbenzu.
Un mercado polarizado
A la falta de conciliación se suma el hecho de que existe una «segregación ocupacional», como lo ha denominado Cristina Antoñanzas, vicesecretaria general de UGT. Tradicionalmente ellas han copado los puestos de cuidado: sanidad, educación (el 72 % de los profesores son mujeres) y servicios sociales. No obstante, mirar hacia otros horizontes parece que cuesta, entre otros motivos, porque las mujeres todavía «encuentran importantes barreras para acceder a ocupaciones y sectores de actividad que se consideran propios de hombres», critica Antoñanzas. «El mercado de trabajo —continua— sigue diseñado de acuerdo a un patrón masculinizado».
«Cada género está muy polarizado en el mercado laboral», afirma el investigador Felgueroso. Y eso tiene sus consecuencias según el momento económico que se viva. Por ejemplo, «con los recortes de las políticas económicas durante la crisis los sectores de sanidad, educación y servicios sociales se vieron muy perjudicados, como también el comercio, que se vio afectado por la bajada del consumo interno», según Elena Blasco, secretaria de Mujeres e Igualdad de CC.OO. Con ello muchas mujeres entraron en las oficinas del INEM.
Sin embargo, ellas amortiguaron mejor la crisis. Fue el paro masculino el que aumentó intensamente con oleadas de trabajadores que llegaban sobre todo de la construcción. «Durante la crisis se resintió menos el desempleo femenino porque se destruyó más empleo en sectores masculinizados, mientras que en los sectores feminizados la destrucción fue menor y más lenta», explica Antoñanzas.
El 17% de las mujeres activas se encuentran en paro, según la última EPA, frente al 13% de hombres
Ahora, en plena recuperación ocurre todo lo contrario. El desempleo en ellas desciende m uy lentamente, mientras que en ellos va a un ritmo mucho mayor. Esto ha dejado al descubierto otra realidad. Todavía hay muchas mujeres con baja cualificación, ocupadas en servicios, en hostelería, turismo... donde hay una gran competencia, rotación y temporalidad . Y las mujeres son las primeras en ser expulsadas del mercado. «Tres de cada cuatro mujeres paradas suelen estar relacionadas con el sector servicios, siendo el único sector que ganó representación entre el desempleo femenino», señala la secretaria general del IEE.
Hay que tener en cuenta que el mercado de trabajo es un conglomerado de distintas generaciones. Tras lograr que la mujer accediera a estudios universitarios, llegaron al mercado laboral las primeras cohortes de doctoras, profesoras, psicólogas... «La mujer se incorporó a estudiar carreras superiores orientadas a su vocación. Pero su participación disminuye en las áreas técnicas, sobre todo en ingenierías y carreras tecnológicas, que son ahora las profesiones más demandadas. Y es algo que no se explica porque ellas tienen mayor grado de éxito que los hombres en las carreras técnicas», añade Guelbenzu.
También falta vocación de mujeres en oficios.Las empresas tiene una alta demanda de profesionales de FP. «El 40% de las ofertas de empleo —continua Guelbenzu— son para titulados universitarios y otro 40% para titulados en FP, pero en esta formación faltan mujeres».
No obstante, hay un reto de fondo, como explica Almudena Semur: «El número de desempleadas es menor cuanto mayor era su nivel formativo. Sin embargo, siempre hay una progresiva sobrerrepresentación de las mujeres paradas con respecto a los hombres a medida que aumentaba su nivel formativo, especialmente entre aquellas con estudios especializados».
Todo cambiará con la incorporación de las nuevas generaciones. «Nuestro mercado laboral está envejecido. Los hijos del baby boom están trabajando y en esas generaciones no había tantas mujeres. Cuando salgan del mercado, llegarán las generaciones de hoy con muchas más mujeres y más formadas», aventura Guelbenzu.
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