El economista Fernando Fernández alerta: «Estamos enfrentados a una crisis sin precedentes»
«Las últimas estimaciones del impacto en la economía española dan un rango de variación de la caída del PIB entre un 5% y un 10% este año»
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Entrevista a Fernando Fernández, economista y experto en materia laboral. Es consejero externo de Bankia y profesor del IE University. Hablamos con él sobre la preocupante situación económica que se presenta con la crisis del coronavirus.
Querido Fernando, hace un mes la situación económica era de una ligera flexion a nivel mundial pero no parecia particularmente preocupante y ahora a causa de esta pandemia es claro que el riesgo de una recesión mundial es evidente, ¿cuál es tu opinion?
Hoy, sábado 4 de abril, la pregunta ya no es si estamos ante una recesión sino de qué intensidad y sobre todo de cuánta duración. El FMI y la OCDE hablan de que cada mes que la economía está en cuarentena cae el PIB mundial un 3%. Las últimas estimaciones del impacto en la economía española dan un rango de variación de la caída del PIB entre un 5% y un 10% este año. Nos enfrentamos ante un shock exógeno de una magnitud imprevisible, y mi preocupación es que la improvisación, la incapacidad de gestión y la ceguera ideológica junto con el postureo y el hiperactivismo del gobierno puedan agravar aún más la situación. Si ya es difícil enfrentarse a una crisis de esta naturaleza, hacerlo desde el enfrentamiento y el sectarismo es prácticamente imposible.
¿Cómo es posible que también las Instituciones como la OMS no tenían preparado un plan, unos protocolos de comportamiento para limitar la epidemia desde los primeros contagiados?
Es fácil hacer de árbitro el lunes por la mañana. Nos enfrentamos a una crisis sin precedentes. Nunca antes se había tenido que cerrar por decreto una economía, confinar a la población en sus casas y parar el aparato productivo de un país, de prácticamente todos los países sucesivamente. La realidad política ha hecho imposible un análisis racional, coste beneficio, del coste en términos de empleo destruido de reducir o retrasar el contagio. En la era del pensamiento grupal y la dictadura de tuiter, el líder político que intente una respuesta gradual, proporcionada, eso que los técnicos llaman distanciamiento vertical de las poblaciones y colectivos de riesgo, en vez de horizontal, encierro general masivo, sería inmediatamente acusado de homicidio en masa. Los pocos que lo han intentado no han resistido la presión popular.
Por cierto, los economistas no salimos mejor parados. Nos hemos apuntado al pensamiento grupal, y citando un único estudio sobre la gripe española de 1918, como si la economía y la sociedad tuviera algo que ver, hemos aceptado con práctica unanimidad que la tesis del parón general es no solo la mejor sino la única estrategia posible. Los pocos que se han atrevido a disentir y a pedir un poco de análisis coste beneficio son inmediatamente silenciados al grito de inhumanos, reaccionarios que anteponen el dinero a la vida, en fin son tachados de neoliberales, que nunca he sabido lo que es pero deber ser malísimo.
La verdad es que nos enfrentamos a un «cisne negro» de libro, a una crisis de probabilidad de ocurrencia mínima, pero de consecuencias desastrosas, trágicas. Y contra eso hay poco que prevenir. Es cierto que ha faltado información en el origen, pero no vamos a descubrir ahora el régimen político de China. Es cierto también que nos ha sobrado un poco de prepotencia en los países desarrollados pensando que nuestros sistemas sanitarios estaban perfectamente dotados y preparados para resistir una epidemia. Pero también es verdad que en los casos anteriores había sido así (SARS, ébola, vacas locas, incluso la colza) y no había razones objetivas para dudarlo. Proliferan ahora, pasa en todas las crisis, profetas del apocalipsis que ya nos habían avisado. Pero lo cierto es que la seguridad absoluta no existe. Y los políticos que lo prometan solo son populistas totalitarios que nos quieren conducir hacia un camino de servidumbre. No podemos gastar recursos indefinidamente pensando en que alguna vez pueda pasar algo. No saldríamos nunca de casa. Como dicen los americanos, permíteme que lo deje en inglés que es más gráfico y suena más suave, shit happens. Hay cosas que no se pueden prever ni evitar, pero sí hay que aprender a reaccionar ante ellas, a gestionarlas con prontitud y eficacia. A eso sí debe aspirar el mundo, y desde luego una sociedad democrática avanzada como la española.
¿En un mundo global podemos todavía dar respuesta locales y no coordinadas?
Esta es quizás la lección más importante que deberíamos sacar de esta terrible epidemia. Un mundo globalizado necesita respuestas globales y carecemos de las instituciones multilaterales que permitan esta coordinación, que faciliten la toma de decisiones globales coordinadas en momentos de crisis. Esta ha sido para mí la experiencia mas amarga de esta crisis. Ver como hemos vuelto a posiciones nacionalistas, proteccionistas, aislacionistas, casi xenófobas. Hasta Alemania ha llegado a restringir la exportación de material sanitario a Italia, aunque luego haya rectificado rápidamente. Lo cierto es que parecemos haber olvidado la principal lección europea del siglo XX, que la integración comercial crea complicidades económicas y humanas que permitan crecer y desarrollarnos juntos. Si los europeos hemos olvidado nuestra propia historia, ¿cómo podemos criticar a los americanos que hayan caído en el unilateralismo bajo la administración Trump? Si el comisario Breton habla públicamente de la autosuficiencia europea en el aprovisionamiento, ¿cómo podemos pedirle a Estados Unidos y a China que no hagan lo mismo?
Y ese es precisamente el gran error que demos evitar. Si algo deberíamos haber aprendido a estas alturas, es que la globalización nos beneficia a todos. Es el gran bien público a preservar, pero hay que gestionarla adecuadamente, crear o reformar las instituciones multilaterales para que den respuestas globales a los desafíos globales. Más y mejor globalización es lo que necesitamos
¿Esta pandemia puede cambiar nuestro sistema de vida, la nueva tecnología puede ser una herramienta para controlar el riesgo de pandemia y cual es limite entre la preservación de la salud y la limitación de libertad o de la privacidad?
Sinceramente espero que no, que esta pandemia no cambie nuestro sistema de vida. No creo que debamos sacrificar libertad en aras de una falsa seguridad, ni como acabo de argumentar podemos renunciar a la globalización. Si acaso puede acelerar algo ciertas tendencias ya visibles en la sociedad pre-coronavirus. La digitalización ayudará a la deslocalización de la producción y el empleo, a la disminución del peso de los asalariados en el empleo, quizás incluso a un ritmo un poco más rápido de adopción de las innovaciones tecnológicas en la producción y en nuestra vida diaria. Pero no creo que solucione el problema de la España vacía, ni que optemos masivamente por el teletrabajo y desaparezcan los centros de producción, de comercio o de ocio.
Y tampoco creo que aumente sustancialmente el peso del sector público, aunque algunos quieran aprovechar para hacer la revolución pendiente. La gente quiere buenos servicios públicos, sanidad, educación, bienestar, pensiones. Pero la experiencia nos ha demostrado, y tenemos abundante evidencia empírica de ello en países nada sospechosos de capitalismo salvaje como los nórdicos, que no hay que confundir servicio público universal con la provisión estatal de ese servicio en régimen de monopolio. Y sabemos ya que la competencia privada en la provisión universal de los servicios públicos mejora la eficiencia y la calidad de los mismos. Habrá quien quiera revolver en aguas violentas, quien aproveche demagógicamente para agitar y promover el cambio del modelo económico, para acabar con el régimen de la Constitución, pero la realidad, la libertad y la economía social de mercados se impondrán.
¿Las ayudas del Fondo Monetario Internacional y los Bancos Centrales en bajadas de tipo de interés o en liquidez serán suficientes a ayudar los países a mantener del empleo?
Nada será suficiente para evitar la pérdida de riqueza global tras uno o dos meses, en el mejor de los casos, de parón económico mundial. Pero es importante que la política monetaria y sobre todo la fiscal apuren sus grados de libertad para aislar el efecto, para evitar que se destruyan permanentemente puestos de trabajo, tejido industrial, fondos de comercio y relaciones económicas largamente establecidas. Mantener las empresas y los puestos de trabajo es fundamental ante un shock transitorio como éste, porque reconstruirlas es mucho mas lento y doloroso. Evitar que los problemas de liquidez que inevitablemente se están produciendo, se conviertan en problemas de solvencia es el objetivo. Para ello dos cosas son fundamentales en las políticas económicas de emergencia, claridad y decisión. Las autoridades tienen que reducir al máximo la inevitable incertidumbre y no dar bandazos. Y sobre todo implementar las medias con rapidez, no perder un tiempo precioso en que las ayudas lleguen a sus destinatarios. Hace falta mucha más gestión que política.
¿Las Empresas se tendrán que repensar? El teletrabajo podría quedarse?
Soy de una vieja escuela que le enseñaron que en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanzas. Las tendencias sociales, económicas y productivas que veníamos arrastrando continuarán, como ya he dicho, e incluso algunas pueden acelerarse un poco. Pero también otras incluso ralentizarse temporalmente. Pero no será un cambio dramático. No habrá un antes y un después. Nunca lo hay ante los cismes negros, porque por eso son cisnes negros, sucesos imprevisibles extraordinariamener raros pero muy intensos. Claro que habrá cambios marginales en las cadenas de producción globales, aumentarán temporalmente los niveles de stocks, los márgenes de seguridad con los que trabajamos, producimos y hasta nos divertimos, pero será temporal.
¿El aumento de las deudas de los estados que ya eran altas que impacto tendrá sobre la política fiscal de los países y como hacer para volver a dinamizar la economia?
Todos los países saldrán con mayores niveles de deuda pública y habrá que financiarla. Esto probablemente terminará por hacer los subir los tipos de interés a niveles más sostenibles en algún momento. Pero los bancos centrales mantendrán sus políticas expansivas durante mucho tiempo e intentarán suavizar el servicio de esa deuda lo mas posible. De hecho, una preocupación creciente es que estos niveles de endeudamiento puedan recortar sustancialmente el margen de actuación de las autoridades monetarias y limitar su eficacia. Mientras no reaparezca la inflación, los niveles de tipos de interés no crearán problemas de sostenibilidad de la deuda. Y si no detenemos o revertimos la globalización y continúa la revolución digital es difícil prever inflación a corto plazo. Pero corremos el riesgo de convertirla en deuda perpetua.
Salvo en algunos países concretos. Y aquí es donde me gustaría hacer una doble precisión. Una para los países del euro, donde pueden abrirse los diferenciales y reaparecer el riesgo de redenominación, si no hay avances concretos en tres áreas: seguro europeo de depósitos, facilidad macroeconómica de estabilización europea y algún tipo de eurobonos, de mutualización de la deuda. La otra, para las economías emergentes, especialmente para aquellas mas endeudadas y expuestas a la caída del precio de las materias primas. En estos casos, habrá que ir pensando en medidas de apoyo y alivio de la deuda. El otro día leí una propuesta muy interesante de un economista y exministro argentino, Prat-Gay, que pedía al FMI utilizar su anunciado arsenal de liquidez en hacerse cargo temporalmente del servicio de la deuda de esos países para evitar la suspensión de pagos. Propuesta que tiene sus aristas en términos de riesgo moral y estrategia de salida, pero que tiene la virtualidad de poner en el debate la necesidad de soluciones solidarias e imaginativas también a nivel internacional.