«Los días de violencia en Cataluña nos hundieron el negocio»
El presidente de Room Mate Hotels, Kike Sarasola, defiende una «regulación inteligente» de los apartamentos turísticos y no una «prohibición estúpida»
Inmersa en la actualidad en un ambicioso plan de expansión, la cadena hotelera Room Mate fue pionera en aunar a dos enemigos que libran una tensa guerra desde hace años: los apartamentos turísticos y los hoteles. Hoy, la compañía liderada por Kike Sarasola (1963), que aglutina a 26 hoteles urbanos y 10 edificios de apartamentos turísticos en siete países, extiende su modelo más allá de los centros urbanos e inaugura su primer hotel de playa en Mallorca. Según explica Sarasola a ABC, este nuevo hotel «es el edificio más grande que vamos a tener. Lo compró Blackrock, que nos buscó para que lo gestionáramos. Estoy encantado de que sea en Mallorca. Creo mucho en el destino. Creo que Meliá lo está haciendo muy bien cambiando el destino y apuesto por cambiar los destinos maduros». Además, comenta de manera ambiciosa que está mirando otros destinos como Torremolinos, Canarias e Ibiza.
—¿Cuál es el techo de Room Mate?
—Si nos ponemos a soñar, ¿quién no quiere llegar a 100 hoteles? Pero lo que nos importa es que la compañía no perdamos la esencia. Nuestro plan más próximo es tener catorce edificios más en los próximos 18-24 meses. En cuanto a nuevos países, estamos mirando llegar a Portugal y alguno más en Europa y Latinoamérica. Llevamos dos o tres años con un plan de expansión muy fuerte. Hemos encontrado el modelo por fin después de muchos años de zancadillas y leyes a los apartamentos turísticos.
—¿Y aparte de los hoteles de playa, algún tipo nuevo en un futuro?
—Vamos a entrar en el modelo de hostales. Queremos el completo. Hoteles de tres, cuatro, cinco estrellas, resorts de playa...
—Ha hablado de zancadillas a los apartamentos turísticos, ¿teme que haya desde la política más trabas a este modelo?
—Yo espero que se hayan dado cuenta de que no se debe poner trabas, sino que se debe regular, no prohibir. Estoy de acuerdo con la regulación inteligente, no con la prohibición estúpida. La gente se ha dado cuenta de que la presión que pusieron los lobbys hoteleros era todo mentira porque al final estos han entrado en el negocio de las viviendas turísticas. Uno no puede decidir esto sí y esto no, es el cliente el que lo hace. Lo único que pedimos es que sean reglas justas y competitivas para que el turista venga. Aquí parece que queremos asustar al turista, con medidas como la de los cinco días, escaleras independientes... y son medidas que no se pueden cumplir. El político tiene que ver que no se pueden poner vallas al campo.
—¿Cuál sería su propuesta?
—Hay muchas, no diría una en concreta y tampoco tengo la varita mágica. Hay que mirar a las ciudades que lo están haciendo bien y copiarlas.
—¿Cómo cuáles?
—Barcelona lo fue. Había una ley fantástica en donde todos pagaban sus impuestos y no había problemas. Habría que volver a ese modelo. Luego habría que ver que no se moleste a los vecinos. Yo creo en las viviendas turísticas pero creo que es más importante saber cómo queremos nuestras ciudades y cómo vamos a convivir todos. El gran reto del turismo en los próximos años es ese.
—Precisamente, organizaciones y lobbys turísticos critican la masificación que provocan los pisos turísticos...
—Yo es que creo que tiene que haber unas reglas para que estos alojamientos tengan un mínimo de calidad. Pero hay que ser inteligentes. Toda la culpa va hacia los apartamentos turísticos. En el centro de las ciudades cada vez es más caro vivir, pero no solo aquí, también en Nueva York y en todas las partes del mundo. Pero no solo es por los pisos turísticos. Ahora se vive muy bien en el centro de las ciudades, a la gente le gusta vivir ahí. Hace diez años era al contrario, las ciudades estaban vacías y todo el mundo quería que la gente volviera. Ahora que ya han vuelto se llevan las manos a la cabeza. Pero la culpa no es solo de los pisos turísticos. Las plazas hoteleras también se han doblado en muchos sitios. Los cruceros también. Las líneas aéreas traen muchos vuelos al día de low cost. Hay un «boom» turístico y hay muchas cosas por regular. Lo triste es que los políticos y los lobbys turísticos utilizan los pisos turísticos como baza política y no estoy de acuerdo.
—¿Qué le pediría al nuevo Gobierno entonces?
—Que haya un Ministerio solo de Turismo. Hay que cuidar al turismo y tener cuidado con que haya inestabilidad porque cuando el turista ve cualquier quemada de contenedores o huelga se va corriendo.
—En ese sentido, ¿cómo afectaron las protestas en Cataluña tras la sentencia del «procés»?
—Afectó muchísimo. En los días de violencia el negocio se nos hundió. Te pondrías a llorar si dijera las cifras.
—Sin embargo, las cifras oficiales de octubre y noviembre muestran que las pernoctaciones crecieron en Cataluña...
—Las nuestras son que estábamos teniendo un año récord en Barcelona y durante las dos semanas de la crisis se nos hundieron. Luego tengo que reconocer que Barcelona es un mercado que se recupera rápido y que los números de noviembre fueron buenos.
—¿Teme que si sale el Gobierno de coalición se suban los impuestos al turismo como la tasa turística?
—Hay que tener mucho cuidado con todo. La economía está cogida con alfileres. Hay que sentarse a hablar para que el turismo no se resienta. La tasa turística si se revierte para promocionar el turismo podría entenderla, para tapar agujeros en la carretera, no.