Ni la deuda ni el déficit: el gran problema de España es la demografía
Casi una de cada tres personas tendrá más de 65 años en 2060. Más allá de las pensiones, los expertos coinciden en que el envejecimiento tendrá un impacto directo en los ingresos tributarios, la productividad, el mercado laboral, el consumo...
Rebajar la elevada tasa de paro estructural o compaginar la jubilación con el empleo son algunas de las recetas de rejuvenecimiento económico de los expertos
Dicen que cumplir años no es hacerse mayor. Sentirse viejo es una cuestión de actitud . Así lo dicen el 61% de los encuestados en un estudio de Vidacaixa. Pero por mucho optimismo y empeño que se ponga, el DNI no miente y España está abocada a una población especialmente envejecida. Las arrugas serán la tónica general en apenas 25 años, con su efecto -puede que dramático- sobre la economía. Pensiones, empleo, impuestos, consumo, gasto social... todo cambiará al ritmo que los ciudadanos empiecen a comprar cachavas.
Noticias relacionadas
Para entender lo que ocurre hay que entrar en el terreno demográfico; las tendencias y cómo hemos evolucionado. «En el siglo XX se experimentó una transición demográfica. Un proceso por el que pasan la mayoría de países del mundo: baja la mortalidad a consecuencia del avance y también la natalidad porque se reduce la fecundidad», explica Julio Vinuesa, catedrático emérito de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Tras ello llegó una segunda transición por el cambio en los comportamientos. Y la dinámica que arrastramos actualmente tiene que ver con el aluvión de nacimientos en el «baby boom» . A todo ello hay que añadir, según este experto, que cada vez será mayor la cantidad de gente que alcance edades avanzadas .
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) dan buena cuenta de cómo evolucionará la pirámide poblacional en España. La edad media en 2020 será de 43,61 años, mientras que en 2060 será de 48,56 años. Un aumento del 11,35% en cuatro décadas. En cuanto a la población de más de 65 años, el 19,66% estará en ese cohorte en 2020, frente al 30,65% de 2060. Once puntos porcentuales más. A todo ello hay que añadir la esperanza de vida, que continúa creciendo -España es el segundo país del mundo con el dato más elevado-: en 1975 era de 73,47 años y en 2018 fue de 83,24 años. Todo indica que el gran problema de España es el reto demográfico. Ni la deuda, ni el déficit, ni la fiscalidad... todo se convierte en «asuntos menores» comparados con el tema de la edad.
«El principal impacto será un aumento progresivo de la presión sobre las cuentas públicas, por el incremento de las dos principales partidas de gasto, las pensiones y la salud», dice Ricardo González, director de análisis sectorial del Servicio de Estudios de Mapfre. Por ejemplo, el gasto mensual en pensiones ya asciende a casi 10.000 millones, batiéndose cada periodo un nuevo récord. En sanidad, el desembolso es ya del 6% del PIB. Según apunta Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, el gasto en sanidad se podría llegar a incrementar los próximos años al 8-9% del PIB .
Problemas prioritarios
De las pensiones se preocupa el Banco de España . Uno de sus estudios apunta a que el reto demográfico provocará un alza de la factura de las pensiones de entre 7,6 y 13,6 puntos de PIB. Es más, el supervisor viene recordando que ni con una tasa de empleo del 80% se haría frente a este desafío ya que solo se cubriría la mitad del gasto por culpa de la demografía. La realidad es que, hoy día, ya nos encaminamos hacia las 10 millones de pensiones... pero la cifra no quedará ahí. «Se espera que en número crezcan hasta las 15 millones en 2050, conforme la generación del ‘‘baby boom’’ se vaya jubilando. Además, no crecen solo en número sino también en cuantía», recalca Cardoso.
«El envejecimiento de la población ejercerá más presión sobre el sistema de Seguridad Social . El sistema ya es una debilidad estructural clave en las finanzas públicas de España, y el déficit presupuestario de la Seguridad Social ahora representa la mayor parte del déficit del Gobierno central. Las dos reformas de pensiones sucesivas que se aprobaron en las reformas de 2011 y 2013 devolverían gradualmente el equilibrio financiero al sistema de pensiones, pero algunas de las disposiciones clave se han pospuesto o suspendido», comenta Kathrin Muehlbronner, analista principal de rating soberano sobre España de Moody’s. Se refiere principalmente al factor de sostenibilidad -ligar pensiones a la esperanza de vida-, que fue pospuesto hasta 2023 y el PSOE se ha comprometido a eliminar.
Para tener pensiones, el empleo será fundamental (aunque no lo único). Y si cada vez hay más jubilados y menos trabajadores , habrá puestos que se quedarán por cubrir. Una obviedad que nos hará recurrir a la inmigración masiva. Según cálculos de Josep Mestres, economista de Caixabank Research, para mantener la actual tasa de dependencia en 2040 será necesario incorporar 18,6 millones de inmigrantes en edad de trabajar, lo que equivale a unas 880.000 entradas netas anuales. Un escenario imposible de cumplir pero que evidencia que el problema demográfico es mayúsculo. Asimismo, el impacto de la automatización es algo en lo que los expertos no coinciden: unos hablan de destrucción de empleo y otros de creación, sin saber realmente hasta qué punto podremos incorporar a los robots como fuerza laboral. A todo ello hay que añadir, tal como reflejan los expertos, que la productividad -la cual siempre ha sido un reto mayúsculo en España- se vería reducida; diversos estudios apuntan a que a más edad, la producción es más baja.
En la misma línea que la experta de Moody’s se pronuncia González, de Mapfre, aportando datos alarmantes. «En España este proceso puede suponer que en el momento en el que se encuentre jubilada toda la generación del ‘‘baby boom’’, dentro de unos quince años, habrá dos personas en edad de trabajar por cada persona que alcance la edad de jubilación. Y diez años más tarde este ratio cae hasta valores en torno a 1,4», comenta. La insostenibilidad del sistema laboral y de pensiones si no se toman decisiones de calado y estructurales para hacer frente al problema.
Entre las soluciones, los expertos plantean varias. «Que se pueda conciliar pensión y trabajo; una fiscalidad para mayores más baja; que las empresas abandonen los expedientes de prejubilación; que las empresas ayuden a ahorrar a los trabajadores...», destaca Iñaki Ortega, director de Deusto Business School. Y añade: «El estudio clásico del envejecimiento habla del gasto sanitario y pensionario. Nosotros le damos la vuelta a eso porque ser mayor no significa no tener salud. Un señor de 60 años de hoy no es igual que uno de hace 50 años. Tiene edad, salud y ánimo para seguir aportando». Lo que todas las fuentes coinciden es en que la edad de jubilación en 65 años será cosa del pasado. Habrá que fomentar continuar en la vida laboral cuanto más tiempo mejor... siempre y cuando se tenga salud y sea posible seguir en el mercado. Incluso, que se compatibilice cada vez más la pensión con el trabajo.
Consumo a la baja
Otros aspectos a tener en cuenta estarán en el consumo y los impuestos. Según reflejan los datos del Banco de España, cuanto más joven se es, más se gasta en bienes duraderos y servicios. En cambio, al pintar canas la tendencia es la contraria: baja el consumo en bienes duraderos y servicios y aumenta la partida de bienes no duraderos. Pero, en términos generales, los de más de 65 años hacen menor gasto en la economía. «Los jóvenes consumen como si se fueran a morir mañana y los viejos ahorran como si no se fueran a morir nunca. Conforme se va jubilando la gente, vemos una caída importante en el consumo. Eso tiene que ver con que no vas a trabajar y no gastas en transporte, no comes fuera...», explica Cardoso, de BBVA Research. Y, claro, esto tiene una consecuencia: baja el consumo, baja el crecimiento económico . No es que lo digan solo los expertos sino que el Banco de España también ha advertido de ello. Todo se reduce a crecimientos más tibios.
Al hablar de impuestos, lo mismo ocurre que en el caso anterior. Los jóvenes aportan mayores cantidades de impuestos al consumo mientras que los mayores reducen esa tasa porque consumen menos. Y hay otro impacto del envejecimiento en esta materia: a partir de los 65 años, ya que se deja de trabajar y se depende de la pensión, la contribución al Estado del Bienestar por IRPF también se reduce. Menos recaudación en todos los sentidos a medida que las arrugas se impongan en la economía.
«Ocurre como con el cambio climático: lo vemos pasar pero no nos damos cuenta de la gravedad del problema para la sociedad», indica Mestres, de Caixabank Research. Parece que España no es del todo consciente de que necesita enfrentarse a este reto con urgencia porque ciertos cambios estructurales en el Estado no se acometen en una legislatura. El factor de sostenibilidad de las pensiones, la reducción del paro estructural (que ahora está en torno al 13-14%), la atracción de inmigración especializada, el fomento del trabajo a edades avanzadas y una fiscalidad atractiva son clave para atajar el asunto del envejecimiento. Pero el tiempo pasa... y los años no perdonan.