Innovación
El despegue de la biotecnología española da alas a la industria
Más de 160 empresas de nuestro país están especializadas en este tipo de soluciones para producir más y de forma sostenible
Fabricar enzimas que resultan claves en múltiples procesos industriales de sectores como el químico o el farmacéutico; convertir la basura orgánica de una ciudad en combustibles; biología aplicada para hacer más eficiente el tratamiento de aguas residuales; o disponer de un ejército de microalgas que ‘digieren’ CO2 y son un potenciador de la producción agrícola. Son algunas de las aplicaciones prácticas que ya son una realidad en la industria española y que tienen un cimiento común: la biología aplicada a la economía productiva.
En España hay actualmente 790 empresas dedicadas a la biotecnología. De ellas, al menos 163 trabajan específicamente en el campo de la biología industrial en sus dos grandes vertientes: parte de esas empresas se dedican a desarrollar soluciones para terceros, para ayudar a la transición ‘verde’ de las fábricas e impulsar su competitividad; otras son empresas cuya producción es biotecnológica en sí misma, en todo o en parte.
Es el caso de Repsol. Cuenta con un potente equipo de investigación científico-tecnológica, el Repsol Technology Lab , en el que trabajan 240 profesionales, de los que una docena son científicos centrados específicamente en proyectos de biotecnología. «La estamos utilizando para poder introducir nuevas materias primas sostenibles, tanto para transformarlas en combustibles renovables o de baja huella de carbono, como para obtener nuevos materiales, caso de los plásticos; así como para mejorar los procesos e incorporar alternativas eficientes que aportan ventajas a las tecnologías químicas», explica a ABC Enrique Espí , experto técnico de Repsol Technology Lab.
Casos prácticos
Una de las aplicaciones prácticas es la producción de etanol a partir de los residuos orgánicos, de la basura domiciliaria que se echa en los contenedores urbanos. «Hay una parte orgánica que es fermentable y que se puede convertir en etanol», explica Espí. Para fermentar esos residuos se utilizan encimas que los convierten en azúcares; después, con levaduras, de esos azúcares se obtiene etanol. Y ese etanol se convierte en componente para las mezclas que llevan las gasolinas .
Las enzimas son una herramienta fundamental en la biotecnología industrial y son uno de los segmentos estratégicos en este sector. «Las empresas especializadas en biotecnología industrial fabrican más de la mitad de las enzimas del mundo utilizadas en la producción de una amplia gama de productos, en sectores industriales que incluyen productos químicos, farmacéuticos, alimentos o incluso textiles», explican desde la patronal AseBio, la Asociación Española de Bioempresas .
Esta organización destaca el fuerte despegue que están experimentando desde hace años las empresas biotecnológicas españolas. Un despegue que la crisis del Covid, en vez de frenar, ha impulsado. Estas empresas han incrementado un 70% el lanzamiento de productos y servicios al mercado. España ha pasado a ser la octava potencia mundial en producción científica en biotecnología, y el impacto económico del sector ha alcanzado el 0,8% del PIB nacional. Son algunas de las cifras que recoge el informe presentado por AseBio esta semana, el balance de 2020.
Carrera internacional
« España tiene una ventaja competitiva con la biotecnología», afirma Carlos Rodríguez-Villa . Es, en AseBio, el coordinador de la comisión para la transformación industrial. «La pandemia ha servido para hacer visible, más que nunca, lo dependientes que somos de un sector biotecnológico fuerte que, además, es estratégico si queremos que nuestra economía genere empleo de alto valor añadido y de calidad», subraya. Está convencido de que, «tras la histórica revolución química y la digital, la tercera gran revolución va a ser la biológica, y la clave es que España sea capaz de aprovecharlo, porque si no lo hace perderá por partida doble: por el potencial económico de la biotecnología que desaproveche, y porque el país quedará rezagado ante los que sí avancen en esa dirección de forma destacada». Es decir, es una carrera internacional en la que los países se juegan posiciones de competitividad.
Rodríguez-Villa conoce de primera mano la vertiente global del sector. Es el director general de la empresa AlgaEnergy . Se dedica exclusivamente al cultivo de microalgas a gran escala . Su planta de fabricación está en Arcos de la Frontera. Está conectada a las chimeneas de la planta de ciclo combinado que tiene allí Iberdrola . El CO2 de esas chimeneas se redirige al entramado de conductos en los que se multiplican las microalgas. Aprovechando su gran eficacia en fotosíntesis, el CO2 lo ‘digieren’, lo consumen y emiten oxígeno. «Por cada kilo de microalgas que se cultiva se evita la emisión a la atmósfera de hasta dos kilos de CO2» , explica el director general de AlgaEnergy. «En esta planta de Arcos de la Frontera se está evitando que acaben en la atmósfera miles de toneladas de CO2 cada año», afirma.
Esta empresa tiene once filiales repartidas por todo el mundo, en países como Estados Unidos, Brasil, Italia, India, Japón o Australia. Suma dos millones de clientes. Una de las grandes aplicaciones de sus microalgas es la agricultura. Estas sustancias «permiten que las plantas, de forma natural, aprovechen mejor los nutrientes, sean más resistentes a las inclemencias del tiempo y rindan en producción del orden de un 20% más, lo que a su vez aumenta el poder de esas plantaciones para consumir CO2».
Otros campos en los que está trabajando AlgaEnergy es el uso de las algas para la nutrición humana, la cosmética y la salud.
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