Desiertos laborales, la España en la que agoniza la economía
Los casos más extremos son las doce provincias en las que no hay ni diez trabajadores por kilómetro cuadrado
En la Comunidad de Madrid hay casi 400 empleos por kilómetro cuadrado; en Teruel y Soria, solo cuatro. Son los dos extremos de un país que sigue sin resolver sus profundos desequilibrios socioeconómicos. De hecho, se acentúan con el paso de los años. Es esa España despoblada que, a su vez, es la menos dinámica económicamente. Y, sin actividad productiva, el pozo se hace cada vez más hondo para esos territorios incapaces de fijar población joven, y mucho menos de atraer nuevos habitantes.
El declive económico estructural figura como gran telón de fondo de la despoblación que ha abierto una enorme brecha entre el medio rural y los grandes núcleos urbanos. Gran parte de España es un auténtico desierto laboral, un páramo de actividad económica . Baste un dato: de todo el empleo que hay en España, la tercera parte se concentra entre la Comunidad de Madrid y la provincia de Barcelona . Y las dos terceras partes restantes se distribuyen de forma enormemente desigual entre el resto de provincias españolas. A menudo esa descompensación se manifiesta con crudeza dentro de una misma región, como ocurre en Aragón entre la cada vez más próspera Zaragoza capital y el resto de la región, mayoritariamente despoblada, crecientemente envejecida y rezagada en términos de actividad productiva. O como sucede en Castilla y León con Valladolid, que despunta en medio de un territorio lleno de desiertos laborales, entre los que se encuentra su vecina Zamora o el caso soriano.
Actualmente, en España se da una media de 37 empleos por kilómetro cuadrado . Pero tras esa media se esconde una tremenda disparidad entre territorios: en la Comunidad de Madrid se rozan los 400 empleos por kilómetro cuadrado; en la provincia de Barcelona hay 335; en Vizcaya superan los 200 empleos por kilómetro cuadrado; y en Valencia, Alicante y Las Palmas superan ligeramente los 100. Sin embargo, en la mayoría de provincias españolas -28, en concreto- no llegan a 30 puestos de trabajo por kilómetro cuadrado, y en veinte de ellas la tasa ni siquiera alcanza los 20 empleos. El caso más extremo se da en doce provincias que ni siquiera tienen diez ocupados por kilómetro cuadrado: Albacete, Ciudad Real, Cáceres, Ávila, Segovia, Guadalajara, Cuenca, Soria, Palencia, Zamora, Teruel y Huesca. A menudo esos desiertos laborales no presentan altas tasas de paro . De hecho, algunas de esas provincias destacan justo por lo contrario. Es el caso de Soria, cuya tasa de paro es excepcionalmente baja. Y es que, como explica el economista Jorge Bielsa, profesor de la Universidad de Zaragoza, hay territorios que han llegado a tal punto que no hay ni parados porque tienen muy poca población en edad de trabajar.
Empleo y despoblación
El fenómeno de la despoblación y la falta de empleo se retroalimentan. Así ha quedado de manifiesto durante décadas: el éxodo demográfico ha dejado al medio rural sin capital humano para emprender, generar riqueza y crear empleo con el que sostener la población y atraer nuevos habitantes.
«En la segunda mitad del siglo XX, cuando España empezó a despegar, las oportunidades se concentraron en las ciudades, mientras que los pequeños municipios y el medio rural quedaron relegados, y aquello desencadenó el éxodo del campo a la ciudad», explica el presidente de la Comisión de Despoblación de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) , Juan Antonio Sánchez Quero, que también es presidente de la Diputación de Zaragoza y alcalde de la pequeña localidad de Tobed. «Aquel éxodo rural -continúa- no se ha frenado, porque en España, sistemáticamente, el desarrollo industrial se ha concentrado en las grandes ciudades y no se han desplegado políticas eficaces para distribuir la actividad y generar focos económicos en el resto del territorio, por ejemplo apostando por municipios de mediano tamaño, capaces de irradiar las oportunidades al medio rural de su entorno».
El resultado ha sido una acusada despoblación. España tiene casi 1.400 municipios que agonizan con menos de cien habitantes empadronados, y miles más de pequeñas localidades castigadas en mayor o menor medida por la despoblación y el envejecimiento.
Hace un par de años, la Comisión de Despoblación de la FEMP alumbró un documento con un listado de 80 medidas para luchar contra la despoblación que debían acometerse de forma coordinada entre el Estado, las comunidades autónomas y las entidades locales . En aquel documento de consenso se incidía precisamente en la importancia decisiva de promover actividad económica y empleo en el medio rural como condición previa imprescindible para aspirar a una «repoblación» del territorio y a frenar la sangría demográfica. A estas alturas, sin embargo, el Estado sigue sin haber puesto en marcha la prometida estrategia que el Gobierno anunció hace años, cuando el Ejecutivo de Rajoy creó el Comisionado para el Reto Demográfico que sigue activo desde entonces.
Faltan emprendedores
«La despoblación y el envejecimiento demográfico -indica el profesor Jorge Bielsa- es un problema económico de primer orden, porque las sociedades afectadas por esa realidad son menos dinámicas, adolecen de un menor emprendimiento y generan menos empleo». Al final, explica, «es una cuestión de macroeconomía territorial, de esa gran disparidad que hay en términos de dinamismo y de crecimiento entre unos y otros territorios, lo que se acaba reflejando en el mercado laboral ».
Este profesor de la Universidad de Zaragoza insiste en que urge revertir el proceso si se quiere llegar a tiempo para salvar el desierto demográfico y económico que avanza por una gran porción de España. El presidente de la Comisión de Despoblación de la FEMP coincide en este aspecto y advierte que ya hay muchas pequeñas localidades que han entrado en un irreversible precipicio hacia la extinción.
«Si no se revierte el proceso de pérdida de capital humano, esos territorios irán languideciendo sin remedio», afirma el economista Jorge Bielsa. Es decir, hace falta repoblar. Pero para conseguirlo -añade Sánchez Quero- es imprescindible desplegar políticas que incentiven la actividad económica y el empleo en el medio rural.
«Hoy en día, el crecimiento económico se basa en capital humano e innovación. Y cuando las sociedades envejecen se frena el emprendimiento», explica Bielsa. El problema es que, en España, la mayor parte de su territorio está azotado por la despoblación y por el envejecimiento demográfico.
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