El desierto demográfico asola las economías de la Europa del Este
La emigración masiva y la sangría de talento hipotecan el futuro de estos países
Que Alemania sea uno de los grandes beneficiarios de la migración intraeuropea del Este al Oeste a pocos les cabe ya duda: las grandes empresas germanas son polos de atracción de mano de obra cualificada absorbiendo una fuga de cerebros que está dejando al bloque del Este con una población envejecida, frustrada, xenófoba, nacionalista y nostálgica de un pasado pre-Schengen. Lo anterior se refleja en las urnas generando un bloqueo en el desarrollo de las políticas progresistas de Bruselas como el cambio climático, los derechos LGBTIQ , las cuotas migratorias o la libre circulación, que evitaría la sangría demográfica haciendo atractivo el «quedarse».
La incorporación a la Unión Europea (UE) de los países de Europa central y oriental durante las sucesivas ampliaciones hacia el Este -especialmente en 2004 y 2007- ha traído consigo una migración intracomunitaria que se ha multiplicado en 10 años y que trae desafíos económicos que van desde la disminución de la recaudación fiscal hasta la fuga de cerebros. Una reunión informal de ministros de Economía y Finanzas de la UE convocada en Bucarest por Rumanía durante su presidencia de la UE el primer semestre de este año ha puesto el tema sobre la mesa.
«La movilidad de los trabajadores al extranjero contribuye al PIB de su país. Sin embargo, también puede tener efectos negativos. Es el caso cuando es selectiva, llevando a la fuga de cerebros y a minar el crecimiento», dijo el ministro de Finanzas rumano, Eugen Teodorovici, al término del encuentro. El porcentaje de europeos que residen en otro Estado de la UE ha aumentado un 50 % desde 2007. Pero los estados del Este son los que han sufrido las mayores caídas de población desde la entrada en vigor del espacio Schengen (aunque a distintas velocidades: desde el -1,6 % en Polonia hasta el -23,3 % en Lituania)
Esta movilidad interna, motivada por la brecha en salarios o condiciones de vida, tiene efectos positivos en el crecimiento de los países receptores e incluso en los emisores por las remesas, según los informes del Centro Europeo de Estudios Políticos (CEPS) y del «think tank» Bruegel , en que se basó el debate ministerial. Sin embargo, a gran escala y largo plazo, tienen impactos negativos: reduce la base imponible de los países emisores, lo que puede perjudicar las finanzas públicas, especialmente si la deuda es alta. Si la emigración es masiva, la dificultad para cubrir ciertos puestos puede llevar a un aumento de salarios y pérdida de competitividad. Para la Comisión Europea, la solución pasa por reducir las disparidades económicas y de calidad de vida entre países, lo que implica tanto reformas estructurales nacionales como apoyo de los fondos estructurales y de cohesión europeos, según explicó el vicepresidente de la institución, Valdis Dombrovskis . Otra vía de actuación es la tributaria, donde la Comisión pide a los Estados reducir la carga impositiva sobre el trabajo y trasladarla a otras áreas.
La emigración redujo aún más la tasa de natalidad del Este europeo ya que quienes emigraron fueron principalmente jóvenes en edad de formar familias, que en muchos casos las formaron en los países de destino (mejorando las perspectiva de ese país). Por otro lado, el rechazo a la inmigración está dejando más de 40.000 plazas vacantes en Rumanía , otras 80.000 en Hungría y 300.000 en República Checa . «La falta de trabajadores, que se cita cada vez más como una limitación de la producción, también supone un creciente riesgo para la economía», advierte la Comisión Europea en un informe, agregando que «la falta de mano de obra puede acelerar un aumento de los salarios y del consumo, pero también puede subir la inflación y contribuir a un mayor deterioro de la balanza externa».
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