Conexión Davos y la «ley del karma» en la fusión BBVA-Bankia

«Sentido financiero tiene, porque el banco que preside hoy Carlos Torres necesita capital para mejorar sus niveles de solvencia, e integrar Bankia lo haría»

Nadia Calviño, ministra de Economía ÓSCAR DEL POZO
María Jesús Pérez

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Alrededor del siglo V antes de Cristo, según los historiadores, se popularizó «la ley del karma», también conocida como «la ley de causa y efecto». En esencia, la «ley del karma» afirma que «todo lo que pensamos, decimos y hacemos tiene consecuencias». De ahí que los sucesos que componen nuestra existencia no estén regidos por la «casualidad», sino por la «causalidad».

Pues bien, algo de esto subyace en todo lo acontecido en torno a un posible y futurible movimiento corporativo que lleva años bajo el yugo de «la ley de causa y efecto». Hablo de la manida fusión BBVA-Bankia, tantas veces desmentida por los protagonistas que, contrariamente, dicen, piensan y hacen «cosas» que «causan» consecuencias alrededor del asunto. Los Francisco González, José Ignacio Goirigolzarri, Luis de Guindos, Nadia Calviño... ahora también, entre otros, Carlos Torres...

En fin. Sabido es del interés de algunos miembros del Gobierno español, tanto del actual como del anterior, por conseguir en el momento más adecuado la venta de la nacionalizada Bankia. Hasta la fecha, «a poquitos», con colocaciones en el mercado. El objetivo prioritario, tras su saneamiento a manos de su actual presidente, Goirigolzarri, era, y es, devolver al contribuyente cuanto antes las ayudas recibidas, algo que, de momento, no es posible por la baja cotización bursátil de la entidad. El grupo BFA-Bankia recibió una inyección de 22.424 millones, que debía haber vuelto a manos privadas en 2017, pero ya el anterior Ejecutivo Rajoy decidió prorrogar el plazo dos años, hasta finales de 2019. Ahora, la complicada situación de los mercados ha convencido al actual Gobierno Sánchez de adoptar una medida similar.

La prórroga se hizo efectiva a finales del año pasado. El Consejo de Ministros anunció que la fecha límite para la privatización es ahora diciembre de 2021. La extensión del plazo permitirá al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) ejecutar su estrategia de desinversión con más flexibilidad para encontrar las condiciones propicias. Tanto la ministra de la cuestión, Nadia Calviño, como Goirigolzarri, coincidían en que no era el momento de vender. No lo era, no.

Y es que a día de hoy el Estado mantiene aún a través del FROB una participación del 60,63% del capital social de Bankia, que ha devuelto 2.864 millones de las ayudas: 1.304 millones cuando el Estado vendió una participación del 7,5%; 818 millones más con una última colocación de un 7% adicional; y el resto con el pago de dividendos. Así con la prórroga, se amplía algo más el plazo para que la acción pase por un mejor momento y algún avispado comprador haga una oferta. ¿BBVA? ¿Sabadell? ¿Caixabank? En los mercados -y en los pasillos del Congreso y despachos de algún Ministerio desde hace años-, mucho consenso hay con la primera de las opciones, más que nada por las preferencias tanto de De Guindos como de Calviño (¿ven como es posible que PP y PSOE se pongan en algo de acuerdo?). Sentido financiero tiene, porque el banco que preside hoy Carlos Torres necesita capital para mejorar sus niveles de solvencia, e integrar Bankia lo haría. Ambos bancos recortarían costes con la fusión -cierre de oficinas y despidos- y ganarían negocio. Hace tiempo que España no es rentable para BBVA y la presidida por «Goiri» no tiene presencia internacional. ¿Y el líder de la entidad resultante?

Un secreto a voces siempre ha sido que a De Guindos -hoy, sentado a la derecha del padre del BCE- siempre le gustó Goirigolzarri. Le confió devolver la estabilidad y la rentabilidad al gigante de pies de barro que era la antigua Bankia y ha cumplido con las expectativas. ¡Quién mejor que «Goiri» para lograrlo! Muchos -muchos, créanme- tienen más que claro que el trabajo bien hecho siempre es recompensado -sea o no de ley-, y en este caso ven en el actual presidente de la nacionalizada al próximo líder del grupo financiero. Goirigolzarri conoce al dedillo las dos entidades. Sería un hombre de la «nueva casa» como resultado de la fusión. Por un lado, pasó 30 años de su carrera profesional en BBVA -donde fue ocho años consejero delegado- hasta septiembre de 2009 de donde salió obligado, casualmente, por el ya expresidente de BBVA, Francisco González (FG). Entonces, ¿preparado para dar el salto tras la esperada -y deseada por todos los protagonistas-, jubilación de FG -ahora presidente de honor- que tanto se oponía a esta fusión por estar «teledirigida», decían en su entorno, precisamente por el actual vicepresidente del BCE?

Y en esas que salta el escándalo del BBVA de la trama del excomisario José Manuel Villarejo, y a más de uno se le puso el pelo verde. ¿Se podría frustar la futurible y querida fusión por la incertidumbre creada sobre la acción del banco? Calviño mandó el mensaje a Torres -con la mente también ya puesta en Bankia- de esclarecer cuanto antes la crisis en cuanto tuvo ocasión pero no, en principio, cara cara... hasta este pasado miércoles 23, ¿casualmente también? en Davos. Charlaron -dijo la ministra al ser sorprendidos por algún periodista allí presente, en el salón plenario tras la «actuación del jefe Sánchez-, de «análisis de datos», nada de la trama BBVA-Villarejo ni de Bankia. Ya. Causalidad, que no casualidad. Tanto como el momento elegido por De Guindos, junto al jefe Draghi el pasado jueves, tras confirmar, tras ser preguntado, casualmente, por un periodista, que de alguna manera sí había habido tirón de orejas a Torres para esclarecer el turbio asunto de las escuchas... Tirón de orejas a él y... ¿a Calviño? La «ley del karma» no entra, es que sigue en acción.

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