Cómo combatir la estresante vuelta a una rutina laboral que ya no existe
Los expertos avisan de que el miedo al contagio del Covid y las dudas por el futuro profesional pueden provocar reacciones descontroladas
Será más grave, severo y prolongado en el tiempo. El síndrome postvacacional resultará este mes de septiembre más duro y difícil para millones de trabajadores que en otras ocasiones, pues a la desconexión del descanso estival se une la gran incertidumbre provocada por los rebrotes de Covid-19 que se está viviendo en muchas ciudades españolas, los largos meses de teletrabajo en casa, un futuro laboral incierto, la preocupación por cómo de seguros serán los protocolos que implanten las empresas para evitar contagios y por la intranquilidad que está causando la vuelta de los hijos a colegios e institutos. Si a principios de verano, un estudio de la consultora Affor («Impacto del Covid-19 en la salud psicológica de los trabajadores»), especializada en gestión de prevención psicosocial, concluía que el 41,99 % de la población trabajadora presentaba síntomas de ansiedad y el 27,3% sentía que su salud había empeorado en las últimas semanas, todo hace suponer que no serán menos los que sufran un gran malestar, e incluso alguna grave patología, por el regreso a la oficina. «La vuelta al trabajo nos va a afectar más, no solo por la incertidumbre sino, sobre todo, por la inseguridad, lo que provoca miedo e incluso ira. Y podemos encontrar reacciones descontroladas», advierte Isabel Aranda, vocal de Psicología del Trabajo del Colegio de Psicología de Madrid.
De hecho, el miedo a volver al trabajo existe. Según un análisis del comparador de seguros Acierto.com, un 70% de españoles no se sienten seguros con este panorama por el miedo al contagio y a regresar al trabajo. Calcula que el 45% experimentará depresión postvacacional. Aunque esta se diluye en este escenario atípico, como sugiere Raquel Davó, profesora de ESIC del programa EMBA y coach ejecutivo experta en liderazgo. «La mayoría de las personas —afirma— no vivimos el estrés postvacacional como tal, porque hay gente que no se ha ido de vacaciones y el que lo ha hecho ha sido un descanso atípico. No se han tenido vacaciones como es habitual. Lo que existe es miedo a volver al trabajo y a que no se cumplan las condiciones de seguridad».
En cualquier caso, por una u otra razón, el regreso al trabajo presencial puede tener un serio impacto en la salud psicosocial de los trabajadores. «El estrés que supone la mascarilla, hablar detrás de una mampara, o no tocarnos. Esto provocará una distancia social a la que los españoles no estamos acostumbrados, muchos lo vivirán con desconfianza en los demás, con aislamiento... lo que puede provocar síntomas depresivos u obsesivo compulsivos. Se estima que un 30% de la población podría padecerlo», cree Isabel Aranda. La psicóloga apunta que una situación de incertidumbre e inseguridad como la que vivimos provoca altísimo niveles de estrés laboral (alteraciones del sueño, trastornos digestivos, taquicardias, crisis de angustia y ansiedad... e incluso síntomas conductuales como comer o beber o fumar compulsivamente). «Las empresas tienen que intervenir porque su riesgo psicosocial se va a disparar y eso se traduce en bajas laborales», advierte Aranda.
Los trabajadores deben mantener una rutina y las empresas, comunicar
Y en eso están. Mientras esperan a que los agentes sociales y el Gobierno negocien en estos días la nueva ley del trabajo a distancia, miles de empresas ultiman protocolos de seguridad e higiene para incorporar progresivamente a sus plantillas (total o parcialmente) de forma presencial y prevenir contagios. Lo hacen al amparo del Real Decreto-ley 8/2020 de medidas urgentes y extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del Covid-19, donde se recoge por ejemplo el carácter preferente del trabajo a distancia ante suspensiones de contrato (Ere o Erte), y el Plan Mecuida, y del Real Decreto-ley 21/2020 de medias urgentes de prevención, contención y coordinación para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19, donde se dan una serie de directrices generales de prevención e higiene en los centros de trabajo, como las medidas de ventilación y desinfección que hay que adoptar, la necesidad de disponer de geles hidroalcohólicos, adaptar la ordenación de puestos de trabajo para mantener distancia interpersonal mínima de 1,5 metros entre trabajadores.... «Todo el mundo tenía pensado en junio cómo se iba a venir en septiembre, pero esos protocolos no incluían una segunda ola de contagios tan rápida como la que vivimos», cuenta Alberto Gavilán, director de Recursos Humanos de Adecco Training. Por eso, las «empresas están tratando de tener un plan que responda a las certezas de ahora mismo, pero también trabajan en un plan B por si llega un nuevo confinamiento o se complica la situación. Está aumentando mucho el teletrabajo y las compañías se están adaptando a los escenarios que puedan surgir», asegura Gavilán.
Desde luego, el teletrabajo, que se hizo por pura necesidad, se ha convertido en un modelo de éxito, muy bien acogido por trabajadores y empresas. Según un estudio de la Fundación Alares, a un 95,38% de las personas encuestadas les gustaría continuar con el teletrabajo cuando todo pase y el 58,31% de las empresas dice que seguirán con esta modalidad una vez se normalice la situación. Otra investigación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) concluye que 8 de cada 10 empleados desea continuar teletrabajando, ya sea de forma libre (42%) o una o dos veces por semana (37%). Y el análisis de Acierto.com, también estima que dos de cada cinco compañías adoptarán el teletrabajo como parte de su rutina.
El modelo híbrido
La apuesta es por un modelo híbrido. «Para garantizar unos niveles de ocupación de la oficina del 50-60% y así mantener la distancia social, las compañías limitan los porcentajes de aforo a través del teletrabajo dos o tres días a la semana y otros dos días de forma presencial», cuenta Gavilán. Beneficios no faltan en este modelo: «Es la preferencia —asevera Isabel Aranda— porque se da un alto nivel de autonomía en el trabajador y también lo que más echan de menos, que es el contacto con los compañeros y compartir con ellos. Además facilita la conciliación, el trabajador se puede marcar sus propios ritmos de trabajo».
Un 95% de trabajadores quieren seguir con esta modalidad cuando todo acabe
Aparte, la mayoría de las compañías se prepara para el regreso a la oficina articulando numerosas medidas: desde fichajes con huella o tarjetas de acceso sin contacto o a través de aplicaciones, hasta jornadas laborales de cuatro días, jornadas intensivas, flexibilidad de entrada y salida para evitar aglomeraciones, pasando por el uso obligatorio de mascarilla, dispensadores de gel hidroalcohólico en cada esquina, rehabilitación de espacios para conservar la distancia de seguridad, instalación de mamparas, restricción de reuniones que se harán por videoconferencia o aforo limitado... Muchas están creando incluso comités de Covid, «grupos de trabajo con el objetivo de actualizar constantemente normativas, datos y medidas para informar a los trabajadores en tiempo real e ir adaptándose a los distintos escenarios que se producen», cuenta Raquel Davó. Todo por frenar la propagación de un enemigo invisible que nos trae a todos de cabeza y que, ojalá, desaparezca pronto.
Establecer certezas sobre el ahora
Para asumir la nueva situación, los trabajadores tienen que tomar conciencia de que es necesario «acostumbrarse y normalizar las conductas de prevención. Eso ayudará a reducir el estrés que supone trabajar con la mascarilla o hablar detrás de una mampara», recomienda la psicóloga Aranda. También resulta efectivo «tener una vida rutinaria, organizada y en la que controlemos los horarios, así tendremos más sensación de control sobre nosotros mismos. Marcar los tiempos de trabajo, de interacción con la familia, de ocio... Hay que ponerse un horario y metas diarias. Una técnica fundamental es preguntarse qué puedo hacer hoy. No tenemos certeza del futuro pero sí de lo que hago hoy», explica Aranda.
Para las empresas la clave es la comunicación. «Tienen que comunicar de forma constante e incesante —insiste la profesora Davó—los protocolos que han implantado, porque no son optativos. E insistir en la importancia de cumplirlos, apelar a la responsabilidad de cada uno y la aceptación de las normas».
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