Cinco «trampas» de los fabricantes con los envases de los alimentos que compras a diario

A los españoles cada vez les importa más encontrar marcas que sean transparentes y honestas, pero persisten prácticas que incitan a la confusión en los lineales del supermercado

ADOBESTOCK
Teresa Sánchez Vicente

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Los consumidores son cada vez más infieles a sus marcas de alimentación y establecimientos de toda la vida. Más de la mitad de los españoles están dispuestos a probar nuevos productos frente a un escaso 8% que es incapaz «de ver más allá de su marca o tienda habitual», tal y como se desprende del informe «Tendencias de Consumidor 2020» de Nielsen. A la hora de cambiar de hábitos de compra, un 80% asegura que consume en función de otros valores más allá de la calidad o el precio y que busca autenticidad y transparencia. Además, a un 51% le influye mucho en su decisión la transparecencia en el etiquetado . «Es fundamental que las empresas entiendan que a partir de ahora para el consumidor es tan importante conocer '¿qué haces?' como '¿cómo lo haces?'. Este es el gran cambio de paradigma en el consumidor y es algo transgeneracional, no solo de los jovenes», remarcó la directora general de Nielsen Iberia, Patricia Daimiel, en la nota enviada por la consultora cuando presentó el estudio.

Esta tendencia de consumo también se describe en «Fidelizar clientes, el reto del sector Consumo» de KPMG, donde se destaca que el rasgo primordial para los españoles al dedidir si mantienen o no su lealtad a una marca son la calidad del producto (77%), relación entre calidad y precio (68%), consistencia del producto (56%), atención al consumidor (60%), surtido (59%), experiencia de compra (57%), precio (53%) y trasparencia y honestidad de la compañía (47%). A partir de estos datos, los expertos de KPMG concluyen que los consumidores intentan encontrar cada vez más marcas con valor añadido y que la fidelización ya no es solo cuestión de atributos tangibles, sino también de atributos más emocionales como la transparencia, la honestidad o el cuidado del medioambiente.

Pese a ello, en el sector del gran consumo se siguen dando «trampas» que se alejan de valores como la honestidad (reducción de envases u ofertas que prometen un ahorro falso) o la transparencia (publicidad engañosa, logos o etiquetado confusos) . A continuación, hacemos un repaso por prácticas que se mueven en un «terreno gris» dentro de la legalidad y que afectan a productos que compramos a diario en el supermercado.

Reducción del gramaje

Los fabricantes pueden optar por encarecer un producto sin trasladarlo al precio para que el consumidor no deje de comprarlo . Esta estrategia consiste en reducir el tamaño o gramaje del envase para abaratar costes, una decisión que se suele achacar a una subida de precios de las materias primas. Con esta estrategia también se ahorra dinero en logística al conseguir que quepan más unidades en los palés donde se transporta la mercancia. Asimismo, un menor tamaño permite colocar más productos en las estanterías del supermercado y que se necesiten menos reposiciones.

«Se trata de una herramienta más para activar la demanda y responde a una estrategia de precio. Los fabricantes de gran consumo pueden jugar con los envases, los gramajes y las cantidades, para ajustar el precio a la situación de mercado, sobre todo en categorías que tienen una materia prima volátil y que fluctúa. Por ejemplo, ante fuertes subidas de precio de materia prima, los fabricantes no pueden repercutir el precio directamente al consumidor, porque la demanda se resentiría, y entonces deben 'recomponer' su estrategia de precios en el lineal a través de losenvases», interpreta la directora de Tendencias de mercado de Nielsen, Celia Rodríguez.

Falsas promesas de ahorro

Hace unos meses, la organización de consumidores OCU alertaba de que el formato grande, familiar o de ahorro no siempre es más barato que uno pequeño y que a veces, pasa justo lo contrario. La OCU indicaba que había comprobado que lo que pagamos por envases de formato ahorro puede llegar a ser hasta un 82% más caro. Para evitar engaños, lo recomendabvle es calcular el precio por unidad de medida (kilo, litro, por dosis, por rollo, etc), «que es un dato obligatorio» de cara a informar mejor al cliente.

Desde la OCU también remarcan que a veces el tamaño grande también va en contra de la calidad por temas relacionados con la fecha de caducidad. «El aceite de oliva, por ejemplo, va perdiendo sus propiedades organolépticas una vez abierto; mientras que los cosméticos, por su parte, pierden calidad», indican desde la organización.

Sellos sin control certificado

Cada vez se estampan más sellos en los envases para destacar características de los alimentos que tienen que ver con su origen, el tipo de ingredientes, la forma de producción u otros rasgos que tienen que ver con la sostenibilidad. Sin embargo, hay algunos sellos que no han pasado por ningún control objetivo y que las marcas utilizan como reclamo para atraer a los compradores. Desde la OCU aconsejan consultar si el logotipo en cuestión está avalado por un supervisor independiente o si en cambio, ha sido creado por la propia marca y no cumple con los requisitos.

Algunos de los sellos oficiales más frecuentes son la Etiqueta Ecológica Europea (Eurohoja); las etiquetas DOP, IGP y ETG (Denominación de Origen Protegida, Indicación Geográfica Protegida y Especialidad Tradicional Garantizada); marcas autonómicas como Tierra de Sabor de Castilla y León, la Eusko Label, Calidad Certificada de la Junta de Andalucía o M Producto Certificado de Madrid; Demeter o Fairtrade, entre otros.

Logos que no vienen a cuento

También se dan casos de publicidad engañosa cuando se utilizan logos sin venir a cuento. Esto es lo que ocurre con el sello «Sin gluten» , que a veces se incluye en los envases como reclamo publicitario, sin que haga falta y sin el objetivo de informar al consumidor. En en el «Libro blanco de atributos diferenciados de productos» publicados por Aecoc advierten de que esta mención se puede llegar a utilizar como «reclamo publicitario» en productos como la leche o el zumo, ya que son alimentos naturalmente libres de gluten y se «puede inducir a error al consumidor al insinuar que ese alimento concreto posee características especiales».

También se pueden utilizar menciones nutricionales que atribuyen beneficios para la salud que no son ciertos como «natural» , «tradicional» o «artesano». En el caso del primero, aunque la Unión Europea no ha regulado el concepto «natural», su uso está prohibido en productos que contengan aditivos, según establece el Código Alimentario Español. Por otro lado, la CE obliga a que los atributos nutricionales o de salud estén soportados por evidencia científica y autorizados por las autoridades euripeas.

Denominaciones y fotos confusas

«Cabe recordar que un queso es un queso y no puede ser otra cosa. Veo alimentos que no están bien etiquetados y pueden dar lugar a confusión. El que hace la ley también hace la trampa y algunos fabricantes buscan atajos. Aunque creo que en general lo hacen bien», señala la responsable de Calidad de Lacteas del Jarama, Marisa Zabaleta, en conversación telefónica. Estas prácticas se dan , por ejemplos, en productos veganos o en bebidas vegetales.

También se engaña al consumidor cuando se denomina a un producto en función de un ingrediente que no es el principal o que se encuentra en un porcentaje bajo o cuando las fotos inducen a una publicidad engañosa. Aquí entran productos como el jamón york con una cuantía de jamón por debajo del 60% o elaborado con otras partes más baratas del cerdo; con las lonchas de queso fabricadas sin grasa láctea o los palitos de cangrejo con surimi, entre otros.

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