Y pensar que antaño los bancos eran rentables...
Los avales y moratorias han hecho que el golpe del aumento de la morosidad se haya retrasado, pero llegará y será fuerte
Cuando el sector bancario había superado una parte de los problemas acumulados tras la crisis de 2007 ha llegado el coronavirus, que supone otro correctivo de gran magnitud a su negocio y resultados. Parece que este sector siempre se lleve lo peor.
Su rentabilidad va a seguir sometida a una elevada presión ya que la pandemia prolonga en el tiempo los tipos de interés negativos y, casi peor, la falta de pendiente de la curva, un escenario deprimente para los bancos. Que, al no atisbar ya en el horizonte aprehensible una eventual subida de tipos, se han habituado a realizar sus presupuestos sin contar con ella.
Pero el factor negativo más importante es el previsible aumento de la morosidad. Los avales y moratorias han hecho que el golpe sobre los bancos se haya retrasado, pero llegará y será fuerte . La tasa de mora actual es inferior al 5% pero pocas dudan caben de que se superará el pico de 1994 (9%) y quizás el de 2014 (13,5%), porque cada punto porcentual que cae el PIB podría aumentar la mora en 70 puntos básicos. Para hacer frente a esos impagos, los bancos han dotado ya algunas provisiones en las cuentas del primer trimestre, aunque ha sido sólo el aperitivo.
Además, un elemento distintivo de esta crisis es que, así como en la de 2007 la diversificación en emergentes fue un factor de protección, hay indicios de que en esta ocasión va a ocurrir lo contrario. Porque, sobre todo los países latinoamericanos, están siendo tremendamente golpeados por el virus con el consiguiente efecto económico negativo. Así que incluso BBVA y Santander pueden sufrir sobremanera.
Hay indicios de que la diversificación en emergentes no será esta vez un factor de protección
Este y el próximo van a ser años muy desfavorables para el sector. El consenso de beneficios para los bancos cotizados en 2020 apunta a un desplome superior al 50% sobre 2019 (cuando ya cayeron un 19% sobre 2018). Si antes de esta crisis la rentabilidad del capital ya estaba por debajo de su coste, ahora será casi ridícula. Y los mercados han respondido con una fuerte corrección en las acciones bancarias hasta un nivel mucho más reducido que su valor contable.
Para no decir sólo cosas negativas, añadiremos que la pandemia ha traído también algunos elementos favorables en el sector bancario . Por ejemplo, el esquema de préstamos garantizados por el Estado de 100.000 millones de euros ha sido el más eficiente en Europa, con más del 50% de los desembolsos a mediados de junio. Además, el BCE ha inundado al sector de liquidez y pagándole por tomarla (aunque una parte irá a comprar deuda). Con todo ello, el stock de crédito bancario ha llegado en abril a una tasa interanual positiva por vez primera desde hace diez años. También, el confinamiento ha mostrado que hay margen para reducir gastos. Porque el teletrabajo se extiende, como también la operatoria digital de la clientela. Y ello deja claro que aún hay exceso de capacidad instalada, que se acabará depurando. Habrá integraciones. Aunque no precisamente ahora porque en plena crisis hay otras urgencias, las valoraciones de cada entidad son dificultosas y además el gobierno no ve bien nuevas reducciones de plantillas inmediatas.
En este escenario, es tiempo de sanear, sin preocuparse demasiado por la cifra de beneficio. Y, aunque calcular la pérdida esperada ante un shock externo como este no resulte preciso, hay que ponerse en lo peor . Como hace el mercado y se estila en bancos extranjeros (por ejemplo, en las recientes presentaciones de resultados en EE.UU.). Es preferible caer en el sobresaneamiento que en la infradotación. Máxime, cuando ahora la situación de capital es más fuerte que en la última crisis y lo permite.
Tiempos complicados para los accionistas bancarios que, de momento, no van a cobrar dividendos, al haberse prohibido hasta que pase la fase más aguda de la crisis. Y quizás tampoco lo tengan fácil luego si el supervisor dijera que hay que restaurar los niveles de capital, que el dividendo no es prioritario y la recuperación de su nivel previo puede esperar.
Carmelo Tajadura es economista