Gastar ahora, pero planear el equilibrio estructural futuro
«Si no estuviéramos en la Eurozona, se habría producido ya la suspensión de pagos de España y difícilmente sobreviviría este gobierno»
La economía española quizás se encuentra en el momento más difícil desde la Guerra Civil . Con una caída histórica del PIB cuyo nivel no recuperaremos en 2021, como casi prevén los optimistas Presupuestos, sino dentro de varios años. Y con un nivel de deuda pública que rondará este año el 120% del PIB. Según el FMI somos la economía avanzada más castigada por la epidemia .
Y, sin embargo, en este marco tan desfavorable, el coste de la deuda que emitimos hasta el plazo de ocho años está en negativo. Y el de diez años cerca de su mínimo histórico. A lo mejor Sánchez se cree que es el fruto de su gestión. E Iglesias que esto es Jauja…
Sin embargo, este tipo de interés vigente en el mercado lo sostiene artificialmente el BCE con sus compras que, según datos de Bloomberg, este año alcanzan el 12% del PIB de la eurozona y superan el volumen de emisiones (10%) de todos los Estados de la misma. Teóricamente, el programa PEPP del BCE acaba en junio 2021. Pero la segunda oleada de coronavirus en Europa , al anticipar un peor comportamiento económico, paradójicamente está reduciendo las TIR´s de los bonos aún más, porque los mercados esperan aún más adquisiciones del BCE.
Dice el FMI que lo más importante no es el volumen de la deuda sino su coste. Que, en nuestro caso, lleva varios años bajando incluso en cifra absoluta. Y que, mientras haya crecimiento económico y los tipos sigan bajos (sobre todo si aquel fuera mayor que estos), son más urgentes las reformas estructurales que los recortes de déficit. No le falta razón, pero es que en España ni nos planteamos estas últimas. Y eso que ya han pasado varios años desde que se emprendieron algunas, aunque lo fueron sólo a medias. Y este Gobierno piensa más bien en contrarreformas.
Si no estuviéramos en la eurozona, se habría producido ya la suspensión de pagos de España y difícilmente sobreviviría este gobierno . Pero, el BCE, el fondo de reconstrucción europeo (y otras fuentes de financiación comunitarias) y la convicción que (todavía) tienen los mercados de que la UE no dejará a España quebrar le mantienen a flote.
Sin embargo, el gobierno parece empeñado en empeorar aún más la situación y nos amenaza con unos Presupuestos en ciernes que «inflan» el PIB , y por tanto los ingresos, cuya implicación probable es «colar» mayor gasto corriente. Además, sería especialmente grave que no se gestionase bien el fondo de reconstrucción , que debiera diseñarse para invertir en proyectos que mejoren la capacidad de crecimiento de la economía española, y no para gastar en destinos clientelares. Inquieta escuchar que, si se retrasa, el Gobierno piensa emitir deuda, para así gastar en 2021. Suena a una bonita forma de evitar la vigilancia y control por parte de Bruselas….
En fin, admitamos que no es ahora el momento de la austeridad (aunque siempre debería ser obligado eliminar el gasto superfluo, que abunda en la Administración). Pero tampoco de gastar sin ton ni son, si no queremos vernos abocados a un plan obligado de recorte más pronto que tarde. Y, desde luego, lo que necesitamos como el comer en España es un plan de consolidación fiscal a medio plazo . Es decir, una guía razonable sobre cómo vamos a volver al equilibrio estructural, en un plazo razonable, desde el déficit total brutal de 2020, que podría ser del 13/14%. Eso es lo que nos daría mayor (o alguna) credibilidad ante los mercados y nuestros socios europeos.
«Lo que necesitamos como el comer en España es un plan de consolidación fiscal a medio plazo»
El reducido nivel de tipos no debería «animar» al Gobierno a gastar mucho sino a invertir bien, acompañándolo de reformas que fortalezcan nuestra economía. Y, por supuesto, sin hacer Presupuestos mágicos como lo que se trasluce del que se está diseñando para 2021 , con hipótesis irreales de crecimiento e ingresos. Porque es fundamental que seamos capaces de llegar al momento de enfrentarse a la realidad, cuando Bruselas y los mercados nos pidan cuentas, en las condiciones menos malas posibles.
Carmelo Tajadura es economista