Presupuestos: adivine dónde va a caer la bola
Se necesitan expertos con intuición para entornos imprevisibles

En el ejército se enseña a los soldados que, si se les bombardea con morteros u obuses, han de esperar a que el proyectil esté en lo alto y luego señalarlo. Si el obús no se mueve respecto al dedo, han de correr. Si el objeto desciende por debajo del dedo, va a caer delante de ellos, y si sigue ascendiendo, caerá detrás.
Los jugadores de tenis y los de béisbol calculan la trayectoria parabólica sin realizar ecuaciones diferenciales. Cuando la pelota asciende, el jugador se fija en ella. Si sube con velocidad creciente desde el punto de golpeo, mejor correr hacia atrás, porque llegará al suelo detrás de su posición actual. Si la bola va con velocidad decreciente, el jugador tiene que correr hacia ella. Si se eleva a un ritmo constante, el jugador se encuentra en la posición correcta para atrapar la bola. La regla general que se utiliza es el ángulo de la mirada. Y, por cierto, también saben que la bola más difícil es la que viene directo hacia uno.
Si se atiende a las previsiones de la economía del Banco de España, en junio calculó que el PIB se iba a hundir un 11% en 2020, pero en agosto hemos conocido que el descenso interanual ha sido el 22%, el mayor de Europa .
Dando la vuelta al gráfico del Banco de España se ve cómo la trayectoria de la bola del PIB sube de forma creciente no constante, señal de que o corremos hacia atrás, o no la atraparemos. Es decir, el Presupuesto debe recoger el impacto económico de una crisis que cae a nuestra espalda, en este caso, que se va a prolongar durante años por la falta de oxígeno para empresas y familias. Ese esfuerzo que pide tan a menudo el Gobierno al sector privado es hora de que lo aplique al sector público, porque de momento no es proporcionado . ¿Tiene sentido el tamaño actual de la administración en un entorno digitalizado?
El Banco de España analiza las cosas como el tenista o el jugador de béisbol que busca atrapar la bola, pero los partidos políticos las ven como un obús que está encima y salen corriendo, cada uno a un extremo.
Predecir el futuro es un desafío, igual para legos en la materia que para los expertos y los políticos, algo que ya lamentó Churchill cuando dijo que «el futuro es una maldita cosa tras otra».
La creencia habitual es que un problema complejo exige una solución compleja y que para predecir el futuro hay que utilizar cuanta información sea posible e introducirla en el ordenador más sofisticado. Sin embargo, en los entornos imprevisibles es cierto lo contrario y la razón es la siguiente.
Los datos se encuadran en dos categorías: información que es útil para predecir el futuro e información o equivocación arbitraria que no lo es. Dado que no conocemos el futuro, es imposible distinguir entre una y otra. Las estrategias complejas incluyen información arbitraria. Por ello, una regla sencilla o general permite dejar de lado toda información previa y, de esa forma, la vuelve inmune a errores de los datos que se han introducido por la complejidad de la información. Ese es el motivo por el que menos información puede resultar más cuando se trata de tomar decisiones.
Por tanto, la intuición, es decir, sencillas reglas generales que sacan provecho a facultades evolucionadas del cerebro, como la habilidad para entender el entorno, la capacidad de reconocimiento, el ángulo de la mirada, son las que permiten los cálculos para atrapar una bola, y juegan un papel esencial para tomar decisiones.
La regla general apunta a la información más importante e ignora el resto y vas más allá, del balance general de pros y contras, establecido por Benjamin Franklin, quien lo recomendaba incluso para buscar pareja.
Ni los deportistas, ni los administradores de empresas necesitan saber cómo calcular la trayectoria de una bola o del negocio. Como afirma el psicólogo Gerd Gigerenzer, del instituto Max Plank, «usan un atajo intuitivo para ir a donde les gustaría, corriendo así menos riesgos de cometer errores graves».
Para influir en la cultura colectiva, los líderes de las empresas establecen reglas generales que se desarrollan, a menudo inconscientemente, y que facilitan la toma de decisiones rápidas. Aunque los líderes no lo imponen intencionadamente, la mayoría de los empleados las siguen de manera explícita. En época de elaboración del Presupuesto no se ve todavía esa mirada que ayude a atrapar la bola: recuperar la demanda y revertir el desempleo .
En cuanto a la primera, es imprescindible incentivar el consumo . Ha caído un 50% desde marzo tras un cierre por decisión administrativa y en la medida en que las restricciones sigan vigentes, el transporte de pasajeros, el comercio minorista, el ocio, la restauración o el turismo, están muy lejos de recuperarse, se va a peor no a mejor.
En cuanto al desempleo, la trayectoria ascendente que mantiene hace prever un impacto de años, a no ser que en el Presupuesto se recojan medidas reales, como beneficios fiscales a las empresas que contraten , para darle la vuelta a la crisis social.
El hecho de que los trabajadores en los que más ha incidido esta crisis sean, precisamente, aquellos que presentan un mayor grado de vulnerabilidad de partida y disponen de unos recursos más limitados para sostener su gasto, influirá en la recuperación de la demanda agregada y en la evolución de la desigualdad, no solo en los próximos meses, sino también años.
Urge lanzar un anuncio: se necesitan expertos con intuición para entornos imprevisibles . No enviar CV, sólo acreditar experiencia reciente.
Carlos Balado es periodista y director general de Eurocofin