El calendario electoral expande la sombra del populismo sobre la economía
Las próximas citas con las urnas en Francia y en Alemania, junto al referendum en Italia, se erigen como riesgo potencial para la estabilidad
El inesperado triunfo de Donald Trump en Estados Unidos ha dado una especie de vuelco en el tablero político mundial. Las citas electorales de Francia y Alemania del próximo año y el referendum de Italia a principios de diciembre sobre una reforma constitucional están ahora mismo en el aire, en el sentido de que si finalmente los partidos que ganan están situados a los extremos el arco político correrá riesgo al estabilidad económica, y por tanto, el futuro de las empresas.
Un reciente informe elaborado por la gestora norteamericana Legg Mason asegura que «la política será sin duda uno de los temas fundamentales para Europa en los próximos doce meses. El buen número de citas electorales que hay por delante y el auge del sentimiento «antiestablishment» o antisistema, junto con el resurgimiento del problema de la deuda de Grecia, jugarán un papel fundamental en la economía europea en los próximos meses».
La cuestión es que el impacto de la desafección política de algunos ciudadanos europeos, que se puede traducir en votos a partidos que se podrían denominar antisistema, puede decidir el futuro del marco en el que tendrán que operar las empresas, al margen de la solidez de sus negocios, lo que es sin duda una nueva amenaza y casi desconocida hasta ahora.
Desde HSBC se alerta en su informe «Outlook 2017» de que los movimientos populistas están provocando el fin de la austeridad fiscal y la puesta en marcha de estímulos económicos para aumentar el crecimiento económico, como ya ha anunciado el presidente Donald Trump quien, además, ha añadido que rebajará impuestos para las empresas y los ciudadanos. Todo en aras de aumentar el consumo y, por ende, el empleo, para que sus electores vean que hay cambios.
El mencionado estudio de Legg Mason va más allá del puro análisis teórico y ha elaborado una especie de indicadores en los que sitúa el riesgo político de los países en una escala de 0 a 10 en función del riesgo que tienen y su posible impacto en la economía.
En el caso de Alemania, en otros tiempos la locomotora de Europa, el nivel de riesgo está nada menos que en un 6 ya que, pese a ser una economía muy fuerte, tiene que hacer frente a numerosos cambios, sobre todo procedentes de cualquier variación en su actual nivel de exportaciones a China y Estados Unidos, países sobre los que ha habido muchas dudas en el terreno macroeconómico desde principios de año.
El país gobernado por la canciller Angela Merkel es uno de los más expuestos a la situación de la economía mundial ya que es nada menos que el tercer mayor exportador del mundo. En este sentido, la ralentización de la demanda en China y la posible ola de proteccionismo que puede llegar a Estados Unidos con el nuevo Gobierno serían noticias muy malas para ese país.
Alemania, la gran incógnita
Por si lo anterior fuera poco, las elecciones federales previstas para la segunda mitad del próximo año pueden tener también un profundo impacto en la economía, ya que la creciente oposición a la inmigración defendida por el partido Alternativa por Alemania podría darle los votos suficientes para entrar por primera vez en el Bundestag. En todo caso el escaso crecimiento de la economía alemana, de tan sólo un 0,2% en el tercer trimestre frente al 0,4%del segundo, puede hacer que la izquierda gane votos y, normalmente, los partidos de esa orientación política son más proclives a introducir impuestos «verdes» y tasas a las transacciones financieras al margen de la clásica subida de los impuestos para las grandes empresas, cóctel que desde luego no beneficiará a los mercados financieros ni en general a las empresas cotizadas.
En cuanto a Francia, el otro gran peso pesado de Europa, todo apunta a que el actual presidente de la República, François Hollande, no renovará en el cargo en mayo. Si hubiera una victoria de un candidato alternativo dentro del mismo arco político o bien se produjera una nueva victoria de la derecha moderada, el país del hexágono mantendría un riesgo de 4 sobre 10, en una situación de «business as usual», según Legg Mason. En cambio, si ganara la extrema derecha de Marine Le Pen, el riesgo de ese país subiría a 10 y habría un auténtico shock no sólo económico sino también político. Hay que recordar que en las elecciones de 2002 el Frente Nacional llegó hasta la segunda vuelta de las presidenciales, aunque finalmente ganó Jacques Chirac, después de que los franceses salieran en masa a frenar con su voto la llegada de la extrema derecha al Palacio del Elíseo.
En el caso de Holanda el riesgo se llama Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad, una de las formaciones antiestablishment más prominentes de toda Europa. Se trata de una formación euroescéptica y que aboga por la salida de su país de la Unión Europea. El riesgo político de Holanda se sitúa para la mencionada casa de análisis en un nivel 3 porque los sondeos señalan que si no hay un ganador podría haber un gobierno de coalición, en la línea proeuropea por tanto y que ha apoyado a Alemania en materia de rescates bancarios, por ejemplo.
Y mientras todos estos riesgos amenazan el horizonte, en Reino Unido la situación está como congelada, a la espera que el Gobierno de Theresa May active el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, por lo que se le otorga de momento un riesgo 0. Hay que recordar que a partir de que se active la salida formal del club europeo habrá otros dos años para completarse el proceso. Sin embargo ya hay analistas que creen que podría haber un segundo voto sobre el Brexit en Reino Unido, una vez que concluya la negociación de salida del país de la Unión Europea. En ese caso podría obtener la victoria del «remain» en la casa común europea. Mientras tanto, los mercados bursátiles de ese país, tras el nerviosismo del primer momento, parecen haber aceptado el resultado del Brexit que, por otra parte, se adentra en el terreno de lo desconocido, incluso para el Gobierno de Londres.
En el caso de Grecia, país que hay que recordar que fue donde estalló la chispa de la crisis de la Eurozona, que a punto estuvo de acabar con el euro, la situación sigue siendo muy compleja. Los problemas derivados de su elevada deuda pública le hacen merecedor de un riesgo 8 sobre 10. La situación en el país, pese al nuevo rescate que le fue otorgado en 2015 por parte de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, no ha mejorado sustancialmente y en 2017 el sector bancario heleno podría tener una nueva crisis. A esto se le une además el hecho de que todos los capitales que salieron durante los peores años de la crisis no han vuelto al país, lo que es sin duda un lastre para el crecimiento económico futuro. La buena noticia es que no hay elecciones previstas en Grecia hasta 2019, con lo que en teoría la situación política con el Gobierno de Alexis Tsipras se mantendrá estable hasta esa fecha. Grecia tiene una escala de riesgo 8 sobre 10.
Portugal da marcha atrás
En el caso de Portugal la situación es complicada también tras la victoria en las últimas elecciones de una coalición de izquierdas que, en síntesis, está dando marcha atrás a todas la reformas que puso en marcha el Ejecutivo conservador anterior para embridar el déficit público. Otra de las sombras que planea sobre la economía lusa son los bancos, cuya salud sigue dando problemas, cosa que se ha comprobado con la escasa recaudación que ha obenido el país con la venta del nacionalizado Novo Banco. El país luso tiene un riesgo político de 6 sobre 10.
En este escenario algunos políticos europeos han propuesto acabar en parte con la austeridad para estimular el crecimiento y, así, potenciar la creación de empleo y la inclusión social. La idea, expresada claramente por el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, en una entrevista realizada con ABC pocos días después de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, es que «la crisis económica y la globalización han dejado a mucha gente al margen y eso ha sido el caldo de cultivo para los partidos populistas que, en algunos casos, han accedido al poder».
El propio presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, llegó a decir hace unos días que no es un fanático de la austeridad después de que el colegio de comisarios aprobara una propuesta para realizar un estímulo económico equivalente al 0,5% del Producto Interior Bruto (PIB) europeo, alrededor de 50.000 millones de euros para dopar el crecimiento de la economía europea y la creación de empleo. Al mismo tiempo Bruselas pidió reformas para acompañar inversiones o recortes de impuestos. Reclama que gasten más los países con mayor margen, con Alemania y Holanda a la cabeza. Y recomienda cautela en España, Francia e Italia: los países con mayores déficits y deudas.
En el caso de que finalmente se produzca este aumento del gasto público en algunos países, a lo que ya se ha adelantado a contestar el todopoderoso ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schaüble, negándose a la propuesta, beneficiaría sobre todo a las empresas manufactureras y de producción de materiales en sectores como el de la construcción civil.
Bruselas pide más reformas
Desde uno de los gabinetes de análisis más representantivos que hay en Bruselas, el European Policy Center, su economista jefe Fabian Zuleeg, considera que «el error por parte de las autoridades comunitarias en la actual coyuntura política sería parar las cruciales reformas que hay en marcha como la unión bancaria, la de los mercados de capitales y la de la gobernanza económica porque todas en su conjunto contribuyen a fortalecer el proyecto europeo».
En cuanto al debate abierto sobre si hay que poner fin o no a las políticas de austeridad para quitarle algo de adeptos a los populistas europeos sobre el fin de la austeridad, Zuleeg cree que «se podría permitir a los países incumplir el tope del 3% del déficit público si es para invertir en capital humano, uno de los aspectos que hará que Europa pueda seguir compitiendo en un mercado cada vez más globalizado».
¿Y dónde invertir?
En este complejo sudoku político y económico la pregunta del millón es dónde invertir dinero para obtener una cierta rentabilidad dado el escenario actual de bajos tipos de interés. La estrategia que recomiendan los expertos es tener una postura flexible y pragmática ya que algunos sectores están sufriendo ya, como es el caso de los bancos y de las aerolíneas, entre otros muchos, y sobre todo en Europa, continente en el que tienen la sede muchas compañías que son líderes mundiales en los diferentes sectores en los que operan.
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