Cabify posterga su salida a Bolsa por el caos regulatorio
La incertidumbre regulatoria siembra dudas sobre la viabilidad de la única startup nacional capaz de superar los mil millones de valoración
Es un referente para el ecosistema emprendedor. Fue la primera startup española en valer 1.000 millones de euros, lo que la encumbró como el primer y único «unicornio» nacional, tal como se conoce en el sector a quienes logran ese hito . Ha revolucionado el transporte urbano en nuestro país. Y puede que en cinco años ya no exista. Cabify vive, prácticamente desde su fundación, en una paradoja. Pese a ser utilizada a diario por miles de usuarios, muchos no terminan de entender su modelo de negocio. Entre ellos, la Administración española. Las restricciones impulsadas por el Gobierno y las comunidades han puesto en jaque la viabilidad de la plataforma y han dejado en «stand-by» proyectos como su salida a Bolsa . Una opv marcada en rojo en el calendario de los inversores.
El marco regulatorio actual hace inviable por el momento esta operación, reconocen desde la empresa. «Estamos preparados para darle al botón e iniciar el proceso. Pero esto solo se puede hacer con la certeza de que la operación va a ser un éxito, algo imposible con esta incertidumbre jurídica », señalan fuentes de Cabify. Y -dicen- de momento no hay bancos de por medio. La maquinaria está lista pero falta la pieza que haga funcionar todo el engranaje: la regulación.
La normativa aprobada por el Gobierno el año pasado, que abre la puerta a eliminar miles de licencias de VTC (vehículos con conductor, con las que opera la empresa y Uber ), representa el último obstáculo para una plataforma que ha estado cuestionada prácticamente desde que empezó a rodar. Hace ya casi una década de aquello, cuando eran desconocidas por el gran público. Entonces, el taxi era casi la única alernativa de movilidad.
Cabify se empeña en diferenciarse de Uber por el modelo de cada empresa
Fue en 2011 cuando la compañía puso el foco en un mercado que parecía relegado a los servicios de lujo: las VTC. En 2016, cuando el servicio se empezaba a popularizar, se sumó al mercado Uber, que ya había hecho una intentona en España con UberPop, que no tardó en ser suspendido por la Justicia. Desde entonces, el gigante americano ha intentado asaltar el liderazgo ibérico de la compañía fundada por Juan de Antonio. Y ambas, a su vez, han tenido que hacer frente a continuas movilizaciones del taxi. Un gremio que en un primer momento colaboraba con Cabify y que ahora está presionando a Gobierno y comunidades para echarle de las calles. De momento ya lo han logrado en Barcelona fijando un tiempo mínimo de precontratación. Resultado: miles de empleos destruidos.
El debate sobre la regulación que debe regir el sector está servido. La oposición ha criticado duramente la norma aprobada por el Gobierno, mientras que el sector de las VTC amenaza con demandas millonarias valoradas en cerca de 4.000 millones de euros. «Regular las VTC es complejo, pero no se pueden imponer trabas que dejen fuera modelos de negocio disruptivos», opina el profesor de Esade Jordi Vinaixa. Además, todo ello sin olvidar que Cabify no tiene detrás un colchón tan grande como su competidor Uber. Esta multinacional se estimaba a principios de 2018 que contaba con un valor de más de 50.000 millones de euros. Meses después, tras los rumores de salida a Bolsa, las cifras crecieron. Aunque todavía no hay fecha para su debut en el parqué, Goldman Sachs y Morgan Stanley vaticinaron que podría alcanzar una capitalización de más de 100.000 millones, según «The Wall Street Journal». Un gigante que, por ejemplo, tendría mayor valor en Bolsa que Inditex, la compañía más grande del Ibex 35. Cabify, por su parte, baila entre 1.000 y 2.000 millones. Fue el primer «unicornio» español, y el último de momento.
Diferencia con Uber
Desde el sector del taxi también diferencian entre Uber y Cabify. Al menos, en su modo de operar en España. «Uber entró como un elefante en una cacharrería, mientras que Cabify supo centrarse en el mercado de las VTC, lo que le ha permitido tener una cuota de mercado mayor», explican desde el gremio.
Asimismo, estas fuentes aseguran que la plataforma supo tejer «un negocio secundario realizando compraventa de licencias a través de sociedades participadas para obtener beneficios». Una práctica que, apuntan desde el sector, «ha aportado mayores ganancias a Cabify que su servicio de transporte» . Varias asociaciones, además, opinan que el conglomerado empresarial contó en el pasado con un mayor apoyo de la Administración. Incluso hablan de una subvención de 540.000 euros otorgada por el exministro de Industria, José Manuel Soria.
Así las cosas, desde Cabify se empeñan en resaltar que ellos son una compañía española cuyos impuestos se quedan en la Hacienda nacional. La única mancha en su historial es una sociedad en Delaware por cuestión de sus inversores, aunque nada tiene que ver con su facturación. En cambio, Uber opera en España bajo una fórmula que han aprovechado los taxistas como arma arrojadiza: actúa como agencia de publicidad y traslada a Holanda toda su facturación real. Legal, aunque muy discutido.
Cabify entona el «mea culpa» por su «error» de no haber sabido explicar su modelo. Es más, la compañía no quiere que se le relacione con otros gigantes como Uber, al tiempo que cargan contra el sector del taxi por sus «excelentes privilegios fiscales». Su discurso va más allá: quieren revolucionar la movilidad desde abajo para convencer a los de arriba. Su guerra es -repiten como un mantra en la empresa- contra el coche particular, y no contra el taxi. Por ello, Alberto de Torres, director del programa superior en IOT de ESIC y CEO de Nektiu, comenta que su problema real no es el taxi, sino saber «qué papel jugarán en la movilidad del futuro». Se refiere al transporte en el largo plazo, donde la competencia la podrán protagonizar tanto Mercedes como Google.
Hoy día, Cabify ha encontrado el apoyo de fondos de venture capital que le han ayudado a crecer. Sin embargo, hay quien en su momento decidió no apostar por ella. Iñaki Arrola, managing partner del fondo español K Fund, tuvo la ocasión de aportar su granito de arena pero declinó invertir. «Casi nadie la vio» , asegura, al tiempo que reconoce que «es una de las mejores startup, quizás la mejor», con unos múltiplos de crecimiento inéditos en España. Más de 1.000 millones de valoración y subiendo... pero la cuesta es pronunciada y el tiempo no acompaña.
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