En busca de la banca perdida

El economista Carmelo Tajadura considera que «la reforma bancaria está inacabada aunque algunos políticos la consideren como si fuera un éxito a vender»

CARMELO TAJADURA

Sobre todo en el ámbito político, hay una cierta complacencia sobre la situación de la banca en nuestro país. Se tiende a magnificar el progreso realizado desde 2012. Se presume de que la reforma financiera ha sido la más exitosa de las realizadas en E spaña en esta etapa (¡cómo habrán sido las demás!). Y se mira incluso con desdén a países como Italia por la tasa de mora, Portugal por su debilidad bancaria, o incluso Alemania por las pérdidas millonarias en algunos de sus bancos.

Pero la realidad es que el rescate bancario nos lo tuvieron que imponer desde fuera. Y es cierto que en el sector no existen ya los riesgos de quiebra inminente de hace unos años, pero no ha terminado aún la corrección de los principales problemas derivados de la burbuja. Así, los activos improductivos son aún demasiado elevados y sigue habiendo necesidades de provisiones; el crédito sigue reduciéndose por el necesario desapalancamiento; hay exceso de capacidad; y el nivel de capital es más reducido que en los referentes europeos. Pero la principal debilidad es la insuficiencia generalizada en la generación de resultado de explotación típico, por la falta de volumen de negocio y los bajos tipos/márgenes.

A finales de abril hemos asistido a la temporada de resultados bancarios trimestrales. Aunque ya el consenso de analistas esperaba poco, ha habido algunos bancos (BBVA, Caixabank…) que incluso han decepcionado claramente. En general, hay muy bajos resultados de explotación recurrentes (sólo Bankinter y Sabadell superan el 1% exROF sobre activos, nivel antes usual), flojas ratios de eficiencia (sólo se aproximan al 50% exROF Bankia, Santander y Bankinter), o niveles demasiado reducidos de ROE (sólo Bankinter y Bankia cubrirían el coste de capital). Esto entre las entidades cotizadas, porque las otras siete supervisadas por el BCE, con datos de 2015, muestran índices bastante peores.

Ganar en eficiencia

Ante la falta de suficientes ingresos típicos, que están condicionados por el entorno, para las entidades financieras resulta fundamental asegurar al menos lo que sí depende de ellas, es decir, controlar los gastos y ganar en eficiencia y productividad. Se trata de una prioridad estratégica para cualquier banco en una situación como la actual. Pero, además, el sector se enfrenta a la revolución digital y la competencia de las fintech (empresas que utilizan modernas tecnologías para ofrecer novedosos o mejores servicios financieros), lo que supone un desafío para el negocio tradicional y la necesidad de fuertes desembolsos. Así, los bancos tienen que buscar el difícil equilibrio entre invertir lo suficiente para defender una buena posición competitiva, pero sin tirar el dinero de los accionistas en tecnología/adquisiciones (fintech) de incierto futuro y precios elevados. Por otra parte, si durante mucho tiempo el tema de las economías de escala en banca ha sido objeto de controversia, es probable que —con la transformación inducida por la tecnología— el debate esté ahora más claro, dada la elevación de costes que supone para las entidades más pequeñas.

Así que, exceso de capacidad, revolución digital y falta de rentabilidad se conjugan para hacer probable una mayor concentración, primero en España y a largo plazo, en el marco de la Unión Bancaria.

«Sobrecapacidad, revolución digital y falta de rentabilidad empujan a la concentración»

Salvo las mayores entidades financieras españolas —y alguna otra como BKT en muy buen estado, o Kutxabank controlada por el PNV (¡no aprendemos!)—, el resto podrían ser objeto de consolidación. Porque ganan poco, tienen un incierto futuro y a la mayor parte les falta tamaño. Pero los bajos precios de mercado complican las operaciones (aparte de que les dificulta también captar capital en los mercados). Entre las cotizadas, Popular y Liberbank sólo valen poco más de la tercera parte de su valor contable; y el resto no tendría un precio muy diferente sino, algunas de ellas, incluso menor.

Fusión

Si hubiera fusiones entre iguales podría sortearse este problema de escasa valoración, porque lo relevante sería la ecuación de canje relativa, pero ese tipo de uniones no soluciona mucho. Lo más conveniente serían absorciones por parte de las mayores. Y esto no parece posible más que a precios de saldo. En realidad, los eventuales absorbentes tendrían más interés en diversificar que en aumentar su negocio nacional, y sólo un precio bajo junto con muchos ahorros de costes posibilitarían una operación. Pero, para los accionistas de las entidades a absorber, perder el control a esos precios generaría muy serias resistencias. Claro que el tiempo puede acabar decantando las operaciones.

Por último, por lo que se está diciendo en los medios de comunicación, la operación Bankia-BMN, entidades ambas donde el FROB tiene 2/3 del capital, podría ser la primera. Tiene lógica, aunque el próximo gobierno deberá asegurarse de que, en su caso, se haga a un precio adecuado que no perjudique a los contribuyentes ni a los accionistas privados de Bankia.

En definitiva, la reforma bancaria está aún inacabada, aunque algunos políticos la consideren como si fuera un éxito a «vender». Esperemos que, al menos, no empeore porque el acuerdo entre Podemos e IU quiere poner a la mencionada reforma el estrambote de una banca pública a partir de las participaciones del FROB. Sería ineficiente, constituiría una tentación para asumir riesgos indebidos y, desde luego, resultaría incomprensible tras el desastre de las cajas de ahorros.

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