El arte de crear jardines diminutos

Jardines en Lata convirtió una afición en un floreciente negocio que también ofrece talleres formativos

Una de las creaciones de Jardines en Lata

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Desarrolla la creatividad. El producto final resulta muy gratificante. Es un trabajo hasta terapéutico. Y tiene sus dosis de magia y fantasía. Son las cuatro premisas que marcan la diferencia de Jardines en Lata, un negocio floreciente que María Ruano consiguió levantar a partir de una afición, encontrada por pura casualidad en internet.

Su gusto por el diseño de bonsais, la llevó a seguir a profesionales norteamericanos dedicados a la confección de jardines en miniatura. El flechazo fue inmediato. Comprobó que no se trataba de una moda, sino de una afición consolidada. «Pero en España no la podía desarrollar por falta de producto, no había mercado para esto», dice. Así que decidió emprenderlo ella. «Hemos buscado en internet las mejores figuras y productos del mundo para construir cada uno su propio minijardín. Y descubrimos que en Estados Unidos y Australia hay mucho movimiento», cuenta Ruano. Consiguió dos distribuidores, uno estadounidense y otro inglés, que les proveen los materiales. «Los productos están cuidados al detalle y muy elaborados, en resinas y con pigmentos resistentes al sol y a la humedad».

María Ruano imparte un taller
Uno de los minijardines construidos en una lata

Pero no solo bastaba buenos productos e intenciones, María tenía claro que había que enfocar el negocio a internet. «Vivo en un pueblo de Guadalajara y yo quería desde allí compartir esta afición», explica. Así que contactó con profesionales del diseño de páginas web, programadores, un director de arte... Y hasta el logotipo de la empresa (Atún es un pajarito azul con el pico rojo) lo encargó a una empresa llamada Tutti Confetti.«Hoy es un distintivo que ha funcionado y que nos identifica», cuenta.

En contenedores de acero, en tarros de cristal, en macetas... un minijardín crece en cualquier rincón. No solo con plantas. Hadas, duendes, magos, casas, pequeños animales... acompañan estas creaciones. «Lo primero que llega a la gente es el cariño con el que están hechas. Ponemos el más mínimo detalle en los kits que nos encargan clientes que confeccionan ellos mismos sus propios jardines. Son productos amorosos, que nos recuerdan a la infancia, a los cuentos y sueltan la fantasía. Recuperas la sensación de juego, y de disfrutar de lo que haces», indica María.

No es necesario tener conocimientos de jardinería. «Precisamente tenemos clientes que empezaron con esta afición sin saber sacar una planta de su tiesto. Hemos abierto nuevas expectativas de ocio y diversión no solo para los más jóvenes sino también para gente de 35 y más años».

Venden en España, también en Portugal y son una web de referencia en Iberoamérica. Además, en Viveros Sánchez (Guadalajara) —es el mayor vivero del país—, María realiza unos talleres para quien desee estrenarse en este bello arte.

El arte de crear jardines diminutos

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