Un añadido al problema catalán
«Estamos viendo exactamente lo contrario con lo que sucede entre España y Portugal, que han ampliado sus mercados respectivos, creando una base importante de su crecimiento actual»
Desde el mundo de la economía se ha señalado una y otra vez que el problema catalán es peligrosísimo porque divide y reduce el tamaño del mercado. El suyo por supuesto, porque su escisión supondría automáticamente la salida de la Unión Europea, pues bastaría el veto de España para que se contemplase el renacer de los aranceles en los Pirineos, todo ello completado por una salida inmediata de la Eurozona.
Pero también el daño sería compartido por el conjunto de España. Precisamente ahora estamos viendo exactamente lo contrario con lo que sucede entre España y Portugal. Ambos han ampliado sus mercados respectivos, creando una base importante de su crecimiento actual, gracias a la desaparición de barreras entre las dos economías peninsulares, base de su prosperidad conjunta.
Respecto a Cataluña, de manera equivocada se ha dejado crecer, desde un punto de vista separatista, la cuestión del idioma. Por supuesto que nadie puede negar la belleza de multitud de aportaciones literarias en catalán. Liquidar ese idioma sería, por quien lo llevase a cabo, un colosal crimen cultural. Pero una cosa es eso, y otra, imponerlo, pues ello tiene consecuencias.
Las autoridades que no tuvieron ningún inconveniente en imponer el catalán de modo coactivo evidentemente no habían leído a esa gran autoridad en materias socioeconómicas que es Max Weber. En su obra «Economía y Sociedad» nos dice que «el ámbito de influencia de la dominación sobre las relaciones sociales y los fenómenos culturales es mucho más amplia de lo que parece a primera vista…Por ejemplo, la dominación que se ejerce en la escuela es la que determina la forma de hablar y de escribir que se considera correcta. Los dialectos que funcionaban como lengua de la cancillería en las comunidades políticas autocéfalas, es decir, los de sus gobernantes, se convirtieron en las formas de lenguaje y escritura correctas, generando separaciones ‘nacionales’». Recordemos que nuestro Carlos V, emperador de Alemania, era flamenco.
Esto sirvió de base para asentar decisiones en Alemania, al ligarse al protestantismo. ¿Y lo de Cataluña, el País Vasco, Valencia, Baleares, Galicia, no va por este camino weberiano?