Amistades ¿peligrosas?... en la banca española. No queda otra

Algunos, desde luego, ya han ido posicionándose y dando pistas. Y el que diga lo contrario, miente. Como también miente quien asegure con total firmeza que en el Gobierno no hay preferencias

Fachada del Banco de España EFE
María Jesús Pérez

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Con la sensación y satisfacción de dejar la entidad con el deber cumplido, el aún presidente de Banco Popular, Ángel Ron, se despedía el pasado viernes en la que fue su última rueda de prensa tras la presentación de los resultados del ejercicio de 2016. Unos resultados, difíciles de asumir -por ser pérdidas-, pero que explicó detalladamente. Ante una sala abarrotada de periodistas , y sin esquivar ninguna cuestión por espinosa que fuera, aseguró que durante los últimos 10 años «siempre ha tratado de ser coherente y anteponer los intereses del banco a los propios y ser fiel al mandato de los accionistas», además de al legado de los hermanos Valls.

Ron quiso destacar que la gestión del banco en los últimos ejercicios ha sido «complicada», sobre todo por la «digestión» de los activos improductivos acumulados, al final la gran losa de la entidad -y, por extensión, la suya propia-, que le ha llevado a presentar en 2016 unas pérdidas de 3.485 millones de euros . Ahí es nada... aunque, en honor a la verdad, era una cifra que ya había anunciado antes.

Ahora bien, lo que sí que quiso dejar claro es que en la entidad «podemos estar orgullosos de haber puesto el foco en preservar la independencia» durante la «larga crisis»: «Valía la pena y vale la pena hacerlo, para preservar una forma de hacer banca diferente». Y sin recibir ayudas públicas -ni directas, ni indirectas-. Algo que ha defendido hasta la saciedad... Al final, Ron, siempre ha sido de la misma opinión, mejor solos que mal acompañados...

Pero el futuro, para la entidad, y para el resto de de las grandes del sector, parece ser otro. Pero el del Popular, en concreto, ya no estará en sus manos. Tras explicar las dificultades pasadas y futuras para hacer banca, Ron quiso también dejar constancia de lo que será inevitable: «hay muchos bancos para tan poco negocio» y todo ello lleva a un proceso de consolidación «el cual nadie discute», si bien sí hay dudas de «cuándo se producirá y quiénes serán los protagonistas».

Algunos, desde luego, ya han ido posicionándose y dando pistas. Y el que diga lo contrario, miente. Como también miente quien asegure con total firmeza que en el Gobierno no hay preferencias porque se consagre esta o aquella fusión en las diferentes quinielas. Siempre hay opiniones que se deslizan. De hecho, hay quien ve más que factible -y quiere-que finalmente el Popular tenga que ceder su independencia. Presiones, haberlas haylas. Y las ha habido... Y en la aún «casa» de Ron, lo saben muy bien. Muchos gustan recordar, aunque en la entidad catalana siempre lo han negado, que hubo un momento en el que el expresidente de Caixabank (cuando era La Caixa a secas), Isidro Fainé, quiso merendarse a la entidad, y hacer vicepresidente a Ron del nuevo grupo bancario. Pero éste se resistió. Fue precisamente en otro momento de ampliación de capital del Popular, allá por 2012... No pudo ser. El consejo del banco no dio su brazo a torcer. Si querían algo tendría que ser por la vía hostil, y La Caixa no estaba entonces tampoco para muchas alegrías.

Ahora, el banco que preside Jordi Gual sigue su camino, sin olvidar al Popular, nunca se sabe, pero sin perder de vista, por si acaso, a la gallega que ya perdió por los pelos: Abanca -ahora en manos venezolanas (Banesco)-. El grupo bancario catalán siempre ha tenido interés en ampliar negocio en Galicia así es que se mantendrá a la espera de un posible interés del dueño, Juan Carlos Escotet, por vender el banco.

Y mientras Caixabank decide o no hacer una operación -no olviden que también están en el mercado Liberbank, Ibercaja, Kutxabank y Unicaja, hasta Bankinter ¡por qué no!, ya saben, todos hablan con todos- BBVA también otea el horizonte. De hecho, oteó el del Popular en un momento en el que Ron estaba tan cuestionado a finales del año pasado. Casi inmediatamente después de que se desvelara que uno de los accionistas más activos, en oposición al presidente, en la búsqueda de una operación corporativa -el mexicano Antonio del Valle, que controla alrededor de un 4% del Banco Popular-negociaba con accionistas de Banco Sabadell -el también mexicano David Martínez y el colombiano Jaime Gilinski, que controlan entre ambos a partes prácticamente iguales el 10% del banco catalán-, el presidente de BBVA, Francisco González mostraba su interés directamente a Ron con una llamada exprés. ¿Reuniones? Pues lo mismo hubo, sí, pero éste tenía ya cero margen de maniobra. Su destitución fue anunciada a pesar de que tenía algunos apoyos en el consejo. Ahora, su sucesor, Emilio Saracho -que será ratificado en junta de accionistas el próximo día 22 de febrero- tendrá que ver con qué se encuentra y decidir, quizás, entre una nueva ampliación de capital o una fusión, entre otras opciones espero.

Expectantes estarán el resto de jugadores. Ana Botín, presidenta de Banco Santander, sin visos de querer hacer ninguna operación -a pesar del interés de algunos consejeros del Sabadell por una posible unión entre ambas entidades-; mientras Bankia y BMN hacen lo imposible por arreglar un futuro en unión. Una fusión, por cierto, cuyo resultado después podría ser objetivo de, por ejemplo, BBVA. ¡Quién sabe! Eso sí, con José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia, como líder, tras el buen trabajo hecho con la nacionalizada. O eso prefieren, dicen por los pasillos del Congreso, entre algunos miembros del Gobierno. Unos más interesados que otros, y más amigos de «Goiri» que de otros... Amistades ¿peligrosas». Bueno, o no. Más bien «interesadas».

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